Philip Kotler es reconocido mundialmente como «padre» y la mayor autoridad del marketing moderno. De hecho, la organización de adiestramiento europea Management Centre Europe lo define como «el primer experto del mundo en la práctica estratégica de la comercialización». En 1975 publicó un trabajo titulado «Una visión general del mercadeo de un candidato político» («Overview of Political Candidate Marketing», Advances in Consumer Research, Volume 2, pages 761-770).

En ese trabajo, Kotler habla de lo que son los cuatro problemas secuenciales que debe resolver el candidato cuando tiene aspiraciones de ser electo para un cargo. El cuarto y último problema es que, si es elegido, debe hacer el tipo de trabajo en el cargo que lo conducirá a una reelección. Tal trabajo será una función de la organización que construye, las posiciones que asume y la retórica que usa.

El caso es que hay un quinto problema que Kotler ni remotamente menciona porque la meta de su receta es que el aspirante sea exitoso y resulte elegido: ¿Qué hacer si no resulta electo?

Además del famoso trabajo de las cinco etapas del duelo, de Elizabeth Kubler-Ross (1969), en la Internet es posible encontrar un trabajo realizado por Steven Kleinknecht y William Shaffir (2002) titulado «El trauma de la derrota política» (en inglés: “The trauma of political defeat”), publicado en el Canadian Parliamentary Review Journal. Dicho trabajo fue realizado a través de 40 entrevistas informales con miembros del parlamento provincial y federal, derrotados en procesos electorales en Canadá.

Según Kleinknecht y Shaffir, las semanas laborales de sesenta a ochenta horas son comunes en la vida de un político. La identidad individual se relaciona reflexivamente con el trabajo. La derrota y la pérdida de la atención pública tienen un impacto brusco y directo sobre la identidad del político. Luego de la derrota, los ideales de cuidar y hacer la diferencia están inexorablemente marginados y el ahora ex político se ve obligado a lidiar con su nueva realidad: desarrolla estrategias de afrontamiento que tarde o temprano lo conducirán a aceptar la derrota y su estigma.

Kleinknecht y Shaffir comentan que hay dos mecanismos que el político derrotado utiliza para afrontar su derrota. El primero implica el desarrollo de formas de pensar y hablar sobre la misma; es decir, encuadrar la derrota en un marco particular para que parezca como si se esperara y, por lo tanto, apartarse de la responsabilidad del resultado. El segundo mecanismo está basado en actividades y está relacionado con nuevas formas de involucramiento político.

Pues bien, el interés público por Henri Falcón en los últimos 29 días, desde el 13 de mayo hasta el 10 de junio, visto en su frecuencia de búsquedas en la Internet con la herramienta Google Trends, alcanzó su máximo de 100 el día 20 de mayo y se hundió a 0 (cero), 7 días después, el 27 de mayo.

Desde el 28 de mayo y hasta el 10 de junio, el interés público por Henri Falcón ha promediado 2,7 y solo ha estado un poquito por encima de tal promedio en 2 ocasiones. La primera fue el 30 de mayo fecha en que alcanzó el valor relativo de 5, ello en virtud de que impugnó ante el TSJ las elecciones presidenciales por las irregularidades que la gran mayoría de los ciudadanos venezolanos sabíamos que se producirían.

La segunda fue tres días después, el 2 de junio, cuando alcanzó el valor de 7, en esta oportunidad porque anunció que llevaría a la ONU y a la UE pruebas del fraude del 20 de mayo. Sin embargo, 5 y 7 son cifras que están muy lejos del 100 alcanzado por Falcón el 20 de mayo.

Tales dos eventos materializados el 30 de mayo y el 1 de junio, ubicados en el tiempo luego de que Falcón hiciera su cálculo político equivocado y diera su salto mortal “esnucándose” políticamente, me permiten afirmar que está en la primera etapa de la lidia con su gran tragedia: la negación.

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