Hablemos claro para que nos entendamos. A estas alturas del partido, a nosotros los venezolanos lo que nos toca es hacer bulto y mucha bulla mientras las jugadas decisivas dentro del tablero geopolítico las ejecutan las potencias mundiales, fundamentalmente Estados Unidos.

A nosotros nos toca resistir. Nuestro rol en esta etapa final de la era chavista es acompañar cada movilización que se convoque, colmar las calles, seguir evidenciando que somos la mayoría que reclama el cambio de sistema de gobierno y el cese de la usurpación. Incluso, el papel fundamental del presidente Juan Guaidó es organizarnos, mantenernos entretenidos y con el ánimo arriba, mientras las fuerzas mundiales terminan de alinear todo para dar la estocada final.

“Estamos preparados para proporcionar la asistencia humanitaria que tanto se merecen, ya sea en alimentos o medicinas. Estamos decididos a hacerla llegar. Deben saber que el pueblo estadounidense no fallará… sigan en el camino”, dijo a finales de la semana pasada el secretario de Estado, Mike Pompeo. Estas palabras las remató Marco Rubio el domingo 17 de marzo en la noche, cuando anunció: “Los próximos días serán tensos pero muy importantes. La libertad está llegando a Venezuela”.

Aunque no sepamos cómo se aplicará, la decisión está tomada. Y no porque los venezolanos seamos chéveres, sino porque Venezuela, bajo la directriz de Nicolás Maduro, se ha convertido en una amenaza real y en potencia para la seguridad de los Estados Unidos. Maduro se convirtió en un monstruo de mil cabezas al que tienen que detener como sea antes de que ponga en jaque al mundo entero.

Recordemos que desde los tiempos de Hugo Chávez han sido muchas las denuncias elevadas por diversos mandatarios en torno a la presencia de células guerrilleras y terroristas dentro de nuestro territorio, así como sobre el financiamiento a grupos de izquierda a nivel mundial. De igual manera, han sido muchos los señalamientos por tráfico de sustancias ilegales y entrega de uranio a Irán, material indispensable para la elaboración de armas nucleares. Las pruebas de lo que es cierto y de lo que no, las tienen las potencias mundiales y obrarán en consecuencia. Mientras tanto, a los venezolanos nos mueven principalmente las nefastas consecuencias de una economía devastada y en hiperinflación, el deterioro desmedido de los servicios públicos, la inseguridad y la continua violación de los derechos fundamentales del ser humano.

Entonces, cuando usted sienta que lo tienen mareado con las marchas, no se queje porque es lo que nos toca hacer. Cuando vea a Guaidó recorriendo el país para inyectarle esperanza a la gente, no se queje porque es lo que le toca hacer. De igual manera, tampoco se queje cuando vea a los “chavistas originarios” sacándose los trapitos y acusándose entre ellos, porque también es lo que les toca hacer. Póngase un pañuelo en la nariz y siga pa’ lante, a fin de cuentas, son un mal necesario en este momento de quiebre porque son los que tienen las pruebas contundentes sobre las violaciones de los derechos humanos, del manejo de los recursos, inversiones y malversaciones.

No perdamos el foco. Las movidas se están haciendo entre los grandes. Estados Unidos actúa como una especie de relacionista público nuestro a nivel mundial. Lidera las conversaciones con China, Rusia e Italia, por nombrar a algunos, y son la garantía del cumplimiento de los acuerdos que se establezcan, con el único propósito de restablecer la libertad y la democracia en Venezuela.

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