Los aspectos tratados en la reunión celebrada el pasado 8 de noviembre, entre Nicolás Maduro y el cuerpo de generales y almirantes, casi no se conocen. Me imagino que a causa de la permanente restricción impuesta a los medios de comunicación no gubernamentales. La poca información difundida ha sido sumamente repetitiva. Tampoco se percibe en las diferentes tomas televisivas, con suficiente claridad, si hubo un período de preguntas y repuestas después de terminar la intervención de Nicolás Maduro. Lo que sí se trató de resaltar, con particular interés, fueron los aplausos que los generales y almirantes prodigaron a sus palabras. No tengo la menor duda en afirmar que la idea de dicha reunión debe haber surgido como consecuencia de informaciones recibidas de los servicios de inteligencia que señalan un creciente descontento en todos los cuadros militares. Este hecho es normal que esté ocurriendo, ya que el malestar nacional se incrementa permanentemente como consecuencia de la gravedad de la crisis que en todos los órdenes aqueja a la sociedad venezolana. Ese malestar es imposible que no se transmita a los cuadros militares, ya que sus familiares tienen que enfrentar diariamente el indetenible proceso inflacionario, la escasez de productos de primera necesidad, la inexistencia de medicinas, el colapso de los servicios públicos, la inseguridad desbordada y pare usted de contar.

Durante estos dieciocho años les he dirigido permanentemente numerosos mensajes, tratando de hacerles ver la inconveniente orientación que, en todos los aspectos del devenir nacional, ha tenido y tiene el régimen chavista, ahora llamado madurista. El caos generalizado que vivimos actualmente los venezolanos es una clara demostración de cuánta razón teníamos quienes nos dedicamos obstinadamente a advertir los peligros que enfrentábamos. Sin embargo, uno de los aspectos que siempre me ha sorprendido es el silencio de la Fuerza Armada Nacional ante el creciente proceso de disolución nacional. Desde 1958, año en que los altos mandos decidieron abandonar el ejercicio directo del poder político, nos transformamos en un importante factor de poder que le permitió a la institución armada opinar con prudencia y discreción, pero con gran firmeza, sobre cualquier circunstancia que pudiese comprometer el destino nacional. Esa patriótica actitud le fue reconocida por los venezolanos que siempre la colocaron entre las tres instituciones de mayor prestigio en nuestra sociedad. Esa trascendente conducta fue desechada durante estos años. Los mandos de la Fuerza Armada Nacional consideraron involucrarse en el ejercicio directo del poder político sin valorar lo que significaba comprometer a nuestra institución en los graves errores que se estaban cometiendo en la conducción de Venezuela

Intento retomar mi prédica con la esperanza de ser escuchado por ustedes y poder así contribuir a que se tomen las medidas necesarias para evitar se sigan cometiendo tantas equivocaciones. Su contenido buscara hacerles ver la realidad de lo que ocurre en Venezuela. Analizaré en seis artículos los principales problemas políticos, económicos, sociales, internacionales y militares de la actual realidad nacional. Estoy seguro de que la mayoría de ustedes la conocen, aunque la permanente campaña de propaganda del régimen puede confundir, a través del engaño y la ilusión, a cualquier ciudadano que no sea suficientemente perspicaz para dedicarse a buscar la verdad de lo que ocurre en nuestra patria. Comenzaré por responder a algunos de los planteamientos puntuales realizados por Nicolás Maduro durante su disertación. En un primer aspecto busca convencer a los asistentes de que los permanentes accidentes ocurridos en instalaciones vitales de servicios públicos se originan por permanentes sabotajes de militantes de la oposición. Ustedes saben perfectamente bien que ese señalamiento es una irresponsable manipulación política. El problema se reduce a varios aspectos: robo de materiales que tienen un alto costo en un mercado ilegal que no ha sido controlado por existir complicidad con funcionarios públicos, un limitado entrenamiento de los operadores y una absoluta falta de mantenimiento.

Así mismo, Nicolás Maduro resaltó en su exposición que “Venezuela vive una arremetida nunca antes vista por razones que obedecen a motivos de geopolítica, una batalla por los territorios, las riquezas y los minerales”. La supuesta “arremetida” contra Venezuela ha sido otro factor de manipulación de la opinión pública que busca explotar, a través de la propaganda, nuestro exacerbado nacionalismo al insistir permanentemente en que el imperialismo norteamericano busca apoderarse de las riquezas de Venezuela. Sin embargo, tanto a ustedes como a todos los venezolanos nos consta la política entreguista que Hugo Chávez y Nicolás Maduro han mantenido en contra de los más altos intereses nacionales. Evidencia de ello han sido, entre otras, la invasión cubana en todos los aspectos, incluyendo los más sensibles de la vida nacional, la negligencia cómplice en el manejo de nuestra reclamación en el Esequibo, la permisividad ante las grandes transnacionales en la explotación petrolera y minera y la negligencia cómplice con el crimen organizado. Además, se ha buscado una alianza con China y Rusia, no solo desde un punto de vista comercial, perfectamente aceptable, sino político-estratégico, que busca reeditar los tiempos de la Guerra Fría, en la cual Venezuela tendría un papel importantísimo en el enfrentamiento contra Estados Unidos. Hay que recordarles a estos estrategas de pacotilla el fiasco de Fidel Castro en la crisis de los cohetes en 1962.

Mantener que la posición de la fiscal Luisa Ortega Díaz era parte de “un plan acordado con sectores externos de poder para intentar incendiar a nuestro país” es una exageración difícil de aceptar. Su posición surgió ante la inconstitucional sentencia del Tribunal Supremo de Justicia que buscaba disolver en la práctica la Asamblea Nacional. También es necesario recordar que la doctora Ortega Díaz era de reconocida militancia chavista. Es mucho más lógico pensar que su distanciamiento con el gobierno madurista surgió por razones de luchas internas en el PSUV. Otro aspecto, que por lo menos causa sorpresa, es su afirmación: “La oposición no tomó en cuenta mi llamado a un diálogo”. Es más que conocida la carta pública del cardenal Pietro Parolin en la cual mantuvo que el diálogo había fracasado por irresponsabilidad del gobierno de Maduro y las palabras del Santo Padre con respecto a Nicolás Maduro en septiembre pasado: «Lo que dice (el presidente Maduro) que lo explique él. No sé qué tiene en su mente. Pero la Santa Sede hizo mucho». También afirmó que la solución de la crisis había sido consecuencia de la asamblea nacional constituyente comunal. Parece no recordar la forma inconstitucional como fue convocada y el rechazo a su legitimidad realizado por más de 90 países en el mundo.

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