I

Creo que es demasiado. No, no creo, estoy segura. Pero igual lo voy a hacer. Ya he escrito sobre el realismo macabro, que es simplemente la realidad venezolana bajo la peste roja, obviamente inspirándome en el realismo mágico. Ahora hablo del teatro del absurdo, de Eugène Ionesco, autor de obras como El rey se muere.

Siempre, desde niña, me gustó el teatro. Así que cuando Marcos Reyes Andrade en la UCAB nos asignó la lectura de quién sabe cuántos textos de dramaturgos famosos, hice mi asignación con mucho ánimo. Para mí fue un total descubrimiento el teatro del absurdo, fue divertido y alucinante. Para escribir ficción hace falta mucha creatividad, darle vida a personajes que nacen de la nada, hacerlos interactuar, es admirable. Pero cuando se le adiciona el absurdo, como La cantante calva, mi admiración es superlativa.

Las circunstancias por las que atraviesa el país tienen al absurdo como orden del día; nada extraordinario, nada inventado, es la vida misma. Además de bailar sobre los cadáveres de los miles de muertos, además de afirmar que Venezuela es una potencia y que hay dinero para repartir a manos llenas, ahora resulta que le vamos a dar becas a 20.000 jóvenes colombianos para que vengan a estudiar a Venezuela.

Seguimos menospreciando la inteligencia del carnicero. No nos damos cuenta de que nos supera. Lo imagino cada noche escribiendo el guion de las estupideces que nos lanzará al día siguiente para tratar de maravillarnos.

II

La obra que ponen en escena todos los días del desgobierno ahora tiene un nuevo acto. Resulta que van a construir nueve universidades más. ¿Que no lo creen? Pero si es muy fácil.

Hay que partir de la idea de que no van a contratar a Carlos Raúl Villanueva para hacer los edificios de las escuelas y las facultades; tampoco van a hacer acuerdos con los jesuitas para fundar otra casa de estudios, ni van a buscar un grupo de egresados venezolanos de los que están brillando en las academias del mundo.

Como máximo expropiarán algún que otro edificio, se juntarán con una botella de whisky 18 años para garabatear un pénsum e inventar los nombres de las carreras. Allí inscribirán a los muchachos colombianos que deseen aventurarse, digo, inscribirse para venir a estudiar en este paraíso terrenal, la costa del mar de la felicidad.

Así, no suena tan absurdo.

III

La otra posibilidad, nada absurda tampoco, es que los 20.000 muchachos colombianos sean una cuota de las guerrillas. Es una práctica bastante común de los subversivos del vecino país reclutar menores de edad para entrenarlos como asesinos.

¿Que no les parece? ¿Que cómo se te ocurre? ¿Acaso el mandante no dijo que iba a crear la milicia estudiantil? Bastante más fácil infiltrar a unos cuantos cuadros guerrilleros en las mal llamadas universidades para que sean los que entrenen a estas milicias estudiantiles. Ya se sabe que las clases que dan en las universidades bolivarianas poco tienen de academia, no tiene nada de absurdo que las prácticas de tiro formen parte del programa.

Con todo esto, imagino que nadie puede discutirme ahora que Nico pueda usar prestado el apellido del gran dramaturgo, aunque en realidad parezca más el personaje de El rey se muere, un hombre que se niega a su final.

Aunque más bien creo que él y su gobierno se acercan más a una creación de Valle Inclán, todo un esperpento.


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