¡Se ha dicho que es mucho más fácil destruir que construir! Aún más allá, se afirma que destruir es muy fácil. La evidencia nos demuestra que en solo veinte años, y es la mitad de los cuarenta de esfuerzo de construcción democrática 1958-1998, se aplicó la demolición de nuestras instituciones republicanas, bajo regencia del castrocomunismo que, con implacable afán de dominación y saqueo de nuestras fuentes de recursos energéticos y minerales de Venezuela, se infiltró calculadoramente y mediante silenciosa invasión progresiva  a nuestro país lo ha destruido parcialmente.

La realidad que, con el paso de los años se encargó, diriamos parafraseando al grande Winston Churchill, de mostrar la sangre, sudor y lágrimas que derramó el pueblo en la extinta Unión Soviética, día a día, hasta que degeneró todo ese poder de las mafias, en lugar del “poder para el pueblo” en la rebelión del pueblo para su liberación. Ello nos trajo a presenciar en aquel año 1989 el fracaso de la experiencia a escala natural de aquellos comunistas-arquitectos de esa región del mundo. Con sus sueños comunistas de redención social, a través de la dictadura del proletariado, habían  impuesto una modalidad de  organización sociopolítica más, para la dominación del hombre, y habian finalmente fracasado.

Así en Venezuela, con las instituciones de la sociedad democrática en evolución, y que los comunistas venezolanos despreciaban con el remoquete de “instituciones burguesas”, se comenzó a lograr, no solo las formas de la convivencia democrática, sino a integrar desde dentro del propio seno de la democracia y de sus modos, a aquellos que antes habían intentado destruirla.           

Viéndose derrotados por la fuerzas populares que buscaron progreso social mediante el progreso económico de Venezuela, y de los vigorosos partidos que la Generación del 28 nos legó como paradigma en que el progreso político dependía de la fundación sobre bases de principios y valores como la libertad de expresión,la organización partidista, el pluralismo ideológico, el debate abierto y entre iguales, y las conquistas sociales a través de las organizaciones sindicales e instituciones laborales, veríamos plasmado en la literatura política internacional, más adentrado el siglo XX, en estudios y escuelas que, como con Robert Dahl y su “Poliarquia”  por ejemplo, o un Francis Fukuyama, con su “Fin de la historia”, darían real encauzamiento al debate de ideas, de diferencias y coincidencias, para vivir en democracia, paz y en libertad. 

Las mafias del totalitarismo, como solo logran prevalecer en el mundo de las tinieblas, atacan la luz del pensamiento que trae la claridad y los enceguese. Juegan a apagar la luz de los medios de libres, bloquean la circulación de los mismos y, cual vampiros, succionan la sangre de la nación; dejando dolor en su cuerpo social al desgarrarlo con emigración, delincuencia, esclavitud por hambre, y enfermedades. 

Hoy no saldrá en versión impresa El Nacional despues de 75 años ininterumpidos; pero saldrá vía digital. Gracias al avance tecnológico del mundo, pero también gracias a esa idea de la democracia que se transformó en un valor irrenunciable del hombre libre de nuestro tiempo. Como diría el brillante profesor Amartya Sen, la democracia, al extenderse como «aspiración universal durante el siglo XX», no podrán nunca más alejarla de las mentes y ánimos de quienes, en pleno siglo XXI, aún combatimos intelectualmente por ella, y combatiremos siempre por ella, hasta vencer. 

A quienes hoy pretenden apoderarse del alma libre de la nación venezolana, les aseguro, desde el substrato democrático que nos alimenta, que el torrente de nuevas ideas fluirán con nuevos proyectos y nuevos paradigmas. ¡Que les ganaremos!  Y que junto a ¡El Nacional que está con Venezuela!,¡liberaremos a Venezuela que está con El Nacional

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