Fui al punto. Al igual que el país, no había tiempo para rodeos. Nos saludamos y de una vez surgió la pregunta de las mil lochas que solo él podía contestar: ¿hasta cuándo se extenderá esto, presidente? Con su sonrisa amplia, serena y llena de certezas, me sorprendió con su respuesta. Se me erizó la piel. Aunque no puedo revelarla porque prefiere no generar expectativas entre los venezolanos, les aseguro que vamos mucho mejor de lo que yo pensaba.

Juan Guaidó no tiene dudas. Su seguridad en el buen desenlace de los acontecimientos se contagia. Su manejo de información privilegiada hace que pueda abrir el foco de su visión, cosa que muchas veces se nos hace cuesta arriba al resto de los mortales que estamos sumidos en la lucha diaria por sobrevivir. La sonrisa lo delata. Es la seguridad del vencedor, de quien tiene el juego ganado y que además conoce las cartas del adversario. Transmite calma y determinación.

Conversamos el domingo entre sus actividades de calle en Cabimas y Lagunillas, en mi estado Zulia, tan vapuleado por la crisis nacional. El sol y el calor eran inclementes. Apenas se había cambiado la camisa para seguir. Era de un celeste muy suave, siempre en su línea de colores claros. Con la irreverencia propia de su generación me aseguró mirándome a los ojos: «Nosotros somos mayoría y no permitiremos que un grupito de 9 personas mantenga secuestrado el país. Ellos ya perdieron y nosotros no nos vamos a dejar joder». Se despedía de la dueña de la casa que lo albergó por 15 minutos, una señora mayor a la que le brillaban los ojos llenos de esperanza. Y es que ella también sabe que falta poco, que ya estamos en la cuenta regresiva para que toda esta pesadilla termine.

La confesión de Guaidó fue un alivio para mi alma. Me sorprendió, lo reconozco. A lo mejor la incertidumbre y el escepticismo me estaban ganando la partida. Pero ese muchacho de 35 años con canas prematuras que aparecieron en los últimos dos meses disipó mis miedos, mis dudas y me sacudió la desesperanza.

Yo solo tenía una pregunta que hacerle, la misma que tenemos todos. Solo necesitaba aclarar el hasta cuándo. Porque al igual que usted, yo también me desplomo y no le veo fin a esta tragedia. Al igual que usted, yo también me desgasto entre 20 horas sin electricidad, días enteros sin agua y en las interminables colas para comprar comida o echar gasolina. Al igual que usted a mí la economía de este país también me quedó grande. Al igual que usted, yo también debo lidiar con familiares enfermos para quienes no hay medicinas y mucho menos atención hospitalaria. Al igual que usted, yo también he pensado en abandonarlo todo y buscar en otro lugar la calidad de vida que nos han arrebatado.

Insistí en la pregunta. Soy más racional que otra cosa. El periodismo reclama precisiones. Pero Guaidó no fue solo emoción, también fue razón. «Te lo pongo sencillo: ¿ellos tienen más gente que antes? No. ¿Ellos tienen más recursos que antes? No. ¿Ellos tienen más poder que antes? No. Entonces, ¿cómo vamos?».

¡Anímese, que falta poco!. Echemos el resto. No trato de venderle potes de humo, Guaidó me lo dijo y yo le creo. No tengo motivos por qué dudar. En mis artículos semanales me comprometo a inyectarle el optimismo que nos hace falta para el último empujón. A lo mejor solo necesitaré 8, quizás menos. Lo cierto es que, literalmente, «no es tiempo de hacer maletas, es tiempo de hacer país».

@gladyssocorro
gsocorro.wordpress.com


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