En un reciente artículo, “Fórmulas mortales”, Tulio Álvarez se propone despejar dudas en conceptos básicos de la política y sostiene que la incoherencia, la inculturación de la sociedad civil y la desmemoria nos han conducido a este desastre que hoy tenemos en Venezuela. Uno de los conceptos que aclara es la noción de espacio político y recuerda que por este se entiende el espacio de las libertades públicas, enfatizando que no es el espacio del cargo de un determinado candidato. Al leerlo, decidí comentar en el artículo de hoy algunas otras de las confusiones conceptuales que han aflorado en estos tiempos borrascosos. En muchos de mis artículos he insistido en que la falta de claridad conceptual ha acarreado a la ciudadanía venezolana un sufrimiento que ciertamente se pudo evitar.

¿Qué entendemos varios de los que hemos alertado sobre esta confusión de términos por claridad conceptual? Cuando asistimos a conferencias, cuando oímos y leemos en los distintos medios de comunicación llamados a participar en actos de política vecinal, municipal, estadal o nacional se puede observar que con muchísima frecuencia, demasiada diría, quienes hablan o escriben no poseen la precisión semántica indispensable de algunas locuciones con las cuales elaboran sus argumentos. No significa lo mismo ingenuo que iluso, como tampoco es lo mismo pobre que miserable.

En esas conferencias, charlas u otras modalidades se puede escuchar que igualan un régimen autoritario con uno totalitario. Entre los factores que caracterizan a uno y a otro, aunque en algunos casos pueden tener similitudes, hay diferencias muy claras; basta acercarse y leer con atención a los especialistas en Filosofía Política para aprender a manejar estos conceptos sin mezclarlos descuidada e indiscriminadamente. Hay un Diccionario de política de Norberto Bobbio que recomiendo ampliamente.

El autoritarismo apela a la represión y cualquier otro mecanismo para imponer su voluntad sobre la sociedad civil. Su nota esencial es el carácter autocrático y la propensión a restringir lo más posible las libertades personales. Comúnmente, un régimen autoritario es gobernado por una élite que emplea la represión para conservar el poder. Un régimen autoritario puede presentarse como una tiranía, monarquía, gobiernos militares, o gobiernos en los cuales solo un partido es quien ejerce el poder.

En relación con el totalitarismo es conveniente recordar que Hannah Arendt empleó el concepto para describir los regímenes de ciertos países durante los años de Arendt. De tal manera que se denomina totalitarismo a aquellos regímenes en los que la vida diaria de los ciudadanos es absolutamente controlada por la dominación de un partido político. El totalitarismo es el ejemplo de un control estatal absoluto, yendo más lejos de lo que hacen las dictaduras, gobiernos militares y gobiernos autoritarios. Entre los factores que caracterizan a un régimen totalitario está la existencia de una ideología oficial que es vista como incontrovertible. La coexistencia de un grupo armado o policía secreta leal a los intereses del partido. Y, por supuesto, los medios de comunicación están altamente restringidos cuyo propósito principal es adoctrinar a la sociedad civil.

Cuando se oye a alguien decir, por ejemplo, que es igual el fascismo al comunismo, equivoca completamente las diferencias radicales de ambas modalidades de hacer política. Lo diré en forma muy simple. El comunismo está basado en la igualdad económica que aspira a alcanzar el ideal de una sociedad sin clases sociales; por su parte, el fascismo es un sistema básicamente nacionalista. Las clases sociales están rígidamente diferenciadas y tiene al frente un líder absoluto.

El comunismo se conoce como la dictadura del proletariado, propiedad común de las herramientas de producción, y la característica que sobresale es la inexistencia de la propiedad privada. Mientras que en el fascismo está permitida, aun cuando prive la obediencia y utilidad al Estado.

¿Qué consecuencias trae confundir ambas ideologías? Si un médico confunde unos síntomas y da un diagnóstico equivocando las enfermedades, también yerra al prescribir la medicina y puede, incluso, ocasionar la muerte del paciente.

Venezuela agoniza y su salvación no está en seguir insistiendo en transitar por un camino lleno de equivocaciones, altanerías, soberbia e incapacidad para reconocer errores. Venezuela necesita que se deje de lado la improvisación. Se necesita cohesión, claridad conceptual y, sobre todo, cultura política. No basta el voluntarismo.


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