Todo cuanto acontece en nuestro tiempo de miseria, y de sus miserables promotores, nos hace reflexionar sobre nuestra patria amada: Venezuela.

¡De cuanta utilidad para nuestra nación habría sido un nuevo y oportuno pacto entre las fuerzas políticas de entonces (al menos de AD, Copei y el MAS)  para la recreación del modelo de Estado venezolano, hacia el término del año 1988!; cuando se entregó aquel informe final para la reforma. La renovación de ideas y pensamiento político de los partidos también era, a la par de sus prácticas, no solo de importancia capital para la democracia venezolana sino  de urgencia, como lamentablemente comprenderíamos más tarde.

Hoy reitero, todo cuanto acontece en estos tiempos de miseria, y de miserables, es producto del triunfo de la improvisación interna de ideas y prácticas frente al parasitario modelo castrista de Estado comunista, que invadió el cuerpo de nuestra nación gracias a su vector propagador: Hugo Chávez Frías.

Una sociedad que no se conoce a sí misma puede ser presa fácil de maromeros y charlatanes, cuando el hambre aprieta, y el contraste frente a sus ojos es de derroche y  de opulencia de unos muy pocos. No es realmente desarrollo teórico de los hermanitos Castro de Cuba tal conclusión. Tampoco lo es, en particular, de ningún pensador como se ha pretendido distorsionar al atribuírselo solo a filósofos que, como Karl Marx, por ejemplo, han dado cuenta con sus observaciones de las contradicciones, y por tanto crisis, en las que caen sociedades en su proceso histórico evolutivo hacia la obtención de satisfacción desde sus necesidades primarias de alimentación, vestido, vivienda y seguridad; hasta la obtención de niveles de tipo educativo, cultural e incluso espiritual, en otras dimensiones, de búsqueda de la felicidad de la vida personal íntima, en comunidad, y con el entorno natural.

La cuidadosa auscultación de referencias mundiales de intelectuales de la ciencia económica, política, y de gobierno, nos deben conducir al marco de referencia universal para nuestros debates, en cuanto a cómo sería un desarrollo apropiado al caso venezolano en particular, y latinoamericano en sentido regional. Uno de mis intelectuales predilectos de estos años, como lo he mencionado en alguna otra oportunidad, es Amartya Sen (premio Nobel de Economía 1998) por sus trabajos sobre desarrollo económico y desigualdad económica.  Las instituciones fundamentales que especifica en su trabajo Estado, mercado, sociedad del conocimiento y libertad, son variables ineludibles que deben ser comprendidas a cabalidad, no solo por los intelectuales de oficio sino por nuestro pueblo venezolano en general, como las columnas sobre las cuales podríamos establecer un acuerdo nacional para la reconstrucción equilibrada de nuestro país.

Las ideas sobre las cuales se funda un modelo de Estado son la clave para su posterior desarrollo. Es el proyecto sobre el cual los constructores de la sociedad edifican su obra. No podemos desechar, ni improvisar en la evolución de las ideas universales, y del cómo hemos llegado hasta aquí; refiriéndonos al proceso de discusiones que para Venezuela significó la lucha política por la democracia desde aquella generación del 1928 hasta nuestros días. Desde un Pío Tamayo hasta un Gallegos, desde un Machado o un Jóvito Villalba, hasta un Rómulo Betancourt, un Caldera, o un Úslar Pietri. Desconocer estas experiencias sería traicionar el conocimiento y legado de nuestras generaciones de mayores que, aunque en otras realidades específicas, nos permiten, sin embargo, aprender de sus aciertos y sus errores, para reflexionar sobre el nuevo diseño y construcción de un modelo de Estado para Venezuela.

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