El olvido inaceptable

No olvidaré y te pido a ti que tampoco lo hagas. No nos está permitido hacerlo.

El inconsolable drama que vivimos los venezolanos tiene muchos causantes y aunque el principal es sin duda el sátrapa Hugo Chávez –y la manada de bandoleros que lo acompañan (y acompañaron)–, también hay muchos otros que por razones inciertas (a veces oscuras, otras muy claras) colaboraron con este horror irreparable.

Si honestamente queremos reinventar a Venezuela, el olvido es inaceptable.

Perdonar con repudio

No olvidemos a los histéricos doños académicos y su estúpida sentencia: “Aquí no hay una dictadura, solo un mal gobierno”; a las mulas cansadas de la política llamando “radicales” a quienes desafiaron con firmeza al chavismo; tampoco al numerólogo que dijo: “No hay crisis humanitaria, ¿dónde están los venezolanos huyendo del país?”; ni al intelectualazo de lavandería pública que se burló de quienes tempranamente alertaron que en Venezuela se cometían crímenes de lesa humanidad (terminó huyendo con el rabo entre las piernas); ni a quien puso en manos de los tiempos de Dios lo que le correspondía a él –y a los venezolanos– hacer en la Tierra; mucho menos a aquellos que por actos de corrupción nos apagaron la luz ni a quienes por enriquecerse obscena e ilícitamente causan que nuestros niños mueran de hambre.

Perdonemos (con repudio), pero no olvidemos.

¿Y el neochavismo? 

No olvidemos, por favor, no lo hagamos, a quienes hoy atacan a Maduro y ayer nos persiguieron, encarcelaron, torturaron y asesinaron en las calles por luchar contra viento y marea por un sueño de libertad. No olvidemos que no hay, no existe, chavista rescatable. Ni uno. Todos son unos despreciables nuevos ricos, unos desvergonzados corruptos. Así como en el nazismo no hay nada rescatable, tampoco lo hay en el chavismo. El daño que le han causado al país no tiene parangón en la historia de las Américas, es inédito, nunca visto, bíblico; si no los enjuiciamos moral, política y penalmente con firmeza nunca volveremos a ser un país civilizado. Nunca.

El único perdón republicano al chavismo debe ser la cárcel.

Migajas de esperanza

No puedo imaginar nada más complejo que civilizar a un pueblo hundido en la barbarie.

Nosotros, los venezolanos, después del arrase total causado por la peste chavista, somos un pueblo bárbaro. Sin luz, sin agua, hambriento y enfermo, sometido a la más inclemente criminalidad, aturdido por una indolente tiranía, invadido por el puto socialismo, regido por el narcotráfico, perseguidos y encarcelados sus más insignes luchadores, consternado, exiliado, torturado en su amor propio, enmarañado en la ruina.

Nuestra barbarie no es solo material, es moral: escarbamos en el basurero de nuestra historia reciente rebuscando –entre desechos– por algunas migajas de esperanza.

El mal está hecho

Si no hay justicia, si toleramos esta masacre inhumana a la que hemos sido sometidos, y olvidamos, habremos –cobarde e inmoralmente– dado la razón al cinismo chavista, a su corrupción, a su perfidia, a la riqueza mal habida, a su crueldad e indolencia. Yo no olvido ni olvidaré jamás; no lo haré. Mientras haya aliento, hasta el último de mis días, antes de guardarme para siempre en los brazos oscuros de la muerte, recordaré lo que la peste nos hizo.

El documental Chavismo: la peste del siglo XXI fue realizado contra el olvido, vivirá entre nosotros por los siglos como una antorcha de conciencia. Sé, he recibido muchos mensajes “reconciliatorios” de ellos, que entre el mismísimo chavismo ha causado estragos, incluso inesperadamente me han anunciado deserciones. Ya no importa…, el mal está hecho. Atenúen su vergüenza derrocando al amado de Chávez: Nicolás Maduro.

Solo así habrá algún destello de concilio…


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!