El 21 de abril de 1975 el economista Milton Friedman envió una carta al entonces presidente de Chile en la que le transmitía su opinión acerca de la situación económica de ese país (luego de completar una visita).

El objetivo de las siguientes líneas no es hablar bien de Pinochet, sino mostrar cómo hace casi 43 años Milton Friedman recomendaba un conjunto de (lógicas) medidas económicas a Chile que hoy pudieran encajar perfectamente en Venezuela. La principal virtud de los hacedores de política económica chilenos fue entender la necesidad de acabar con la crisis económica y que las reformas emprendidas sentaran las bases institucionales para generar bienestar a sus ciudadanos.

Para Friedman el problema económico fundamental de Chile “tenía claramente dos aristas: la inflación y la promoción de una saludable economía social de mercado”. Con respecto al primer problema, Friedman siempre tuvo claro su origen, el financiamiento del déficit fiscal. En tal sentido, comenta en la carta: “La causa de la inflación en Chile es muy clara: el gasto público corresponde, aproximadamente, a 40% del ingreso nacional. Cerca de 25% de este gasto no deriva de impuestos explícitos, por lo que debe ser financiado a través del impuesto oculto de la inflación (emitiendo una mayor cantidad de dinero)”. Esas líneas, analizando el proceso inflacionario chileno, parecen un espejo para explicar por qué en Venezuela hoy padecemos de hiperinflación. El país tiene al menos 10 años con déficits fiscal recurrentes y al menos 7 con resultados de doble dígito. Imposible establecer una política antiinflacionaria óptima sin atacar el desastre fiscal.

“Existe solo una manera de terminar con la inflación: reducir drásticamente la tasa de incremento en la cantidad de dinero”, afirma Friedman y agrega: “El único modo para lograr la disminución de la tasa de incremento en la cantidad de dinero es reducir el déficit fiscal y la manera más conveniente para hacerlo es contraer el gasto público, lo cual contribuirá al fortalecimiento del sector privado y, por ende, a sentar las bases de un saludable crecimiento económico”. Friedman recomendaba un programa de shock para eliminar la inflación rápidamente y al mismo tiempo lograr los incentivos necesarios “para una efectiva economía social de mercado”.

Friedman no se queda solo con las recomendaciones sobre inflación. A manera de resumen enumera un conjunto de políticas que, a su juicio, se deberían tomar en la Chile de 1975 (y que tienen una actualidad interesante para la Venezuela de hoy). Inicia recomendando una reforma monetaria (quitarle ceros a la moneda): “Esta medida no produciría ningún efecto sustancial, pero cumpliría una valiosa función psicológica”; explica la necesidad de aproximarse a un tipo de cambio de libre mercado; les pide la eliminación de la mayor cantidad posible de obstáculos al desarrollo del libre mercado (flexibilización de leyes laborales, desmontar controles de precios, crear incentivos a la empresa privada, etc.); buscar “un crédito externo de estabilización”; comenta la importancia del “categórico compromiso” que debe tener el gobierno para no caer en los errores del pasado; y termina resaltando la necesidad de un programa social que ayude a los más pobres, porque en el medio de la implementación del programa económico pueden sentirse excluidos o perjudicados por estas reformas y por lo tanto perderían apoyo popular las medidas (además de que sus beneficios no se percibirían en el corto plazo y esto podría afectar la paciencia de la gente).

Ideas de hace 43 años que, por ser muy obvias, siguen vigentes pero que lamentablemente en el gobierno venezolano no tienen oportunidad de despertar interés (no hay intención de atacar la crisis económica).

Este artículo lo hice pensando en Venezuela, pero también en mi papá, quien nos motivó a estudiar Economía, a revisar las ideas de Friedman. Papá, va en tu honor, QEPD.


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