El régimen de Nicolás Maduro sigue imponiendo récords en la destrucción de un país. La semana pasada alcanzó el nivel más alto de inflación, estableciendo una marca histórica. El pasado 2 de julio, la tasa de inflación anual se ubicó en 41.956%, según el cálculo de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, Estados Unidos.

Asimismo, logró batir la marca más baja en la producción de petróleo en los últimos 50 años. De acuerdo con los datos de mayo, de las fuentes secundarias de  la Organización de Productores de Petróleo, la producción de Venezuela alcanzó 1,39 millones de barriles por día, superando la producción del mes anterior de 1,41 millones de bpd. Un desempeño que supera en más de 600.000 bpd la meta acordada en noviembre de 2016 con la OPEP+. Lo que ha permitido al cartel petrolero cumplir con la reducción de los inventarios de petróleo a nivel mundial.

En la salud, Maduro superó el registro de 1960, cuando Venezuela se declaró libre de malaria. El regreso de esta enfermedad y otras, como difteria y sarampión amenazan la región. En el caso del sarampión, en septiembre de 2016, la Organización Panamericana de la Salud había declarado al continente americano libre de este mal, la primera región del mundo en alcanzarlo. En la salud, el récord del régimen venezolano impacta el continente, desmontando el esfuerzo de los gobiernos de la región y la OPS durante varias décadas.

Estos tres récords impactan directamente en el pueblo venezolano. Representan el empobrecimiento irreversible de Venezuela. El colapso económico ha llevado a una crisis humanitaria. La hiperinflación y la crisis en la salud han obligado a las masas de venezolanos a huir a los países vecinos.

La europarlamentaria Beatriz Becerra, vicepresidente de la Subcomisión de Derechos Humanos del Parlamento Europeo, afirmó que “la crisis humanitaria en Venezuela es una operación política planificada”. Por lo que se puede procesar, juzgar y condenar a Maduro y su régimen en la Corte Penal Internacional en La Haya.

El presidente electo de Colombia, Iván Duque, se comprometió en la reciente visita a la Organización de Estados Americanos a coordinar esfuerzos con otros jefes de Estado latinoamericanos para reafirmar las violaciones de derechos humanos en Venezuela ante la CPI. Lo que dejaría a Maduro en una situación política desfavorable, porque al ser juzgado por delitos de lesa humanidad su caso en la CPI no caducará. Y esta situación se convertirá en una “espada de Damocles”.

En otro orden de ideas, el encuentro de Donald Trump con Vladimir Putin el próximo 16 de julio en Helsinki permitiría evaluar la situación de Venezuela, por el  compromiso del gobierno de Trump para resolver la crisis política-social venezolana.

Putin considera a Crimea como “parte inalienable de Rusia”, por lo que la pertenencia de Crimea a Rusia es algo intangible y fuera de toda discusión posible con Trump. El caso de Venezuela debería tener características similares para Estados Unidos, porque la crisis del país caribeño rebasa sus fronteras, sobre todo en lo social y las actividades ilícitas. El continente americano necesita que Venezuela abandone las prácticas de un Estado fallido. Y para ello, es ineludible salir de Maduro y su régimen por cualquier vía, neutralizando a Putin de la misma manera que el presidente ruso ha hecho con Trump en la crisis de Siria y el apoyo al régimen de Al Assad. 

La estrategia del régimen de mantener el poder a toda costa ha contribuido con los récords alcanzados por Maduro. Seguirá rompiendo marcas, aunque sirvan para acabar con el país y su pueblo.

Nicolás Maduro, el hombre récord de la destrucción de Venezuela.


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