El que la hace la paga, dice el refrán, tanto en el mundo civil como el militar. Debe saberlo, el octogenario al cual la tramoya oficialista permite el uso de uniforme y soles con su esquelética cara siempre amarrada de general. Los castrenses enfrentan a civiles que protestan con riesgo de humanidades y pulmones, cargando en sus conciencias decenas de caídos e innumerables lesionados, sofocados, magullados y arrestados. De parte y parte son jóvenes sin memoria de la historia.

El uniforme militar rediseñado a la usanza cubana, que deben lucir dentro de las instalaciones castrenses y pueden utilizar en la calle -desde reprimir ciudadanos que reclaman libertad, hasta ir al médico. En tiempos pretéritos pero nunca olvidados, en época previa al coloniaje cubano, la vestimenta castrense era cosa seria y de prestigio. Dejar el carro mal estacionado con la cachucha visible, era antídoto contra cualquier multa en años de la dictadura del hombre que transformó la estructura física del país, aunque amalgamó mucho del concreto con sangre, llanto y dolor.

Sólo a modo de información, aportó a la patria los primeros jets de combate en América Latina. Atiborró a Venezuela de carreteras y autopistas, edificó la imponente Escuela Militar, construyó la Avenida Los Próceres, erigió los monolitos con estatuas de los ilustres y grabó los nombres de combatientes por la independencia. El gabinete estaba integrado por especialistas, con sólo dos o tres militares de confianza.

Pero su constante y despiadada persecución de todo aquel se le opusiera, fue una criminal política que, en su estilo, es lo único que el castro-madurismo y militares que levantan el puño izquierdo le están copiando a Pérez Jiménez. Reescribiendo con saña y militares ejecutores -después de todo, los jefes de la Policía Nacional Bolivariana son militares, en consecuencia, los que atienden cubanos uniformados. Son militares quienes tienen a sus regentes denunciados de graves delitos, y muchos de los que mandan en esta Venezuela desgarrada, son militares activos y retirados.

Lo que deben todos recordar, no los altos mandos que tratarán de evadirse y huir escudriñando refugio, sino los que se quedan en Venezuela, quieran o no, siguiendo sus carreras, buscando desarrollar y escalar en sus oficios. Pero, ¿tendrán la misma aureola militar de años atrás?

Como parte intima e integrante de estos años de revolución y fracaso bolivariano, corren con la misma buena o mala suerte. No es sólo de grado, es asunto de uniforme e institución. ¿Han observado las fotos, son numerosas y frecuentes, de Chávez y Maduro rodeados de uniformes que se cuadran, aplauden, y miran con devoción? Así los perciben vecinos, familiares, los que andan por las calles, integrados en el mismo documental siniestro de hombres, mujeres y hasta algún soldado revisando las bolsas de basura, de largas colas, de represión e indignación.

Hagan memoria, lean historia o pregúntenle a los pocos militares retirados que van quedando de aquellos años, de cómo el pueblo dolorosamente aprendió a odiarlos, no por ideología sino porque fueron puntal y fuerza de aquella dictadura plena de arbitrariedades y desafueros. Por eso asumieron disimulos encubiertos de civiles, colgando y ocultando el uniforme en los cuarteles porque en las calles, los atavíos militares eran rechazados con desprecio, resentimiento y tristemente llegaron momentos hasta de agresiones.

También es necesario acordarse de la trágica historia de los militares argentinos, uruguayos, brasileros y chilenos que apoyaron dictaduras y crímenes en aquellos años tenebrosos de infamias y vergüenzas. Han terminado repudiados, odiados y encerrados en celdas para delincuentes, en cuya soledad sólo les acompaña sus memorias criminales, a la vez que los protegen contra la furia de los pueblos a los cuales maltrataron, hostigaron y en casos, ejecutaron.

Los nuestros, de cualquier jerarquía o rango, deben imaginarse transitando en sus comunidades con la cabeza gacha ¿cómo darán la cara a familiares y amigos? Podrían ser señalados y censurados, en la próxima Venezuela que está naciendo.

En estos momentos pesa mucho la sangre derramada, son demasiados los muertos en las protestas, la angustia y asfixia de incontables gaseados, las secuelas de los heridos se cuentan por miles, el trauma de apresados y torturados ofenden el alma, sin comentar rencores acumulados que destrozan el espíritu.

Poner en práctica el enjuiciamiento de civiles en el ámbito y reglas de tribunales militares, además de absurdo e ilegal, es un ejemplo chapucero pero categórico de que el oficialismo recoge con beneplácito y satisfacción, el método y medidas de su mentor. El déspota e impresentable Raúl Castro.

En este régimen transferido a la dictadura castrista han sido muchos más los militares activos desempeñando cargos públicos, son por mucho, más gobierno. Y en consecuencia, más soporte que en tiempos de Pérez Jiménez. No es un atributo, es una condición de auténtica tragedia vergonzosa.

Y las vergüenzas tarde o temprano se pagan con creces. El uniforme es un poder que se arruga.

No será fácil la vida en sus vecindarios; será difícil y demandará esfuerzos, cuando este régimen concluya y finalice desmoronándose. Y mientras más tarde, más encubridores y corresponsables serán los militares, buenos y malos, honestos y deshonestos, subalternos o de altos rangos.

Porque, aunque no se los hayan enseñado, Simón Bolívar hizo la guerra para crear una República Civil, no un cuartel de 916.445 kilómetros cuadrados, sin sumar el territorio Esequibo cuya reclamación la tienen hoy, militares incluidos, con negligencia deliberada en la dejadez traidora.

Integrantes de los diferentes componentes de la Fuerza Armada, no es insurrección ni sublevación, es el mensaje del Libertador, Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco, no están obligados a cumplir órdenes de reprimir al ciudadano. El militar debe tener en sus principios el verdadero espíritu bolivariano, glorificando las inmortales palabras del Padre de la Patria: “maldito el soldado que apunta su arma contra su pueblo”.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!