“Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El valiente no es quien no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo”. Esta es una de las frases de Mandela que retumbó en mi cabeza durante muchos de los momentos difíciles que vivimos los venezolanos este año.

Sí, quienes decidimos dedicarnos a la política como oficio también sentimos miedo, incertidumbre y desespero. Quienes decidimos asumir esta responsabilidad no estamos aislados de la realidad que vive quien ruletea las farmacias buscando medicinas, quien no consigue un alimento, o quien despide a sus amigos y familiares en Maiquetía mes a mes.

Yo, como muchos, he caminado, he protestado, he marchado, he votado, he cuestionado más de una vez las formas y decisiones que como fuerza hemos tomado. He celebrado las victorias y he sufrido en carne propia las derrotas. He admitido que jamás estuve preparado para ver morir a alguien en medio de una protesta, tampoco de desnutrición, ni de mengua, ni por falta de medicinas. Sin embargo, hoy después de tanto, sigo dispuesto a darlo todo por cambiar el destino de este país.

Mi motivación siempre ha venido de la convicción de que el futuro de Venezuela puede ser distinto a este presente, y creo ciegamente en que lo será. Lo repito en cada momento, en cada mensaje y en cada asamblea de vecinos porque creo que solo con esa pasión es posible inyectarse la fuerza necesaria para seguir luchando sin descanso hasta conquistar ese país que tanto anhelamos y en ocasiones vemos lejano.

Hoy vivimos en una Venezuela que continuamente nos expulsa: la crisis, la escasez, el hambre, la inseguridad y un sinfín de razones nos hacen mantener el foco en la sobrevivencia y hacen ver el camino cuesta arriba. Muchos sienten que quienes gobiernan siempre van un paso adelante, que no hay acciones que puedan en su contra (aun cuando sabemos que las hay),  que es más fácil ocuparse de lo propio y que permitir que otros sean quienes luchen por el cambio que todos buscamos es la opción menos difícil de tomar. Muchos sienten que es más fácil resignarnos que seguir dando la pelea.

En lo particular, mi destino, al igual que el de muchos venezolanos, está atado al destino de este país. Decidí ejercer la política, el único oficio que estoy dispuesto a ejercer, en este país. Me veo construyendo una familia y un hogar, en este país. Veo a mis amigos que se han ido por falta de oportunidades, regresar a este país y a mis viejos poder disfrutar de sus últimos y mejores años sin preocupaciones ni sufrimiento, acá, en mi país.

Yo no estoy dispuesto a abandonarlo aun cuando la pelea se ponga difícil, aun cuando la incertidumbre haga meya. No estoy dispuesto a abandonarlo porque si todos nos vamos y nos resignamos no hay quien luche por él. No estoy dispuesto a abandonarlo porque estoy convencido de que solo con el esfuerzo y el sacrificio que hagamos hoy podremos tener un futuro distinto mañana.

Ante la tristeza y el desespero, la única opción es no decaer. Es entender que precisamente esa es la intención de quienes están en el poder, es asumir que hay que seguir dando la batalla sin prisa pero sin pausa, que vienen tiempos aún más difíciles y que debemos estar preparados física y mentalmente para afrontarlos. 2018 es un año clave para el futuro de Venezuela. Como mayoría debemos cohesionarnos, prepararnos y hacernos cada vez más fuertes para que el año que viene podamos salir definitivamente de quienes desde el poder han intentado condenarnos a vivir en un país hundido en la peor crisis de su historia.

La conducción política no debe ser una vía para la lucha de egos o la división interna, sino para reconstruir lo que durante 18 años este régimen ha destruido. Los espacios locales solo serán recuperados si logramos cambiar el país. Transformar esta realidad que estamos viviendo solo será posible si cada uno de nosotros entiende que es imprescindible su labor para lograrlo; si comprendemos que no es momento de buscar culpables ni de acusar, sino de asumir que se han cometidos aciertos y errores, metabolizarlos y buscar la manera de salir adelante y no volver a chocar una y otra vez contra la misma piedra.

Ser mayoría no basta si no creemos en nuestra fuerza, si no luchamos por demostrarlo, si nos desmoralizamos ante cada acción del adversario. No permitamos que sean ellos quienes ganen espacio en nuestra mente, no permitamos que nos dominen, que nos hagan creer que no ha valido la pena el alto costo que hemos pagado. Somos mayoría, somos más y más fuertes. Hemos sido nosotros los que hemos crecido en medio de la adversidad y hemos echado pa’lante, quienes año tras año damos la pelea y debilitamos aún más las bases de este régimen. Juntos vamos a cambiar este país.


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