España acaba de aprobar una ley para incrementar la igualdad entre hombres y mujeres. Desde ahora, los hombres podrán disfrutar de 8 semanas de permiso de paternidad, que se irán ampliando hasta 16 semanas en 2021. Eso significa que las licencias serán iguales para ambos padres, e intransferibles.

La idea termina con la vieja creencia de que la madre debe ocuparse de los hijos, y el padre, si acaso, “colaborar en algo”. Repartir las responsabilidades entre ambos progenitores es de justicia. El ejemplo español debería multiplicarse, en especial, en América Latina, donde la ley apenas establece unos pocos días para el cuidado paterno del recién nacido.

Habrá quienes muestren su desacuerdo, porque siguen creyendo que el lugar de la mujer es el hogar, fregando platos o cambiando pañales, mientras el hombre busca dinero y espera ser servido por la esposa. Los que aún piensan así, sencillamente viven en otro siglo.

La vida me ha permitido compartir con mujeres brillantes. Miles asisten cada año a mis eventos, una cifra contundente en comparación con la cantidad de hombres. En esa cercanía, y estudiando mucho sobre el tema, he constatado cómo la mujer es un ser emocionalmente más completo, porque ha podido mostrar todos los sentimientos sin complejos. A los hombres, en cambio, la domesticación familiar nos prohíbe llorar si estamos tristes, o sentir miedo si la situación lo amerita.

Una investigación de la Universidad de Sevilla concluyó que 45% de los adolescentes varones aún considera ridículo que los hombres lloren o muestren sus sentimientos en público. Quizás por esas ausencias emocionales, entre otros factores, hoy la cifra de feminicidios es alarmante. Aún nos falta mucho para mejorar nosotros mismos, emocionalmente hablando, y para entender que la mujer no es un objeto a nuestro servicio.

El presidente John F. Kennedy afirmó: “Yo no digo que todos sean iguales en su habilidad, carácter o motivaciones, pero sí afirmo que deberían ser iguales en su oportunidad para desarrollar el propio carácter, su motivación y sus habilidades”. Estoy absolutamente de acuerdo.

La educación sexista, basada en que el niño juega con camioncitos o es el jefe de la tribu, mientras la niña cocina y se ocupa de las muñecas, debe transformarse inmediatamente. Nunca habrá plena igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, si no luchamos contra estereotipos y roles feudales.

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