Las heridas aún no se han cerrado. Los ataques a la Mesa de la Unidad Democrática y al diálogo se mantienen incólumes. La división de la oposición no presagia entonces nada bueno para este año fundamental de nuestra historia patria. Por el camino que vamos, le estaremos dando en bandeja de plata a la revolución la real posibilidad de que sigan gobernando por muchos años más, lo que sería una catástrofe monumental para Venezuela y el mundo democrático.

Un hecho indicador de esto último es la poca importancia y discusión que se le ha dado al “Mensaje de fin de año de la Unidad Democrática”, el cual se hizo público el pasado 29 de diciembre de 2017. Dicho en otros términos, el mismo pasó por debajo de la mesa. El documento es realmente relevante, razón suficiente para que lo lean todos los que sienten preocupación por lo que sucede en el país. Me permito por eso resaltar algunos de los importantes señalamientos que ahí se hicieron.

La Unidad reconoció de forma expresa que incurrió en errores y omisiones graves, en el pasado inmediato. En tal sentido, resaltó que se falló en comunicar adecuadamente a los venezolanos que la lucha electoral era la continuación de la misma batalla de todo el año por impedir que se nos arrebatara el país, ante el agotamiento temporal de las jornadas callejeras de protesta. Igualmente admitió que se subestimó la estrategia de control electoral por comida que desarrolló obscenamente el gobierno, y se sobreestimó tanto la capacidad organizativa de los equipos y maquinaria de la MUD como la respuesta electoral de la mayoría de la población descontenta. Por si fuera poco lo anterior, se reconoció que se falló en alcanzar posteriormente una posición unitaria frente al adelanto de las elecciones de alcaldes y la persistencia de las irregularidades y delitos de las rectoras oficialistas del CNE.

Ante tales equívocos, la MUD se comprometió a tratar de resolver las necesidades actuales y urgentes de las familias que sufren por la terrible crisis humanitaria de comida y medicinas, buscando siempre alternativas y soluciones. De igual manera, asumió el enorme compromiso de “reforzar la unidad tanto interna como con el país al que nos debemos, y proceder a la escogencia de un candidato unitario para las elecciones presidenciales del 2018, junto con una propuesta igualmente unitaria de acciones concretas de gobierno para salir de la crisis”.

La necesidad de un candidato realmente unitario es una verdad de Perogrullo. Mas en la coyuntura actual de peligrosa desunión, sensibilidades extremas y odios mellizales, la indicada urgencia podría convertirse en simple wishful thinking (lo que deseamos que ocurra sin apoyarnos en la realidad). Es por eso que es indispensable que desde ya se empiece a trabajar denodadamente en un candidato extrapartido que asegure la participación de todo el bloque opositor, especialmente de los que hoy cuestionan cualquier tipo de diálogo con la dictadura, la posibilidad de salir de ella por la vía electoral o a las figuras partidistas de mayor proyección nacional.

Lo anterior exigiría entonces un sacrificio superior: que los líderes fundamentales (Capriles, Ledezma, Machado, Ramos Allup, Rosales, Falcón y López) declinen sus posturas y aspiraciones en beneficio del pueblo venezolano, y se aboquen a la nada fácil tarea de identificar a una personalidad independiente y de renombre, que aglutine a todos los sectores de la oposición, incluyendo al chavismo disidente. Se trata de una tarea nada fácil pero posible si hay buena voluntad para ello.

Si realmente queremos conquistar de nuevo la democracia y salir de la terrible y larga noche oscura que nos envuelve, son fundamentales los esfuerzos y desprendimientos que se lleven a cabo. Por eso el liderazgo opositor debe plantearse qué es primero: si las legítimas apetencias presidenciales de cada uno de ellos o la felicidad del pueblo venezolano. De igual manera, la disidencia radical debe reflexionar profundamente sobre el tema y posponer sus exigencias más extremas para el momento en que en nuestro país se retome el camino democrático. Ya lo he dicho pero ahora lo reitero: el enemigo más grande y peligroso está enfrente, no a nuestro lado.

En el documento de la MUD aparece esta epifanía que dejo como mensaje final a mis lectores: “Este es el momento de reforzar lo que nos une a los venezolanos y no lo que nos divide”.


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