En sentido estricto, en un sistema democrático las disposiciones, absolutamente, que impliquen elecciones para cargos públicos son de plano delegatorias. Toda democracia es representativa.

Podemos, tal vez, participar y opinar colectivamente; pero cuando decidimos, mediante el sufragio, conferimos nuestra intención a un tercero para que sea nuestra voz y voto, eventualmente. No hay transferencia de la soberanía, que queda alojada y residida en el seno popular.

Así escogemos un presidente de la República, diputados, gobernadores, alcaldes, legisladores, voceros de consejos comunales, directivos de corporaciones sociales, deportivas, concejales etc. Nos hacemos representar.

De manera específica para los cargos del   Estado-nación, quienes resulten electos por el voto popular asumen la condición de ser mandatarios (reciben un mandato del pueblo como ente electoral), para que cumplan cada uno de las normas constitucionales y legales.

Digámoslo una vez más, Los elegidos para tales cargos populares deben meterse en la cabeza que no son mandamases sino mandatarios. Están allí circunstancialmente.

Reafirmamos con tal aseveración la democracia, esencialmente, se despliega mediante la aplicación del constitucionalismo moderno. Lo contrario sería la reivindicación de hordas tribales prehistóricas disputándose espacios.

En la presente hora aciaga que sufre Venezuela, con un régimen usurpador, quieren seguir manteniendo para las decisiones la opción asamblearia directa, aquella caracterizada por las tracalerías, subterfugios y demás amañamientos. Vocinglerías vacías e incoherentes.

El asambleísmo directo es el mismo, lo hemos visto infinidad de veces, que concentra a la gente en cierto lugar, para someter a consideración de los presentes algún aspecto; y a cada insinuación del usurpador gritan, más con odio que a conciencia…! Aprobado, liquídalo, así, así así es que se gobierna… ¡Han devenido en  una vergüenza internacional.

En la figura abominable de “democracia directa” el ejercicio del poder se presta para cualquier cosa; por cuanto se manipula a las masas humanas emocional e ideológicamente. Participan hasta profesionales, gente que se autoproclaman intelectuales.

En los hechos hay una insalvable distancia entre una democracia directa (tumultuaria; tumefacta, hinchada según su origen léxico), y una democracia representativa, conforme a la breve descripción anteriormente expuesta.

La democracia tiene eo-ipso (en sí misma) sus propios y legítimos instrumentos para las determinaciones de su destino.

Añadimos en este relato, que conseguimos, en la actualidad, además democracias deliberativas, en muchos países del mundo, que incorporan factores de muchos modelos de participación del pueblo.

Cuando un régimen usurpador ya descalabrado , como el que padece Venezuela,  se vuelve Estado fallido a lo interno; y un Estado forajido en el concierto internacional, no respeta normas del Derecho Internacional Público.

¿Qué le queda al usurpador? La represión como único recurso al que apela para contener las manifestaciones, con asidero, de descontento social, de justificadas protestas ciudadanas, de rechazo absoluto por haberse robado la institucionalidad democrática en Venezuela.

Insistimos en desenmascarar que el actual Estado fallido en que nos encontramos se conoce porque ha fracasado en todos los aspectos: social, político, y económico. Súmesele un gobierno de ineptos, débiles e ineficaces. Que no provee ni puede proveer servicios básicos; presenta altos niveles de corrupción y de criminalidad, así como una marcada degradación moral. Solo les queda reprimir para intentar, en su desesperación, mantenerse en el poder.

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