Los adelantos recientes en la técnica de los clones, los bebés de probeta y la manipulación genética, se han constituido en nuevos “milagros” de la ciencia, que hace ochenta años eran solo una idea concebida por algunos científicos y líderes sociales.

Otros adelantos científicos, aunque menos conocidos, solo parecen hacerse realidad en el escenario de cierto escritor inglés. Se trata de los procesos que permiten a los padres escoger el sexo de su hijo, ya sea a través de una técnica ya no tan experimental donde se separan los espermatozoides o a través de la amniocentesis.

Tales perspectivas, que para las nuevas generaciones ya son parte de la cotidianidad en sus vidas, y que para quienes hemos sido testigos del transitar de estos avances cada vez nos son menos ajenos a nuestro entorno, las describió fielmente en la década de 1930 Aldous Huxley en su libro Un mundo feliz.

Allí describió una era en que los niños nacerían por manipulación de ingeniería genética: serían concebidos en probetas con espermatozoides y óvulos seleccionados, se incubarían y “nacerían” en laboratorios bajo una estricta supervisión, con las condiciones más avanzadas para permitir al embrión obtener los nutrientes que requiere durante su vida, sustituyendo de tal forma la figura materna.

En tal mundo ya no habría vínculos amorosos, sexuales o reproductivos, y la unidad familiar sería casi inexistente; esa sociedad toma como fundamento para erigirse en una época “idealizada”, la optimización de la fabricación en serie ideada por Henry Ford, un pujante empresario automotriz que revolucionó la industria en todos sus sectores.

Aldous Huxley constituye una complicada obra, difícil de clasificar, insertada en el encono de las entreguerras del siglo XX, se puede decir que su literatura es una literatura sin fronteras, con una particular riqueza creativa y una libertad de imaginación que presenta excepcionales caracteres de universalidad, que sin duda convergen en Un mundo feliz.

La sociedad concebida en este libro es una sociedad en que toda reproducción humana está sujeta a un régimen de laboratorio. Aquel aterrador mundo de experimentación quizá esté más cerca de lo que pensamos. Debemos tener memoria, recordar los trágicos acontecimientos que han tenido lugar durante los ya cerca de 6.000 años de historia humana, ya que siempre alguien aparece con la idea de “mejorar” al hombre o su sociedad, obteniendo resultados traumáticos.

Es de lamentar que la mayor parte de los esfuerzos que el hombre hace por mejorar su condición se dirigen hacia los efectos y no hacia las causas, esto se puede decir de la política, la agricultura, la medicina, la lucha contra la contaminación ambiental, el alcoholismo o la drogadicción; todos estos temas presentes en la obra de Huxley.

La crueldad e incomprensión humana, tal vez estén inscritas en la naturaleza humana desde los primeros días de la humanidad, y a pesar del gran desarrollo de las ciencias y la tecnología, estas cualidades no han desaparecido por mucho que el mundo pretenda vivir en un estado de felicidad absoluta, esto ya sea en una novela de ficción o en la realidad de la vida.

El mundo feliz no es tan feliz como se supone, ya que existen en él algunos seres que no encajan en el estado de felicidad general, o que, al menos, son conscientes de la posibilidad de otras formas de vida, que ni aún recurriendo al soma, una droga “inofensiva”, legal y reconocida por el sistema, logran ser indiferentes hacia la dignidad humana, sobajada en la sociedad del mundo feliz.

Un mundo feliz es una novela que nos da una visión futurista, pero nada confortable de lo que podría ser nuestra existencia si anteponemos la ambición humana al bienestar colectivo. Un mundo feliz: definitivamente una obra que clama una advertencia vital, y que conforme avancemos en “conocimiento”, el eco de esta advertencia tomará mayor preponderancia.

Es ahora y no mañana cuando nos toca a nosotros decidir el rumbo y el objetivo de nuestra existencia.


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