“Por mi parte, yo, Eduardo Bolsonaro, diputado federal, no reconozco las últimas elecciones venezolanas y seguramente reconoceríamos a un gobierno de transición que sea refrendado por el Tribunal Supremo de Justicia que está instalado en Washington y creo que ese es el camino”. Entrevista de Eduardo Rivero Quiroz, Noticiero Digital, 27 de diciembre de 2018.

A los efectos legales, tanto nacionales como internacionales, el 10 de enero de 2019 Venezuela entrará al grave ciclo que atraviesa un país acéfalo política y gubernativamente. Al borde de una tormenta perfecta. El 10 de enero de 2019, Venezuela amanecerá sin un gobierno legítimo, aceptado internacionalmente. Una tiranía de facto. Rodeada en todas sus fronteras por gobiernos enemigos. “Todos en Venezuela piensan que el fin de la narcodictadura está cerca”, afirma Eduardo Bolsonaro, el hombre fuerte detrás de Jair Bolsonaro, su padre, el próximo presidente de Brasil. ¿Qué hacer?

En los tres últimos casos en que Venezuela se viera privada de un presidente en ejercicio, la respuesta fue inmediata y unánime: el 19 de octubre de 1945, inmediatamente después del golpe de Estado que destituyera al presidente Medina Angarita, se constituyó una Junta de Gobierno integrada por Rómulo Betancourt y Marcos Pérez Jiménez. El 23 de enero de 1958, una vez destituido Marcos Pérez Jiménez, el gobierno fue asumido por el almirante Wolfgang Larrazábal, cuyo gobierno de transición daría paso a las primeras elecciones democráticas que le dieran un año después el triunfo a Rómulo Betancourt. En mayo de 1993, la Corte Suprema de Justicia consideró que existían elementos suficientes para realizar un enjuiciamiento a Carlos Andrés Pérez, quien debió abandonar el poder y Octavio Lepage, como vicepresidente, asumió las riendas del país hasta junio de dicho año. El Congreso Nacional designó 30 días después al senador Ramón José Velásquez para que terminase el período inconcluso de Carlos Andrés Pérez Rodríguez.

Son los precedentes: ante el vacío de poder se han activado los mecanismos constitucionales para impedir que el país cayera en la acefalia absoluta. En el caso presente, las irregularidades que signan la inconstitucionalidad de quien usurpa el cargo, y se plantea seguir usurpándolo después de la fecha convenida de duración de su mandato tras las últimas elecciones presidenciales celebradas legítimamente, así existan las más serias y fundadas dudas respecto del resultado de dichas elecciones, que las habría ganado legítimamente el candidato opositor Henrique Capriles Radonski, se plantean los mismos problemas y las mismas interrogantes.

Siendo la Asamblea Nacional producto de la primera y única de las elecciones celebradas hasta entonces bajo parámetros aceptados por la oposición, y una vez impuesta por medio de la fuerza dictatorial la asamblea paralela seudoconstituyente, es a ella, a la Asamblea Nacional, a la que corresponde designar un presidente legítimo bajo la forma de un gobierno de transición que organice y celebre elecciones generales que cumplan rigurosamente con todas las normas internacionales: absoluta transparencia, participación y observación internacional. Contaría de inmediato con el respaldo de todos los gobiernos democráticos del mundo que desconocen al régimen írrito de Nicolás Maduro.

Es lo que todos esperamos. Es la opinión prevaleciente en los gobiernos democráticos de la región. Que esperan la acción respectiva para ir en su apoyo y respaldo. Según lo han señalado expresamente los gobiernos de Colombia, Brasil, Argentina, Chile y, desde luego, Estados Unidos. Puede contar la Asamblea Nacional, al nombrar un gobierno de transición elegido por sus miembros con la participación de todos los partidos y sectores representativo del país, con el apoyo mayoritario de los gobiernos democráticos del mundo y, desde luego, con el respaldo absolutamente mayoritario del pueblo venezolano. Fijar los estatutos a ser respetados por los integrantes de dicho gobierno y acordar la necesaria unanimidad que le dé fuerza y reconocimiento de todas las fuerzas vivas de la nación es la tarea prioritaria del momento.

Venezuela debe comenzar el año 2019 con un gobierno de transición, plenamente legítimo, respaldado y reconocido por las naciones democráticas del mundo. Es la tarea ineludible de las circunstancias. Esperemos que los miembros de la Asamblea, en perfecta concordancia frente a una responsabilidad histórica de tanta trascendencia, sepan estar a la altura del momento. Es lo que todos los venezolanos esperamos. Continuar tolerando la tiranía sería una grave traición, un delito de lesa humanidad. Jamás sería perdonado.


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