“El pensamiento paupérrimo o lastimoso, los desfalcos financieros, ultrajes sistemáticos-doctrinales, nuestra vulnerabilidad sanitaria y la megacorrupción de crimen-político-militar-organizado invalidan cualquier sentimiento de patriotismo en América Latina”

El ininterrumpido éxodo de venezolanos, hondureños, guatemaltecos, nicaragüenses y mejicanos hacia Estados Unidos y otros países desarrollados expone ante el mundo el fracaso de Centro-Suramérica ante los desafíos históricos de la humanidad. Nos obligan a ser perdedores quienes logran mandos políticos para apropiarse criminalmente de los bienes de nuestras repúblicas e instituciones fundamentes, amparándose en fuerzas armadas mercenarias.

La situación de los latinoamericanos es una calamidad que requiere la urgente intervención de corregidores. Nuestro descalabro pone en riesgo el sistema financiero internacional, al control migratorio, la movilidad social con fines recreativos y el cumplimiento de los tratados mundiales para la cohabitación pacífica. La paz y prosperidad son la antítesis del despotismo-militarismo doctrinal.

Somos rehenes de asesinos seriales y ladrones que fomentan el odio y desintegración familiar-social: es decir, la mala vida. Sin instrucción ética, filosófica, histórica-política, moral y cívica nunca saldremos del pantano en el cual nos sumergieron apuntándonos con armas letales y donde moriremos si rechazamos la propuesta de ser auxiliados por fuerzas extranjeras. Fuimos despojados de nuestros universales y humanos derechos. No tenemos pertrechos de guerra para emprender una gesta emancipadora. Los bárbaros nos han conquistado.

Mi moción es que [mediante intervención profiláctica imperial] Centro-Suramérica se transforme en “continente-libre asociado” a Norteamérica, Inglaterra, Canadá o Japón. Tendríamos “administradores territoriales” destituibles o prorrogables, cuando sean incapaces o magníficos, según se presentaren los casos. Superaríamos la miseria y nos deslastraríamos de los nefastos-clientelistas partidos políticos, que podríamos abolir. El “concepto tradicional de patriotismo” fue, hace muchos años, trascendido por la realidad. El principio de no intervención en los asuntos internos de truhanes y canallas con mando debe ser abominado.


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