La apología del diálogo, en conformidad con la doctrina de la Iglesia Católica, es una invitación a reflexionar y a crecer. Un acercamiento para producir un cambio que no sea un maquillaje, un gatopardismo teórico, sino una perspectiva de futuro. No obstante, Horacio afirmaría: “Est modus in rebus”, no porque es deber de cualquier demócrata considerarlo como prioritario respecto soluciones alternativas, sino porque fundamenta su éxito sobre la prevalencia de la racionalidad del hombre, el sentido de responsabilidad, el realismo por el cual después de cualquier confrontación los problemas quedarán aumentados en dimensión y alcances, y los recursos disponibles disminuidos.

Naturalmente cada participante se sentará con su conocimiento, finalidades, capacidad negociadora, diplomacia, conocerá cada quien y sabrá acerca de la confiabilidad, si mantiene los compromisos asumidos, si aceptará las indicaciones propuestas por la mayoría, si integrará su comportamiento al interés general o, al contrario, hará prevalecer la posición de dominio y el uso de la fuerza y de las armas; es decir, si con la participación a la mesa del diálogo solo habrá ganado ulterior tiempo en la detención del poder.

A pesar de la abertura que presumen los conceptos de globalización e integración, la persistencia de algunas características primitivas en lo ideológico y programático, bien sean de carácter liberal o socialista, retrasan los procesos de reestructuración e innovación económica y reducen los alcances de la misma evolución natural al ritmo de las finalidades políticas perseguidas por el ejercicio del poder.

El sistema capitalista, en el ámbito mundial, con el ejercicio de mayores controles, mediante el  intervencionismo financiero de los Estados operado a través de los bancos centrales, promueve la búsqueda de nuevos instrumentos y de metodologías interpretativas que permitan enfrentar y superar las crisis económicas que emergen por los desajustes del sistema productivo, la falta de políticas macroeconómicas, monetarias y fiscales que se transforman en  alteraciones del desenvolvimiento de las economías. Y China y Rusia, asimilando el sistema del mercado, estratégicamente persiguen y utilizan las tecnologías más avanzadas de la Unión Europea y Estados Unidos para reducir el GAP que distingue el propio desarrollo.

En la realidad operativa del mercado, dominada por las grandes corporaciones multinacionales y transnacionales y las instituciones financieras internacionales, se afirma “la tendencia a una integración operativa” de los Estados para perseguir las ventajas de un mercado ampliado tendiente a salvaguardar los intereses vitales mediante la continuidad del desarrollo, en una situación siempre más compleja que requiere la definición teórica de los actores, individuos y sociedades, comprometidos con el progreso y con la búsqueda de un sistema financiero adecuado que supere los límites de Basilea III. No obstante, en el desenvolvimiento de los acontecimientos se presentan procesos que en nombre del nacionalismo de derecha o de izquierda manifiestan violencia, barbarie y atrocidades que ofenden la dignidad del hombre y desconocen los derechos humanos fundamentales. Se manifiesta abruptamente la diversidad de culturas sumamente disímiles como las que identifican el mundo islámico, el occidental y el oriental que no se pueden asimilar conjuntamente en una globalización hegemonizada por la occidentalización, simplemente por la manifiesta y natural prioridad que salvaguarda y tiende a conservar la identidad, la tradición, el credo religioso, la idiosincrasia que ha contra distinto la propia identidad de cada nación en el curso de la historia, detrás de las cuales posiblemente se esconden proyectos políticos y de dominio no transparentes que mortifican las poblaciones en sus perspectivas de crecimiento económico y social.

Los “choques de civilizaciones”, críticamente analizados por Samuel Huntington, se perfilan en un futuro no lejano como la nueva pauta del orden mundial y las controversias asumen, máxime por las súper potencias, una dimensión que aumenta o disminuye las respectivas áreas de influencia en el contexto geoeconómico, pero que tiene su referencia en la herencia dejada por las condiciones de desenvolvimiento de la geopolítica tradicionalmente relacionada por el poder económico y militar. 

Es un diagrama general que se encaja desde la ontología de la complejidad evolucionaria como un  aporte analítico y puntual al conocimiento y a la verdad mediante el acercamiento a las particularidades metodológicas y empíricas que caracterizan la influencia de la economía en los procesos civilizatorios de la humanidad, independientemente de la teoría específica con la cual ha sido aplicada.

En la visión epistemológica de la realidad política, económica y social se aprecia la presencia de los “Idola tribu” que Francis Bacon, en “NovumOrganum: Aforismos sobre la interpretación de la naturaleza y dominio del hombre”, reconoce en los perjuicios que impulsan el hombre a confiarse de la primera impresión y a fundar el conocimiento en sus deseos, constituyendo una ciencia arbitraria; es decir, que no se ha preservado el “ad quod vult scientiae”, la finalidad científica otorgada por un racionalismo operante y calificativo, intrínseco con la misma naturaleza del Ser del hombre; así mismo, no se han evitado los “Idola Specus”; es decir, las limitaciones individuales contraídas por la educación y el ambiente, la distinción entre los sujetos y el entorno social resaltada por Dopfer y Potts por reglas y normas que los cohíben  recurriendo oportunamente a la nueva referencia sistémica de la metafísica de las teorías sociales que reconoce la coexistencia y funcionalidad de una consciencia individual con una “supra mentalidad” colectiva instituida y que corresponde a una funcionalidad evolutiva universal; en fin, no se han superado los peligros de los “Idola Fori”, acabando con seudoconceptos y las controversias verbales que muchas veces en las confrontaciones, también académicas, han sido reducidas a un silogismo lógico que pierde el contacto con la experiencia, con la realidad fáctica, y que tal vez, sin querer, se transforma en un saber dogmático que por sí mismo niega el proceso evolutivo; es decir, aquella sinergia interna otorgada por la dinámica de la complejidad con la diversidad.

Se constata que en la lógica expositiva y la filosofía de los tradicionales sistemas complejos adaptivos en los cuales incluimos la Economía Evolutiva, si bien se incorpora la evolución social y económica en los modelos de transformación tecnológica, energética e informática, no se explica la dimensión evolutiva de la complejidad de la economía bajo un enfoque epistemológico; es decir, bajo la teoría del conocimiento y la filosofía de la ciencia, de modo que el “cambio” asume solo un valor nominal.

Por tanto, es legítimo hacer dos preguntas: ¿puede la conciencia del Ser del hombre condicionar, orientar y explicar la evolución colectiva, o los límites impuestos por  la historia y por el ejercicio del poder político que se imponen por finalidades parciales, tal vez universalmente aceptadas, pero que anulan la capacidad y las condiciones para autosustentarse y autosostenerse en el espacio y en el tiempo dentro de una trayectoria funcionalmente posible y compatible con un proceso evolutivo o, al contrario, los límites del conocimiento y de la capacidad crítica inducen a una involución que puede asumir niveles de irreversibilidad? 

¿La valoración y comportamientos sociales hacen compatibles diálogos entre disímiles que por su vocación totalitaria y maniqueísmo ideológico persiguen el poder mediante la instauración sistémica de la servidumbre voluntaria determinada por negar la función del conocimiento y relegar los individuos a números controlables a través de un chip, un carnet de la patria que determina la valoración y comportamiento social de los individuos?      

En la Fundamentación de la metafísica de la costumbre, Emmanuel Kant “presupone la libertad como propiedad de la voluntad de todos los seres racionales… si queremos pensar un ser como racional y con consciencia de su casualidad de las acciones; es decir, dotado de voluntad”. Pero este concepto de liberalismo igualitario es insuficiente para enfrentar las diversidades sociales que se presentan a pesar de las dimensiones de la igualdad moral del ser del hombre y su dimensionamiento al contexto económico y social.

El compromiso con tales valores no se puede reducir a simples garantías jurídicas, configuradas en normas incumplidas, sino que debe incluir el institucionalismo económico en una visión inclusiva que permita las intervenciones colectivas que logren emancipar los individuos de la miseria que los consuma y les impide desarrollar su moralidad con libertad, y así alejar los íncubos de la miseria, del hambre, de la enfermedad, la falta de recursos en la vejez y la educación.

Ha sido tradicional escoger entre ideologías opuestas como el liberalismo y el socialismo, y tipificar el sistema económico y el desarrollo tanto en un Estado democrático como en un Estado dictatorial.

Al contrario y en el sentido evolutivo que debe asumir cualquier proposición de cambio en la posmodernidad, se trata de mantener la “neutralidad pública” con respecto a las diversas teorías económicas que presumen reglamentar la vida de la sociedad a través del poder ejercitado para controlarla bajo formas y aspectos políticos diferentes.

Los rangos que se distinguen son del “capital natural” (recursos naturales, servicios de los ecosistemas y el valor estético), del “capital humano” (conocimiento, habilidades y cualidades de las personas), del “capital social” (redes productivas, valores compartidos, dominio dinámico e productivo), del “capital institucional” (marcos regulatorios, estructuras gubernamentales, servicios públicos, servicios privados, organizaciones no gubernamentales y regulación civil), del “capital tangible” (infraestructuras, bienes de capital, capital pecuniario), del “capital tecnológico” (categoría productiva que puede definir el equilibrio distributivo entre capital y trabajo mediante la devolución proporcional de los respectivos inputs recibidos, y reducir y anular la conflictividad social).

En esta configuración es la tipificación de la neutralidad pública que impide que el Estado imponga a los ciudadanos las razones de la visión del poder que representa y que no pueden ser aceptadas si abandona el principio de libertad. El intervencionismo del Estado en los asuntos morales se contrapone a la ética de la responsabilidad individual y colectiva: anula la defensa de los valores liberales de la libertad y de la igualdad, que en el pensamiento de Stuart Mill constituye una obligación ineludible, su razón de existir.

Queda sin sustanciación la visión marxista-leninista por la cual el colectivismo estatal, únicamente comprometido con la libertad negativa, se inmiscuye en la vida privada de las personas mortificando la dignidad de su ser para obligarlas a la servidumbre voluntaria por pobreza inducida e indiferencia criminal frente al sufrimiento: es lo que logra la imposición de un autoritarismo instrumentalizado a la conservación del poder. Al contrario, Isaiah Berlin resalta que el liberalismo moderno “se siente igualmente obligado a garantizar los recursos indispensables para lograr una igual libertad positiva”; es decir, la libertad individual que deriva de ser dueño de sí mismo y realizarse moralmente, socialmente, políticamente y económicamente.

En el siglo XXI, frente a un mundo que siempre más se abre a la globalización, la racionalidad tiende a prevalecer y, por consiguiente, como afirma Giovanni Sartori, no se puede concebir “la ideología como un sistema basado en elementos fijos, caracterizado por una alta intensidad emotiva y por una estructura cognitiva cerrada”, que utiliza ni puede sustentarse en los modelos que la ciencia económica pone a disposición en su devenir circunstancial.

Para Venezuela la realidad se encuentra para todos en su dimensión aplastante: el análisis de los politólogos de profesión, que parecen preocupados por la estabilización del poder no presentan soluciones viables del estatus de necesidad subsistente que  significarán para los venezolanos ulteriores sacrificios: si existiera algún interés hacia el conocimiento disponible se definirían con firmeza y sin titubeos las modalidades inherentes al poder, sus aspectos jurídicos conformes con la Constitución y las normas y controles internacionales para negociar en lo económico y lo social condiciones de supervivencia para las cuales fuesen compartidas las responsables los actores políticos, económicos, sociales y militares de la sociedad.

Como afirmaría Rawls en la Teoría de la justicia: “No hay en principio razón por la cual las mayores ganancias de alguno no han de compensar las menores pérdidas de otros o, lo que es más importante, por la que la violación de la libertad de unos pocos no se pudiera considerar correcta por un mayor bien compartido por muchos”.

El derecho a la autorrealización moral define el Estado como instrumento al servicio de los intereses de las personas como seres libres e iguales que, por su propia naturaleza e identidad, no pueden eludir de la teoría política y económica su propia concepción moral, a menos que consideren que sea posible un compromiso universal de igualdad moral con aquellos que, para mantener el poder, niegan los valores y principios constitutivos de la historia de la República. La eutanasia de la libertad no permite construir el futuro.

Bibliografía

Bacon, Francis – 1979 - Novum Organum: Aforismos sobre la interpretación de la naturaleza y el reino del hombre -  Prólogo de Teixeira Bastos, Barcelona.

Mankiw, N. Gregory – 2007 - Macroeconomies - Ed. New York Worth.

Young, Warren, Dartz, William – 2004 - History of Political Economy.


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