Las palabras “moderno”, “modernidad”, “modernizar” provienen del latín, modernus, en español significa que existe desde hace poco tiempo, innovación, actualización; en francés, récenment, recientemente, qui est du temps de celui qui parle, que es del tiempo del que habla; en inglés: of present or recent times, del presente o de tiempos recientes; en alemán: zeitgenossich, contemporáneo, der Geist der Zeit, el espíritu del tiempo, y así. De modo que están explícitos o implícitos estos matices de aquellas palabras y en los idiomas mencionados. “moderno” comunica una idea relativa, comparativa en el tiempo; por eso, André Malraux decía: “Para un hombre del Medioevo el arte gótico era moderno”.

Cuando se habla de ciencias modernas, arte moderno, se desea expresar que dichas ciencias y expresiones plásticas incorporan los últimos descubrimientos y evoluciones a ellos coetáneas del hombre contemporáneo, cuya historia moderna se dice que comienza hacia 1453, cuando cayó Constantinopla en manos de los turcos; pero un invento de hoy sería considerado moderno con relación a uno de 1910, siempre y cuando signifique un avance en una ciencia o técnica determinada o en cierta rama del arte.

Todo progreso científico o cultural tiene por motivación la búsqueda de explicaciones, métodos, instrumentos, etc., que favorezcan el dominio de la naturaleza, para así proporcionar a la humanidad, a pesar de las utilizaciones inmorales y antiéticas, y dado el crecimiento demográfico mundial, mejores niveles de bienestar social; cuando se habla de progreso social, la idea dominante es que hubo o está sucediendo un proceso de reorganización del paisaje social y de la estructura económica, para alcanzar el único fin moralmente aceptable, cual es satisfacer eficazmente las necesidades materiales y espirituales del ser humano.

La modernización, entonces, está estrechamente vinculada con el concepto de progreso científico, social, cultural y material, pero no a ultranza, sino en función de una renovación continua que facilite el desarrollo y la realización de las potencialidades humanas; la modernización no puede evidentemente lograrse a expensas del progreso social, ya que si esto sucediera sería una aberración equivalente a la utilización belicista de la fisión atómica, esto es, en contra del hombre.

Cuando la dictadura, con el pretexto de modernizar, insiste en instaurar irracionales escalas salariales, motivadas ideológicamente, sin ningún fundamento económico racional, violentando toda la normativa laboral vigente, comenzando por la Constitución, lo que hace es introducir una legislación arcaica ya superada por el derecho social y el pensamiento político contemporáneos, es regresar a etapas superadas del desarrollo social, por lo cual los movimientos gremiales de toda la administración pública expresan con razón su cólera colectiva, puesto que solicitan, sin pedir cambio de gobierno ni salida de Maduro, volver a los contratos colectivos, a las normas que regían la prestación de sus servicios antes de los absurdos decretos que sumieron en la pobreza a todos los empleados y obreros del sector público. Sus remuneraciones y pensiones son irrisorias ante la realidad económico-social que diariamente sufren, adosada de una cruel represión de sindicalistas como es el caso de Rubén González, secretario general de un sindicato en las empresas públicas de Guayana.

Quizá Maduro piensa que con esta aberrante política salarial logrará atraer al inversionista extranjero, cuando debería percatarse de que a Venezuela no vendrán nuevas inversiones foráneas a causa de la desconfianza reinante creada por la caricatura de modelo económico y por la inseguridad jurídica existente como lo acaba de demostrar al dictar nueva legislación laboral infringiendo la existente, es más, debido a un TSJ que legaliza políticas, arrebata resultados electorales, etc., entre otras causas. Sí es posible el desarrollo social y lograr un país competitivo, no son fines excluyentes, como se observa en Alemania, donde la modernización de procesos productivos forma parte constante de las políticas empresariales y gubernamentales. Para lograrlo en Venezuela se necesita una nueva élite, clase dirigente.

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