La política en su interpretación altruista se define como una actividad superior cuyo propósito es el servicio a la comunidad con el objeto de procurar el mayor bienestar a la gente en general. Siendo ello así, la moral y los valores han de ser parámetros importantes en su ejercicio. Por el contrario, la interpretación realista, conocida en materia internacional como real politik es la que coloca como valor central aquello de que los Estados no tienen amigos sino intereses. Cada vez con mayor frecuencia estamos viendo que la segunda definición –la realista– va ocupando la mayoría de los espacios a expensas de la primera que queda relegada para aquellos a los que se percibe como ilusos, desconectados de la realidad etc. Aun cuando pareciera que ello es irremediablemente así, tenemos ejemplos que nos permiten rescatar la idea de que la política conectada con altos principios morales no es inútil. Ejemplos sobran desde Jesucristo (como revolucionario) hasta Gandhi, Mandela y algunos más.

Lo que los venezolanos hemos vivido en estos últimos días ha sido y sigue siendo objeto de enjundiosos análisis constitucionales, políticos, sociológicos etc., por parte de quienes tienen credenciales para ello y –lamentablemente– también por plumas y micrófonos de quienes sirven intereses predeterminados o simplemente de aquellos para quienes hablar pistoladas no representa pasivo ni compromiso alguno. Dado lo reciente del episodio más visible de la situación, dedicaremos las líneas de hoy a comentar –con ironía, sí– el aspecto de quiénes acompañaron la tragicomedia y quiénes no lo hicieron (más de medio mundo en población, número y PIB) ya que de allí se pueden extraer algunas conclusiones.

Para iniciar el año con un toque de risa vale la pena señalar la “importancia fundamental” del apoyo expresado a la dictadura por la república de Osetia del Sur, cuyo presidente Anatoli Bibilov desembarcó en Maiquetía siendo recibido con los honores protocolares correspondientes a su “alta investidura”, fila de soldados presentando armas, alfombra roja, revista, etc.

Tal cosa no sería nada fuera de lugar de no ser por el hecho de que Osetia del Sur es un país que prácticamente no existe. Veamos: a fines del siglo pasado, por triquiñuelas políticas de Rusia, dos provincias de la vecina República de Georgia (Osetia y Abjasia) se declararon independientes y al día siguiente recibieron el reconocimiento internacional naturalmente de Rusia que urdió la tramoya y algunos otros países “importantes” en el concierto mundial cuya lista completa incluye a Nicaragua, Venezuela y nada menos que Nauru. Pues sepa usted que Osetia del Sur tiene 3.900 kms2 de superficie, apenas la mitad de nuestro minúsculo estado Yaracuy y 80.000 habitantes, o sea, menos que Chacao. Ese es uno de los visitantes que con gastos pagados por el tesoro venezolano estuvo presente en la ceremonia usurpadora central.

Naturalmente, Bielorrusia también acompañó la comparsa, igual como lo hicieron Cuba y varios Estados parásitos del Caribe que vivieron de la que parecía inagotable chequera venezolana que –con éxito– ha conseguido mantenerlos amarrados hasta hoy mientras encuentren otra mano que les dé de comer: Dominica, San Vicente/Granadinas, Surinam, aparte de Cuba y Bolivia, por razones obvias. Da para pensar también que países otrora alineados ideológicamente con el chavismo, como El Salvador, Saint Kitts/Nevis, Antigua/Barbuda, Haití, etc., hayan elegido abstenerse en la sesión que el mismo día jueves se realizó en el Consejo Permanente de la OEA en la cual sus países miembros optaron por desconocer a los usurpadores por una mayoría de 19 votos sobre 33 con apenas 8 abstenciones, entre las que cabe destacar la de México por su reciente cambio de gobierno, la ultravergonzosa de Uruguay, cuyo presidente Vázquez es rehén de la alianza filocomunista Frente Amplio y algunos otros. Por eso afirmamos más arriba que la real politik parece estar desplazando “por ahora” los valores trascendentes de aquello que alguna vez creímos era casi real: la solidaridad latinoamericana en el compromiso con la democracia.

Sin embargo, la verdad verdadera es que si usted llamara hoy por teléfono a Miraflores quien atendería allí es el inefable Nicolás, que hasta el momento de escribirse estas líneas cuenta con el apoyo de las armas. Juan Guaidó, con su decidido arranque al asumir la Presidencia de la Asamblea Nacional, y su debatible actuación el día 10, tiene todo nuestro apoyo como así también el de la comunidad internacional. Pero… no atiende el teléfono en la casa de Misia Jacinta. Al menos por unos días démosle, si no un cheque en blanco, al menos un apoyo que no muestre fisuras. Ante la posibilidad de criticar de manera inmisericorde desde nuestros teclados dediquemos un minuto a pensar cómo pudiera hacer el hombre para convocar elecciones en treinta días con el presente CNE, en contra de la fuerzas de las armas, etc., etc. ¡No debe ser fácil!


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