Desde hace un par de años, el diario El Nacional me dio la oportunidad de formar parte del selecto grupo de articulistas que escribe para ese importante medio en el país.

A pesar de que tengo en mi experiencia laboral haber sido opinador en varios rotativos a nivel nacional, ser tomado en cuenta por ese grupo editorial fue motivo de orgullo y compromiso.

Más allá de las posturas que podamos tener ante la realidad política, económica o social de Venezuela, puedo dar fe de que jamás en El Nacional me censuraron, influenciaron en la forma de expresar mis ideas o simplemente maquillaron mis escritos, jamás. Eso hace grande a un medio de comunicación que le da cabida a todas las tendencias, sin importar que a veces vayan en contra de la política editorial de la empresa.

Sin embargo, ese momento fatídico que tanto se había esperado, se ha concretado el pasado 14 de diciembre de 2018, cuando circuló la última edición impresa debido a los problemas en la adquisición de papel, ya que el monopolio de la compra y distribución está en manos del Estado, a través del Complejo Editorial Alfredo Maneiro, por ende, la discrecionalidad de los agentes del poder obligan a arrodillarse a aquellos medios que necesitan ese insumo para seguir circulando. El que vaya en contra de los designios revolucionarios, se queda sin papel. Así de simple, así de descarado.

El Nacional siempre se ha caracterizado por ir a contracorriente, porque con el devenir de los años ha defendido, defiende y defenderá la verdad, por encima de los intereses de grupos, sean políticos o económicos.

Pero lo que ha ocurrido con este medio de comunicación viene pasando de modo metódico y organizado desde que llegó al poder la revolución bolivariana. Emisoras de radio, canales de televisión, periódicos, páginas web, han sido acorralados, arrinconados y llevados al cierre a través de artimañas jurídicas, bloqueos en Internet, levantamiento de procesos administrativos, multas, la no renovación de la concesión, así como con la denegación de divisas para la compra de papel a fin de imprimir ejemplares o cualquier insumo que se necesita para operar.

Forma soterrada para censurar y acallar a aquellos medios que les resultan incómodos. No les importa cercenar la libertad de prensa y de pensamiento, pues consideran que la única verdad proviene de las instancias del poder. Obligan a masticar una realidad diseñada a la medida de sus ambiciones porque el pueblo no cuenta, ese que se joda, lo que cuenta es la permanencia, sin importar los desmanes que deben realizar, porque por sobre todas las cosas, está la sobrevivencia del proceso bolivariano.

Recuerdo que en los años ochenta y noventa del siglo pasado, todos los venezolanos criticaban la supuesta falta de libertad de información en los diferentes medios de comunicación que hacían vida en el país. No quiero ocultar el sol con un dedo, es verdad, siempre hubo presión para evitar algunas informaciones o sacar del espectro comunicacional a algún periodista incómodo, pero siempre se podían buscar alternativas para informar, porque se respetaba el derecho a tener acceso a la verdad.

Esa verdad que desde hace tiempo no se ve reflejada en ninguna radio, televisión o medio impreso, porque los comunicadores sociales y los medios ya no realizan trabajos de investigación, reportajes, coberturas noticiosas que vayan más allá de la verdad oficial; ya no se informa de manera justa y balanceada, lo que prevalece es la censura previa, limitaciones de la ley, coacciones, acoso y hostigamiento.

A pesar de que la libertad de prensa es una garantía constitucional que respalda a cualquier sistema democrático, los venezolanos sentimos que no disfrutamos de libertades plenas, porque toda acción es monitoreada por el Estado en función de limitar la autodeterminación, y a pesar de que digan que vivimos en una democracia hay que tener mucho cuidado con lo que se expresa.

En esta nación, el libre albedrío, la independencia y la autonomía son quimeras; ya los ciudadanos no cuentan con las garantías y el derecho de recibir información veraz, debido a que los contenidos, de manera evidente, notoria y comunicacional, están controlados y censurados por los poderes del Estado. Esto va en contra de que todo ciudadano pueda publicar y divulgar sus ideas libremente.

No debemos olvidar que la libertad de prensa es esencial e importante para respaldar y asegurar todo sistema democrático, ya que permite a los ciudadanos la posibilidad de formarse sus propias opiniones, tener criterio para diferenciar la verdad de la mentira, a fin de entender así la realidad que les toca vivir.

Nunca debemos olvidar que la libertad es la condición del ser humano de actuar según su voluntad, razón, criterios y valores, por ende, cuando se cierra un medio de comunicación, se reducen los espacios para ser libres.


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