En mi anterior columna reporté que en la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos detecté un raro ambiente que describí como de “euforia angustiada”. Euforia por la recuperación de las principales economías del mundo y, sobre todo, por la enorme alza de los precios de las acciones cotizadas en las bolsas de valores, principalmente en Wall Street. No obstante, también detecté que en todas las conversaciones los eufóricos líderes empresariales denotaban una cierta angustia. Sentían que había muchas cosas que no andaban bien y que las causas de la euforia podían esfumarse de un día para otro.

Y así pasó. Pocos días después de la reunión en Davos, los precios de las acciones en Wall Street sufrieron una caída histórica que generó inmensas pérdidas. Naturalmente, este colapso bursátil ha producido innumerables titulares y comentarios. Pero al mismo tiempo que el derrumbe de la bolsa atraía la atención del mundo, estaban ocurriendo otras dos cosas que, aunque pasaron casi inadvertidas, a la larga podrían tener tantas o más consecuencias que la volatilidad financiera de estos días.

La primera es que el gobierno de Donald Trump anunció una nueva política sobre el uso de armas nucleares que incluye la posibilidad de usarlas en reacción a ataques no nucleares. La segunda es que es que hace pocos días se supo que en noviembre del año pasado Estados Unidos produjo más de 10 millones de barriles de petróleo, un récord que no rompía desde 1970.  Veamos.

Al final de la tarde del pasado viernes 2 de febrero, mientras la mayoría de los estadounidenses se preparaba para el descanso del fin de semana, su gobierno hizo público un documento titulado Revisión de la Postura Nuclear (NPR, por sus siglas en inglés). Este es un documento que todos los gobiernos de Estados Unidos producen regularmente para describir cuál es el rol que el presidente de turno le va a dar a las armas nucleares en la seguridad nacional del país y qué tipo de armamento nuclear va a necesitar para apoyar esa postura.

El NPR divulgado por el Ministerio de Defensa de Donald Trump ese viernes rompe drásticamente con la continuidad que en este ámbito habían mantenido todos los presidentes estadounidenses durante casi medio siglo. La posición común había sido la de disminuir el rol y el número de las armas nucleares. En cambio, la nueva postura es que Estados Unidos va a aumentar la importancia de estas armas en la defensa del país, así como la inversión en el arsenal nuclear. También va a diversificar más el tipo de armas de ese tipo.

El cambio más radical de esta NPR es que si bien afirma, como lo habían hecho todos los anteriores presidentes, que las armas nucleares solo serán usadas en “circunstancias extremas”, la postura de Trump amplía la definición de cuáles son las circunstancias extremas que justificarían un ataque nuclear por parte de Estados Unidos. Notablemente, incluye la disposición a usarlas contra quienes hayan perpetrado ataques no nucleares contra Estados Unidos. Un ejemplo sería la retaliación nuclear contra quienes hayan llevado a cabo un masivo ataque cibernético contra la infraestructura física de Estados Unidos –la red eléctrica, el sistema financiero, etc–. Esta nueva postura va a estar sustentada en la creación de nuevas bombas nucleares que serían más pequeñas, más usables y de menor potencia explosiva. En el lenguaje de los expertos estas serían bombas nucleares “tácticas” y no “estratégicas”. El pequeño detalle que no se discute mucho es que estas “más pequeñas” bombas nucleares “tácticas” son  tan devastadoras como las que se usaron en Hiroshima y Nagasaki. 

La inmensa mayoría de los expertos están alarmados por la adopción de esta nueva postura nuclear. Muchos opinan que aumenta la probabilidad de una guerra nuclear, mientras que otros señalan que esto va a conducir a una nueva carrera armamentista. Naturalmente el costo de esta NPR es inmenso y va a contribuir a aumentar el déficit fiscal de Estados Unidos.

No importa. Ninguna de estas críticas es suficiente para alterar el rumbo nuclear decidido por el presidente Trump.

Por otro lado, la buena noticia para los estadounidenses es que se ha consolidado la tendencia a su creciente independencia energética. Si bien Estados Unidos aún importa crudo desde problemáticos e inestables países del Medio Oriente, su producción doméstica crece a gran velocidad. El boom petrolero de Estados Unidos ha sido extraordinario. Se estima que para 2019 producirá 12 millones de barriles de crudo cada mes. La mitad de los 10 millones de barriles de petróleo producidos en noviembre del año pasado se originó en yacimientos que hasta hace unos años eran inaccesibles –básicamente ahora es posible extraer crudo y gas de las rocas de esquisto (shale) a través de la fragmentación hidráulica de esas rocas (el famoso fracking). Hace 10 años solo 7% del crudo producido venía de esas formaciones.

Obviamente las implicaciones económicas de este auge petrolero estadounidense son enormes. Y las geopolíticas aún más.

Tanto la nueva postura nuclear como la creciente autonomía energética refuerzan el aislacionismo que caracteriza la forma de pensar de Donald Trump.

America alone” o “América sola” no es solo una descripción hipotética de las ideas de este presidente. Es un eslogan que resume bien adónde Trump está llevando a su país.

Twitter  @moisesnaim


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