La gran mayoría de civiles que pescueceaban en la esmirriada concentración oficialista del sábado 2 de febrero en la avenida Bolívar caraqueña, cuatro décadas atrás, se reunían clandestinamente de chancleta y alpargatas, en células anónimas de la fauna ultraizquierdista venezolana; algunos militaban en ridículos microrganismos políticos como Copelbo, siglas del estrafalario comité de peladores de bola, nombre premonitorio, por cierto, de sus fechorías del siglo XXI. Otros, en la Liga Socialista, PRV-FALN, PCV, y otros especímenes más, desaparecidos en dudosas acciones. Su escasa formación política no era otra que los cantos rituales de Alí Primera y el infaltable “Bella Ciao” cuyo epílogo era: “Y si me matan en el combate, comunista he de morir”.

A esta monserga de origen maoísta y estalinista se le añadió luego el imaginario militar del comandante de Sabaneta, con sus cánticos de “Patria querida”, más cercanos al nacionalsocialismo que alguna supuesta teoría revolucionaria. Lo cierto del caso es que el mondongo ideológico tuvo como parto una retórica con único destino, la justificación política para saquear a Venezuela.

Hoy en su ocaso pretenden revivirla, aun cuando en el momento resuena el sonido de la diana de su partida. Su ideario lo resume un manual que repiten como catecismo, desde Maduro en sus entrevistas con la prensa extranjera, el teniente de El Furrial, sus corifeos de la ANC, y el gabinete ministerial de jefe por nueve días.

Comenzando con el tema del injerencismo y la soberanía nacional, para los voceros del régimen hay 2 tipos de intervención extranjera: la buena, la que hacen Cuba, China, Rusia, que permite en nuestro territorio un ejército de más de 60.000 nacionales cubanos, milicias del ELN, milicianos de Hezbolá, la visita de aviones rusos y barcos chinos; y la mala, que la propician el Grupo de Lima, el gobierno norteamericano y la Unión Europea, aun cuando plantean elecciones libres y retorno de los derechos humanos en el corto plazo.

El segundo tema es la reiterada letanía: “Ahora sí es verdad que el petróleo es nuestro”. Tamaña farsa es contrastada por los hechos, las empresas mixtas con capital nacional y trasnacional constituidas desde 2008 hasta el presente 2019 han privatizado a placer el petróleo, al extremo de que se entregan concesiones de exploración de gas y petróleo en el mejor estilo de la dictadura gomecista, al igual que hipotecar por 30 años con la venta de petróleo a futuro a China y Rusia. Por tanto, ese latiguillo de que Estados Unidos le quiere poner las manos a las mayores reservas petroleras del planeta es tardío, ya que otros las tomaron con creces.

Un tercer aspecto del discurso oficialista afirma que ahora los trabajadores y los pensionados no son excluidos y son tomados en cuenta. La realidad no puede engañar ni a locales ni a foráneos, con la inflación más elevada del planeta y el derrumbe del poder adquisitivo a solo cinco dólares mensuales, y destaca la caída brutal de los servicios públicos, donde los hospitales son centros de exterminio.

Un cuarto elemento es la reiterada política estatal de dividir a los venezolanos en partidarios de la izquierda y, por otra parte, los enemigos de la derecha, partiendo a priori de que lo proveniente de la izquierda es absolutamente bueno y lo devenido de la derecha es apátrida. Como consecuencia de esta afirmación, los que viven en el oeste de la capital son revolucionarios, y los que viven en el este son malvados capitalistas y burgueses racistas.

Un quinto tema es la nacionalización como política de Estado mediante la expropiación de empresas privadas, como eje de desarrollo económico, que convirtiera al parque industrial en un cementerio que ha registrado la desaparición de 14.000 industrias, 250.000 empresas del comercio y servicios, y la pérdida de más de 3 millones de puestos de trabajo.

Por último, el argumento de la guerra económica como excusa para justificar el apocalipsis de la economía nacional, que ha determinado la caída de 50% del producto interno bruto, cuyo efecto ha sido mayoritariamente proveniente de la quiebra de Pdvsa, de las empresas básicas del Estado, la caída de la producción petrolera y la corrupción multiplicada de los jerarcas del régimen.

El repudio a toda esta manipulación ideológica inflamada durante dos décadas la ha dado el pueblo venezolano durante el naciente 2019 en manifestaciones multitudinarias en las calles de pueblos y ciudades, reduciendo a una irremediable minoría al oficialismo gobernante, y anunciando al mundo entero el hundimiento definitivo del proyecto político que condujo al país al peor retroceso de su historia.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!