En relación con el “diálogo dominicano”, previsto a continuar formalmente en estos días, según han señalado, al alimón, voceros del oficialismo y de la oposición política oficial, hay que reiterar, por enésima vez, que para Maduro y los suyos lo importante no son los acuerdos que se pudiesen alcanzar (que de todos modos nunca han estado dispuestos a cumplir). No. Lo importante es la supuesta negociación como tal.

Las fotos de una mesa en la que se sientan representantes de la hegemonía y de la MUD, con “mediadores” internacionales, y un decorado de Estado, que incluye banderas, insignias y todo ese oropel que le da crédito visual o perceptivo a las apariencias. Eso es lo que les interesa. Y lo han tenido. Y lo tienen. Y lo seguirán teniendo, mientras prosigan los capítulos del “diálogo dominicano” o cualquier sucedáneo de este.

La contraparte del oficialismo declara que lo que buscan son los acuerdos que permitan restablecer la democracia a través de elecciones transparentes… Eso no es posible con la hegemonía que representa Maduro. Solo podrá restablecerse una democracia con elecciones limpias, libres y justas, cuando la hegemonía sea superada. Mientras tanto, si sigue la farsa de este “diálogo”, el poder establecido en Venezuela continuará sacándole provecho.

Entre los participantes que representarían a la oposición venezolana, los hay de tan buena fe como de ingenuidad. Y los hay, también, de tan mala fe como de viveza, y no solo viveza política sino pecuniaria. Tengo la impresión, por no decir la seguridad, de que los segundos se benefician de los primeros, porque algunos de estos tienen una reputación de seriedad, que la mayoría de los otros perdió hace tiempo.

El tema no es secundario, porque cualquier cosa que favorezca a Maduro perjudica gravemente a Venezuela. En estos días, varios economistas de renombre han ofrecido cifras espeluznantes sobre la situación nacional, acaso la más caótica del planeta Tierra. Y esas cifras no solo se refieren al despeñadero económico, sino también a sus consecuencias sociales. Desde hace largo rato se traspasó el umbral de la crisis humanitaria y se entró en el terreno de la catástrofe humanitaria. No obstante, un vocero del entorno de Maduro señalaba que el salario mínimo del país era el más elevado de América Latina. Una afirmación propia de manicomio, porque la capacidad de compra efectiva del salario mínimo de nuestro país, además de ser la más baja de la región latinoamericana, es una de las más bajas del mundo.

Hay que insistir en que una cuestión es la negociación, el diálogo y el acuerdo en la dinámica política, lo que es conceptualmente positivo, y además esencial en una configuración democrática, así sea precaria. Pero otra cuestión muy distinta es la tramoya que se escenifica bajo la tutela de la hegemonía que sojuzga a Venezuela.

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