En medio de la zozobra y angustia causada por los tiempos de cambio que corren en Venezuela, las redes sociales y los medios electrónicos, inundados y saturados con tanta información política, se toparon de repente, la noche del pasado sábado 9 del febrero de 2019, con una noticia que rompió el celofán: cayó un meteorito en Valencia. Pudimos ver videos del objeto incandescente en caída libre con ángulo de fuerte inclinación, imágenes del incendio provocado en el sitio del suceso, gente buscando el supuesto meteorito en la zona quemada, etc. Al día siguiente los comentarios sobre el fenómeno continuaron y se mezclaron con la política y el humor. En un WhatsApp leíamos, “que mala suerte que esa vaina no cayó en Miraflores”. En otro, si el anterior al de Valencia cayó en Cuba (01-02-19), el próximo caerá en Nicaragua o en Bolivia, los cielos están hablando. En un tweet hay un video ridículo y grotesco en donde el gobernador de Carabobo, en lugar de ordenar protección del lugar para investigación científica posterior, aparece con una bolsa en la mano para mostrar la causa del “meteorito”: saca de la bolsa un murciélago de goma y dice que fue Drácula el culpable.  En otro WhatsApp, se aludía a un “meteorito político” o pote de humo lanzado por el gobierno madurista de facto, para distraer la atención. Pero más gracia me causó lo que pusieron cómicamente en boca del ex-presidente Maduro y usurpador del cargo: “Rechazamos la injerencia del pueblo de Marte, no aceptamos meteoritos ni meteoritas de nadie… NO a la invasión intergaláctica” (hay otros más satíricos o ácidos y ofensivos que no puedo mencionar por razones obvias).

Pasaron los dias y el “meteorito” de Valencia de 2019, después de haber caido ahí, cayó en el olvido aun más en medio de la tragedia politica que vive el pais. Mas allá de todo esto, y tomando el asunto en serio, ¿qué fue lo que cayó en Valencia esa noche? ¿Fue realmente un meteorito o fue otra cosa? Y si lo fue, ¿por qué no se encontró? ¿Qué tamaño tenía? ¿Qué velocidad traía? Antes de dar mi opinion, en las respuestas a estas preguntas, deseo poner el tema en amplio contexto.

Entre el 1 de diciembre de 1994 (asteroide 1994XM1) y el 11 de diciembre de 2002 (asteroide 2002XV90), por lo menos 10 asteroides, de diferentes tamaños, conocidos como NEOs (Near Earth Objects), en sus respectivas fechas u ocasiones,  se aproximaron mucho a la Tierra a distancias que variaron entre 1/3 y 20 veces la distancia orbital de la Luna, sin ninguna consecuencia que lamentar para nosotros y sin que nadie se diera cuenta, excepto los astrónomos expertos que rastrean y vigilan el cielo.

Según The Angeles Times (08-04-2002), existe la posibilidad que en el año 2880 el asteroide 1950AD nos impacte; una situación semejante se presenta con el asteroide 2002NT7, el cual chocaría este año de 2019, según The New York Times (25-07-2002). Y si este último falla, diez años más tarde, el viernes 13 de abril de 2029, el asteroide 2004MN4 pasará peligrosamente también cerca de la Tierra, pero seguramente fallará también ya que presumiblemente se estima que no habrá colisión. Esta última información, emanada  en mayo de 2005 como boletín de prensa de la NASA, junta a la antes indicada, es suficiente para recordarnos nuevamente que la Tierra está permanentemente bajo la amenaza de choques de objetos ultraterrestres que, como en el pasado, le han ocasionado o le pueden causar significativos daños cuyas implicaciones, que pueden llegar a ser catastróficas para la vida, dependen de las características físicas del proyectil y de las condiciones del impacto.

Dadas las evidencias pasadas y presentes, directas (cráteres) e indirectas (extinción de especies) y a las especulaciones que se han generado en torno a este tema, éste ha pasado a ser materia de importante consideración no solo por parte de la comunidad científica sino también por otros sectores de la sociedad y de la opinión pública internacional. Por tal motivo, y como un aporte mas al debate, conviene, en esta oportunidad, referirnos a algunos elementos de juicio sobre este tópico para, en una primera aproximación, profundizar mas sobre  la idea global y general que se tiene acerca de cuáles podrían ser las perturbaciones causadas en la biosfera por impactos de tales objetos como los asteroides y cometas.

Dichos elementos se basan en los cambios sustanciales de las propiedades ópticas y en la transferencia de la radiación que se pueden producir en la atmósfera terrestre, si grandes cantidades de material, diferente a los que originalmente componen la misma, se introducen en ella por estas causas. La incidencia que esto tenga sobre el delicado y sensible régimen térmico natural de la atmósfera terrestre, la hemos analizado en el Departamento de Fisica de la Facultad de Ciencias de la Universidad de los Andes-Mérida con un modelo simple de “caja” cero-dimensional de balance de energía, dependiente de la profundidad óptica, cuyos resultados muestran gruesamente cambios apreciables en los patrones de la temperatura atmosférica que, en este caso, se constituyen en situaciones potencialmente peligrosas para el medio ambiente.

Como una primera entrada al problema, se investigó en particular el proceso de calentamiento-enfriamiento radiativo a través de la detección de un efecto de invernadero o antiinvernadero, cuando hipotéticamente entra en la atmósfera polvo mineral extra que la inunda, producto de impactos de numerosos objetos como asteroides o cometas que presuntamente hace colisión con nuestro planeta en términos de millones de años. Los resultados hallados en estas circunstancias, se compararon con los obtenidos con modelos diferentes y al respecto, se encontró acuerdos y consistencias preliminares que ratifican, una vez más, las posibilidades de perturbaciones atmosféricas por las causas señaladas las cuales pueden afectar ostensiblemente la vida sobre la Tierra, en el caso de que no se tomen acciones preventivas que eviten tales choques o encuentros. Sobre este tema tuvimos la oportunidad de hacer una presentación en la Universidad de Carabobo y más recientemente el Centro de Física del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) y estamos trabajando en un libro que lleva por título Eventos Climáticos Extremos en Marte y la Tierra – Polvo, Asteroides, Cometas y Misiles Balísticos.

La anterior posibilidad va en serio. Baste recordar la famosa y tremenda explosión de la remota región de Tunguska (Siberia) el 30 de junio de 1908 la cual se le atribuye a la entrada de un NEO (pero que no se sabe si fue un cometa o un asteroide). Y más recientemente, el 1° de febrero de 1994, otro NEO entró a la atmósfera terrestre explotando afortunadamente a 21 km de altura sobre la Micronesia (océano Pacífico), con un poder cercano a la bomba de Hiroshima. No hace mucho, en la mañana del 15 de febrero de 2013, un meteorito cayó en Cheliabinsk, ciudad de Rusia en la zona sur de los Urales, aproximadamente a las 9:20 hora local. El proyectil sobrevoló varias provincias cercanas. Se fragmentó explosivamente en pedazos que juntos, podrían haber sumado un peso de entre 4.000 y 6.000 kg. El pedazo más grande, de unos 650 kg, cayó en el lago (congelado) de Chebarkul, siendo recuperado después. La onda de choque generada por la explosión fragmentaria impactó la ciudad, causando daños humanos y materiales; hubo destrucción de ventanas, vidrios, etc. y, tal cual, como proyectiles, hirieron a personas. Eso quedó registrado en videos. El bólido liberó una energía de 500 kilotones, equivalente a treinta veces la bomba atomica de Hiroshima, y explotó aproximadamente a 20.000 metros de altura. Seguía una órbita que lo acercaba al Sol a una distancia similar a la que tiene Venus al Sol y alejándose hasta el cinturón de asteroides. Se afirma que, tiempo atrás, el asteroide progenitor chocó contra otro objeto o se aproximó demasiado al Sol antes de cruzar la atmósfera de la Tierra como una bola de fuego. La mayor parte de la energía se liberó entre los 5 y 15 km de altura, lo que hace peculiar a este evento; aunque objetos como estos caen varias veces al año y suelen quemarse a mayor altura (30-50 km) tras penetrar la atmósfera; uno de los precedentes más populares es el del referido bólido de Tunguska de 1908, durante el reinado del zar Nicolás II en la Rusia imperial, hace mas de 100 años.

No pasó un año cuando el 2 de enero de 2014 una red de detección de energía acústica de baja frecuencia extrema (20 ciclos por segundo o menos), operada por la organización del tratado de prohibición de pruebas nucleares, pudo detectar una explosión aérea asociada con la entrada y desintegración de un proyectil ultraterrestre, que posteriormente lo llamaron 2014AA, y que pasó inadvertida al público. Tres estaciones infrasónicas de esta red, triangularon la posición en la atmósfera de esta roca espacial al momento del estallido, ubicándola en 40 grados oeste, 12 grados norte, sobre el océano Atlántico, a 3.000 km al oeste de Caracas. Se hubiera movido un poco hacia el oeste, este bólido hubiera explotado sobre nuestro país cuando la gente, a pesar del lío político, celebraba la llegada del Año Nuevo. Asombrosamente, este objeto fue detectado ópticamente (en la constelación de Orión) por un telescopio en Arizona doce horas antes, a las 11:18 pm hora local del 31 de diciembre de 2013, a 500.000 km de la Tierra, pero no se imaginaron que se aproximaba rápidamente hacia nosotros. Se estima que la energía liberada estuvo entre 500 y 1.000 megatones, lo que induce a pensar que el objeto no era mayor que el tamaño de un carro. Era demasiado pequeño para que algo de él llegara a la superficie. Nadie vio la explosión ni desde barcos ni aviones; seguramente, ya todos estaban ebrios por el Año Nuevo o dormidos. Nadie fue testigo de la bola de fuego que pudo haberse originado. Este evento ocurrió a las 3:00 am, tiempo de Greenwich, horas después de haberse detectado en Arizona y 5 años después cuando otro pequeño asteroide, llamado 2008TC golpeó la Tierra sobre Sudán justamente 19 horas después de su descubrimiento por el mismo telescopio.

¿Desde cuándo ocurren estas colisiones? En 2013 un artículo científico aparecido en The Journal of Geology, publicado por investigadores internacionales, da cuenta de evidencias estratigráficas encontradas en el terreno de los Andes merideños relacionadas con un posible impacto de un asteroide hace 12.800 años, lo que indica que pudo verse afectado todo el territorio nacional. Estas evidencias consistieron en el hallazgo de unas estructuras microscópicas, denominadas esférulas o tectitas de composición y morfología idénticas o semejantes a las encontradas en sitios de otros impactos como los de Chicxulub en Yucatán, Chesapeake Bay en Canadá, Tunguska en Rusia y otros. Según los expertos, la formación de estas esférulas no se puede explicar con procesos como los geológicamente lentos (diagénesis, metamorfosis, etc.), los volcánicos, contaminación humana, sino con aquellos que son muy rápidos, derivados de la ablación violenta del material del asteroide mientras se consume y explota, bien sea en el aire o en su choque contra la superficie, generando un cráter. Concluyen los autores de este trabajo que el sitio investigado en los Andes venezolanos, denominado técnicamente MUM7B, junto con otro investigado en Perú, son los sitios mas australes que exhiben las primeras evidencias de los efectos en Suramérica de ese impacto.

Regresando a Valencia, finalmente, ¿qué pasó allí? Sin poder ir hasta el sitio, por encontrarnos en el exterior (Estados Unidos) y que debe estar ya contaminado por los curiosos que estuvieron allí, lo que tenemos a la mano son imágenes del descenso del objeto acercándose a la superficie, imágenes del incendio, imágenes de la zona quemada y testimonios. Visualmente no se ve que haya habido impacto, por lo que el objeto llegó desintegrado. ¿Chocó contra el suelo? Los testimonios no reportan ruido de impacto alguno. Habría que ver algún registro sísmico para saber, pero ¿lo habrá? No lo sé. La zona quemada debe tener como 30-35 metros de diámetro (menos de media cuadra), si la asumimos circular. El objeto incandescente se ve esférico, por lo que debió haber tenido un volumen de entre 14.000 y 22.000 metros cúbicos. En un video, una niña le dice a la otra que siente un ruido y acto seguido ven el objeto cayendo y salen corriendo asustadas y gritando; posiblemente el objeto viene a una velocidad supersónica, pero no muy por encima de la velocidad del sonido en el aire (300 m/s). Para tener una idea de su peso, hay que tener una idea de su masa, por lo que hay que saber su densidad. Si asumimos una densidad promedio de 1.190 kg por metro cúbico, derivada de estudios sobre asteroides, y una aceleración de la gravedad local de 9,8 metros sobre segundo al cuadrado, nos da una tonelada y media que fueron consumidos; estos son estimados, por supuesto, un poco exagerados, creo, porque no hemos tomado en cuenta el ángulo de inclinación de la trayectoria. Diríamos, para ser conservadores, que el objeto de Valencia bien podría haber pesado por lo menos media tonelada (aproximadamente 500 kg). Hasta donde sabemos, tampoco hubo reportes de olores raros en el lugar que pudieran indicar, por ejemplo, un arma o artefacto químico.

Existe otra posibilidad de que haya sido un pedazo de cometa, cuya densidad es diferente y menor que un asteroide. Si mantenemos los otros parámetros o datos de entrada fijo el peso podría caer, tal vez, a la mitad. Otra cosa que llama la atención es que no se reporta haberse escuchado ninguna explosión previa. O sea, que no hubo fragmentación explosiva del proyectil. Eso me lleva a pensar que lo que cayó allí fue algo construido por el ser humano. Los chavistas más ridículos dirían que es alguna arma secreta de la CIA o el Pentágono para atentar contra la patria y la revolución, pensando que les están hablando a gente estúpida. Pero yo diría, más bien, que lo que cayó ahí fue un pedazo de chatarra espacial que se desintegró en el aire tal cual como les ocurrió a los pedazos que quedaron del transbordador espacial Columbia de la NASA, cuyas imágenes en los videos se ven cayendo incandescentes. Por eso fue que no encontraron nada.  Aquí permítanme hacer una aclaratoria: una cosa es un meteoro y otra un meteorito; un meteoro es algo que cae del cielo y cruza la atmosfera volviéndose brillante por el roce con el aire. Si logra sobrevivir, queda la muestra y se llama meteorito; si no logra sobrevivir, y se desintegra totalmente en el aire, no es meteorito. Todo meteorito fue meteoro, pero no todo meteoro se convierte en meteorito. Por supuesto que la hipótesis de un meteoro muy pequeño, que llegó desintegrado a la superficie en Valencia, también es válida. En consecuencia, stricto sensu no hubo ningún meteorito de Valencia (porque no quedaron rastros o fragmentos).

Con relación a la energía del proyectil, su estimación se la dejo al lector como tarea para la casa. Como ayuda, adelanto que se puede hacer a través de la ecuación de la energía cinética que aprendimos en Física de tercer año de bachillerato, la cual dice que esta energía es igual a un medio (1/2) multiplicado por la masa y por su velocidad elevada al cuadrado. El resultado se puede convertir, entonces, a su equivalente en kilotones (kilos de TNT o nitrotolueno). Pero esto último no seria tan necesario, porque no habría comparación, ya que no hubo explosión sino combustión producida por el roce del aire de la chatarra espacial, si este fuera el caso; chatarra dejada no solamente por la NASA sino también por Rusia, China, Japón, la India o la Unión Europea.

Afortunadamente, nadie salió herido, o nada material se perdió en el suceso. Si alguna vez paso por Valencia, iré al sitio para ver si encuentro algo que haya sobrevivido y me dé alguna pista o la razón. Le pediré al próximo gobierno democrático de Venezuela recursos para hacerlo. Sin querer competir con el famoso programa radial caraqueño Nuestro insólito universo, ojalá que estas ideas contribuyan a responder a la pregunta, ¿qué cayó realmente en Valencia el pasado sábado 9 de febrero de 2019?

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