Hay que estar en alguna nómina de la hegemonía, sea oficial o encubierta, nacional o foránea, para refutar la afirmación de que la economía venezolana se encuentra en situación ruinosa. Nadie de buena fe puede sostener que las cosas van bien en lo económico-social, y mucho menos algunos consabidos “expertos”, cuya área de verdadero conocimiento práctico es la de sacarle provecho al erario público.

La deuda externa ronda los 200.000 millones de dólares, la caída de la actividad económica puede aproximarse a 50% del PIB en los últimos años, las exportaciones privadas casi no existen, se tiene la tasa de inflación más alta del mundo, y acaso uno de los niveles salariales más bajos del mundo en cuanto a capacidad efectiva de compra, la moneda nacional de devalúa un día sí y otro también, no hay inversiones extranjeras, la escasez de comida y medicinas configura una catástrofe humanitaria.

Y así podríamos seguir hasta el infinito, porque todas las variables económicas que deberían subir para evidenciar evolución positiva están en el subsuelo. Y todas las que deberían bajar, para demostrar lo mismo, se disparan por las nubes. Y ojo, la ruina económica de Venezuela se fue incubando a lo largo del siglo XXI, y tiene dos responsables principales en lo nacional: Chávez y Maduro; y dos en lo externo: Fidel y Raúl Castro. Lo que pasa es que de unos años para acá se nota mucho más, porque se angostó el chorro de petrodólares, entre otras razones, porque la voracidad de la boliplutocracia no ha tenido ni tiene límites.

En otras palabras, todo lo referido ha venido ocurriendo en Venezuela antes de las medidas de sanción recién anunciadas por el gobierno del señor Trump; luego, la ruina financiera, económica y productiva del país no es consecuencia de eso. Es un imposible lógico. Dos más dos no son tres. Pero a la propaganda oficialista no le importa nada que no sea manipular la verdad en función del continuismo. La ruina de Venezuela, en medio de una bonanza petrolera, es una responsabilidad exclusiva de la hegemonía que nos desgobierna.

Y hay que tener cuidado con no pocos voceros de la menguada opinión nacional, que en aras de una falsa equidistancia le arriman la sardina a la brasa oficialista –aún sin quererlo–, y soslayan la magnitud de la catástrofe económica y social de Venezuela, al tiempo que solo destacan los impactos que puedan tener las referidas medidas del nada equilibrado señor Trump. Nuestra ruina económica es consecuencia del dolo y la negligencia de la hegemonía roja.

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