El envío de médicos por la dictadura cubana al mundo con la falacia de “solidaridad” o “cooperación” es la aplicación en el siglo XXI del “internacionalismo castrista” que inició las guerrillas en América Latina desde los años sesenta. La dictadura ha integrado una fuerza política internacional con su mayor fuente de ingresos, organizada con personas sometidas, a las que usa en adoctrinamiento, infiltración, inteligencia, control social, movilizaciones y seguridad, cobrando miles de millones de dólares por los servicios profesionales con los que encubre su intervención. Los médicos esclavos son las “fuerzas de ocupación castrochavista”.

El régimen cubano ha informado que sus médicos trabajan en 62 países, que “en 35 Cuba cobra por los servicios médicos”. La “venta de servicios profesionales” básicamente médicos es el principal ingreso declarado de la dictadura cubana con “un monto estimado de 11.543 millones de dólares anuales” entre 2011 y 2015. Su segundo ingreso son las remesas desde Estados Unidos de 3.354 millones de dólares el año 2015 y en tercero el turismo con 2.800 millones el año 2016.

Los médicos cubanos trabajan por y para el régimen en 24 países de América Latina y el Caribe. Brasil, Venezuela, Bolivia, Ecuador destacan por el número de médicos cubanos bajo dependencia y control del Estado cubano, por medio de contratos por los que Cuba percibe el pago por los servicios prestados, montos de los cuales solo una parte –se estima inferior a 25%– es recibida por los médicos. La Organización Panamericana de la Salud es intermediaria del sistema esclavista del siglo XXI.

En la Cuba dictatorial estudiar una profesión es una puerta al futuro con miras a formar parte de la estructura del poder o liberarse en algún momento de la opresión, pero tiene el precio del adoctrinamiento y el reclutamiento obligatorio para servir incondicionalmente al régimen. En la Cuba castrista ninguna profesión es libre, los profesionales son funcionarios dependientes que pertenecen al Estado, al régimen, al dictador.

El entrenamiento político y formación militar operativa es condición esencial para ser “internacionalista” cubano. Trabajar en el exterior es una mejoría importante respecto a la miseria de la isla, aunque el régimen se quede con la mayor parte del salario que cobra por el trabajo del individuo “fruto de la revolución”. Los grupos que son enviados al exterior están organizados jerárquicamente, con mando efectivo, vertical, obligaciones políticas y control permanente. La familia que queda en Cuba cumple el papel de una forma de rehenes para el buen comportamiento del “internacionalista”.

La recepción de médicos y profesionales cubanos se ha generalizado en los países de América Latina controlados o bajo influencia del castrochavismo. En Brasil con Lula y Rousseff, en Venezuela con Chávez y Maduro, en Ecuador con Correa, en Bolivia con Morales, en Chile con Bachelet y en los países del Petrocaribe hay miles de médicos cubanos. Sus capacidades profesionales han sido observadas y cuestionadas, pero pese a crear conflictos con profesionales locales y tener incluso casos de mala practica han sido impuestos con el pretexto de “cooperación” por las actividades políticas y operativas que cumplen.

En las dictaduras de Venezuela, Bolivia y Nicaragua el rol político de los “internacionalistas médicos” es vital para el sistema castrochavista. Son ubicados generalmente en zonas populares y rurales con el pretexto de falta de servicios que irán a cubrir y se incorporan a la comunidad. Hacen adoctrinamiento y propaganda para el régimen, campaña contra quienes identifican como “enemigos del cambio o de la revolución”, tareas de identificación de resistencia o liderazgos democráticos, reclutamiento y organización política. Cumplen tareas de información e inteligencia y cuando hay conflicto son grupos operativos.

Además de fichas de intervención, de transnacionalización de la subversión antidemocrática y crimen organizado, los “internacionalistas cubanos” son víctimas de esclavismo, porque son forzados a producir divisas para la dictadura que les roba su trabajo. Lo prueban las fugas de Venezuela y Bolivia y las revueltas de los médicos cubanos en Brasil denunciadas por The New York Times bajo el título “Te cansas de ser un esclavo”.


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