Pese a todos los malos augurios, nuestro presidente (E) Juan Guaidó llegó a Maiquetía, demostrando valor y compromiso con la gente a la que se debe y es que no puede ser de otra forma, los sacrificios de muchos son su inspiración y fortaleza. ¿Qui  én recuerda cuando fue la última vez que un político venezolano fue recibido con tanta euforia y alegría? Lo que representa Guaidó lo podemos resumir en una sola frase: esperanza por el cambio.

Hoy en Venezuela lo que vemos en estos tiempos es la deriva del chavismo-madurismo (la llamada revolución bolivariana), somos testigos del paso de un desordenado proyecto comunista tropical a una postura nihilista de Estado y decidida a llevar lo que queda del país a la hecatombe antes de admitir su fracaso y permitir una ruta pacífica de salida a la tragedia de estos años. Aunque ahora muestra en su accionar lo que puede ser visto como: debilidad, cautela, miedo, prudencia, al no cumplir con su bravuconada dicha a los cuatro vientos de encarcelar al presidente Guaidó, no resta a lo antes escrito en cuanto a su postura.

Quitarse de encima el comunismo es una tarea compleja y ardua, y se hace en extremo costosa cuando los comunistas se convierten en nihilistas como ocurre hoy en nuestro país.

El término nihilista (del latín nihil) empezó a ser utilizado por los románticos alemanes para referirse a las doctrinas que propugnan la ausencia de convicciones verdaderas y, especialmente, la ausencia de valores. Para muchos el nihilismo significaba el combate contra todos los valores. Comparo el nihilismo como sinónimo de lo que algunos psicólogos denominan pulsión o instinto de destrucción. Nihilismo, visto de esta forma, equivale al instinto y voluntad de destruir como principio dominante y fin último de la acción política. Es una voluntad que se desliza hacia la nada.

Cuando vimos a Maduro y su esposa hace unos días bailando (no es la primera vez que lo hacen frente al dolor ajeno) en medio de la violencia desatada por el régimen en la frontera con Colombia, pensé que de hecho contemplábamos una parodia nihilista del fin de todas las cosas, una especie de grotesco apocalipsis escenificado para mostrar la victoria suprema del mal; y es que en estos tiempos hemos sido testigos del infaltable elemento de delirio castrista con la quimera del “hombre nuevo”, que es en realidad el hombre malo y sin valores.

Se han equivocado siempre los que desprecian la ideología, como un factor en el impulso que empuja al chavismo-madurismo a llevarnos al abismo en que nos encontramos. No se trata en este caso de una ideología elaborada y filosóficamente profunda, sino de una mezcla extravagante que, no obstante, ha servido y sirve de justificación para su nihilismo. Este papel como instrumento de justificación que desempeñan las ideologías mesiánicas, el marxismo justificó las atrocidades de Lenin y Stalin y el nazismo las de Hitler, y todas estas se amalgaman en el chavismo-madurismo, salvando las necesarias distancias históricas, justifican la destrucción de Venezuela para el nihilismo chavista-madurista, es preferible la destrucción y la inmolación a cualquier síntoma de aceptación del fracaso, pues “en realidad no ha habido fracaso”, dicen sus soberbios seguidores, sino la necesaria devastación a que debe someterse la marcha de la historia hacia la utopía.

Por esto precisamente, porque el chavismo-madurismo ha devenido en nihilismo, es que se ha hecho tan complejo y difícil para nosotros ponerle fin a la pesadilla del socialismo del siglo XXI. Si los dirigentes chavistas fuesen solo comunistas, aunque enmarañados e iracundos, las posibilidades de un final como el que experimentaron la Unión Soviética, Alemania Oriental, Polonia y otras naciones que languidecían bajo la opresión comunista tras la cortina de hierro, no es una opción probable. El nihilismo chavista-madurista empuja de forma casi inexorable las cosas en dirección parecida a la expuesta en la famosa película La caída (El hundimiento), que muestra el derrumbamiento del nazismo aplastado por los escombros de un Berlín en llamas (metafóricamente hablando). En este punto difiero por tanto de lo aseverado por Marx, cuando dijo que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa. Lo de Venezuela está lejos de ser una farsa. Es una tragedia de inmensas proporciones, de la cual, por desgracia, restan por presentarse algunos actos.

Ante todo este escenario de ese nihilismo chavista-madurista que prefiere la destrucción total antes de la abdicación, nosotros, hombres y mujeres de bien, debemos ser partícipes de forzar el quiebre inmediato de las fuerzas del orden y seguridad del Estado para que se coloquen del lado de la Constitución y de esta forma aniquilar también el plan maquiavélico de estos de querer inmolar a inocentes por sus egoístas aspiraciones.

Es el deseo de millones de compatriotas alcanzar un rápido y decisivo fin a esta catástrofe; sin embargo, sabemos que ante el complicado panorama una línea prudente, asumida esta por Guaidó y los principales aliados internacionales para nuestra liberación, es la más adecuada y promisoria. Aunque en ocasiones, como todo venezolano, desespero e impulsivamente quisiera una vía mucho más expedita. Lo que me contiene es una gran esperanza y confiar en que #VamosBien.

¡Que hable la calle!

Fuerza y fe

#VamosBien

@DiazEstebanez   


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!