A pesar de que la prehistoria no ha dejado escritura que explique los orígenes y actividades realizadas por las mujeres en las primeras comunidades humanas, hallazgos antropológicos, arqueológicos y etnológicos evidencian que los procesos de socialización estaban a cargo de las mujeres.

Eran grupos humanos estructurados a partir de una concepción familiar matricentrada y matriarcal. La mujer influía y decidía todo: regía la estructura social y ejercía el poder político, económico y religioso. ¿Qué acaeció?, entonces.

Cuando las sociedades se hicieron sedentarias y dependientes de sus cultivos, el varón se vio obligado a implicarse en la producción alimentaria, y comenzó así el proceso de transformación que desposeyó a la mujer de su ancestral poder y lo depositó en manos de los hombres.

En bastantes partes del mundo se ha venido adelantando una especie de “excavación en la historia”, un asunto casi de “arqueología social“, con el fin de encontrar mujeres, de extraer sus palabras y sus obras. Para que ellas digan, en la contemporaneidad, lo que intentaron decir y no pudieron. Para que sus voces sean escuchadas.

Se impone hacer presentables sus obras para rescatarlas de las olvidadas fosas del tiempo. Es un trabajo apasionante ejercido desde todos los ámbitos posibles. Es una auténtica y palpitante genealogía solidaria impregnada de razón y emoción.

Sabemos muy poco de esas mujeres que nos precedieron, ni siquiera nos suenan sus nombres y, sin embargo, queremos conocerlas para reconocerlas. Estamos empeñados en recuperarlas, entablar hermosas dialógicas con ellas. Necesitamos aprender de ellas el trozo histórico que construyeron para nosotros.

Hay suficientes resabios todavía de una cultura androcentrista que impone a la mujer los modos de ser, hacer y pensar, que terminan limitándola a una constreñida trama, sin mayores posibilidades, de la que no obstante se ha ido desanudando.

No hacemos inclusión de lo femenino en la sociedad, ni reivindicamos a la mujer con solo decir: muchachas y muchachos, ellas y ellos, todas y todos, portavoz y portavoza, periodista y periodisto, entre otras muchas babosadas.

Al pretender enarbolar falsas querencias hacia las mujeres se termina por ofenderlas, ridiculizarlas o exponerlas al escarnio público.

Contribuyamos, junto a ellas, a la absoluta erradicación de la tal falacia histórica e ideológica que pretende dar cuenta de la supuesta inferioridad de la mujer. Desmitifiquemos los tejidos discursivos que persiguen instalar en la mujer una especie de natural sometimiento.

La mujer hizo suyos los principales factores conducentes a movilidad social, de superación meritoria, de desenvolvimientos y actuaciones basados en talentos y probidad.

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