Un gigantesco lagarto geográfico de 17.098.242 kilómetros, con la cabeza en Moscú y su cola acariciante del océano Pacífico me tendrá como columnista de un quincenario de gran prestigio en el corazón del viejo imperio bolchevique. Rusia se alza con sus fuertes dientes de rudo militarismo. A cada rato muestra su musculatura bélica –desde los astilleros del mar negro– que recuerda sus cohetes en marcial desfile ante la triste mirada de Leoniv Brezhnev, en las afueras del Kremlin. Su pasado parece jugarle trampas. Transita por el filo de una navaja democrática que no termina de descuartizar sus ansias de volver a vestir el traje del comunismo internacional. Su espíritu quiere reverdecer antiguos laureles que caducaron cuando su régimen perdió la batalla ideológica. Ahora están en la búsqueda de abrir espacios para que sus ciudadanos tengan la posibilidad de conocer la visión latinoamericana sobre diversos temas. Gracias a esa política comunicacional nos escogen para tener una aproximación de lo que ocurre en nuestras tierras; tal distinción me llena de satisfacción y más conociendo que seremos solo 10 latinoamericanos lo que publicaremos en un medio que leen millones de personas. El colega periodista moscovita Igor Kirakev, del semanario Zavtra, me notifica que han abierto una ventana internacional en la que publicarán de manera consuetudinaria trabajos nuestros que tomarán de algunos de los diarios más importantes del hemisferio occidental. Sorprende el seguimiento que hacían de nuestro trabajo desde hace mucho, y más cuando el medio está vinculado con un gobierno que es aliado de la dictadura venezolana.  Socio del canal de televisión internacional ruso que emite para los cinco continentes con una línea editorial que añora su pasado comunista. De todas formas, bienvenido el debate en cualquier espacio en el que la libertad puede alumbrar aunque sea con una pequeña luz. Tarea ciclópea darle vuelo a la imaginación para conseguirnos con el ávido lector de la federación rusa. Realidades tan disímiles para lograr llegarle a sus preferencias. Nuestro mundo es un misterio para ellos, al igual que su idiosincrasia significa una historia que estuvo proscrita por décadas de oscurantismo.

En el viaje de las palabras nos encontraremos con una mirada distinta al avistamiento de nuestra América. Desde acá le colocamos la pasión de las historias inolvidables con héroes perfumados de pueblos con fantasmas y aparecidos. Somos un continente vibrante, con sus contrastes explosivos, en donde nos acarician los océanos, y nos visten con el verde atuendo del traje de nuestras selvas hasta llegar a la plenitud de las cordilleras, con su manto que es el peregrinar de un sueño eterno. La madre rusa es un impenitente sendero de hielo profundo, gélidas perspectivas en pueblos errantes que se alumbran con los vestigios de su tradición de resistir al invasor con su disfraz de lobo estepario. Quizás en medio de la nieve conseguirán párrafos de un latinoamericano que escribe buscando que entre ambos destinos podamos sellar un encuentro imaginario entre viajeros de un rumbo nuevo…

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