Lo acontecido en el mes de mayo en nuestro país ha dejado una impronta imborrable de rebelión cívica; con derramamiento de sangre inocente provocada por los cuerpos represivos (milicos & civiles) con que cuenta el régimen. No recuerdo que en nuestros anales patrios se haya mantenido, durante más de cincuenta días –sin descanso alguno–, una movilización social de carácter nacional que ha patentizado la repulsa de la ciudadanía ante el totalitarismo imperante. En los últimos días se han suscitado acontecimientos puntuales que necesitan la debida ponderación. Para ello es necesario hacer el respectivo balance de todo lo acontecido. Desmenuzar también los hechos sobrevenidos. Como colofón, reacomodar –perfilándola– la nueva estrategia necesaria y hacerla armónica con las renovadas tácticas que necesariamente habrán de implementarse.

La premisa fundamental para el respectivo balance consiste en la masiva incorporación de la ciudadanía y de la población en general para testimoniar (mediante el desbordamiento popular acaecido en las calles) el rechazo a los planes continuistas del gobierno (1). Esta incontenible masa popular ha desbordado también a todas las organizaciones políticas. Ha sido un inequívoco sentimiento nacional concertado de manera casi espontánea.

Esta primera etapa –victoriosa sin duda alguna– ha agotado –en mi criterio– el concepto unilateral “marchista” con que la alta dirigencia de la MUD actúa. Estas continuas caminatas (sobre todo en el área metropolitana de Caracas) han dejado un sabor amargo, acompañado con una fuerte dosis de frustración emergente ante la imposibilidad de acceder al municipio Libertador. Esa especie de “nudo gordiano” represivo ha sido liado por la Guardia Nacional, Policía Nacional, Sebin y los pelotones agavillados de las UBCH; con la idea de establecer, como un “asunto de honor”, la imposibilidad para que la mayoría oposicionista pueda transitar y manifestar democráticamente en el territorio donde están ubicadas las sedes de los poderes públicos del Estado. Esta imposibilidad es la que ha propiciado el criminal e infecundo derramamiento de sangre (los asesinatos y demás agresiones cometidos por los grupos milicos y parapoliciales gubernamentales) en las alcabalas portátiles caraqueñas instauradas.

El libreto está elaborado sin esperanzas de modificación alguna: Marcha que se inicie debe ser reprimida ipso facto al costo que sea, incluyendo francotiradores. Así las cosas, es conveniente plantearse un reacomodo estructural de la táctica adoptada. ¿Vale la pena continuar con esta exclusiva rutina?… Pienso que no. La calle no debe ser abandonada a estas alturas de la confrontación. Lo que debe implementarse son nuevas modalidades de faenas democráticas, siempre combativas de calle, distintas a esa especie de “ruleta rusa” que hemos acogido como táctica fundamental. Podríamos hacer, por ejemplo, concentraciones populares a la vieja usanza en los diversos municipios –en las parroquias– de Caracas, con oradores escogidos para efectuar concretos mensajes explicativos de la crisis y de la manera de salir de ella. Luego realizar concentraciones en los municipios caraqueños; para concluir con la gran concentración en un lugar apropiado de la capital. En los estados, las concentraciones pueden hacerse en las capitales y en las diversas poblaciones.

El gobierno ha fijado sus pautas en el proceso: constituyente (¡a la brava!) a todo evento a finales de julio. Instalación consiguiente. Supresión de hecho de la Asamblea Nacional. Redacción de nueva constitución “pret a porter”; con la segura eliminación de las elecciones de gobernadores pautadas para el 10 de diciembre de 2018. “Como Jalisco”; apuntalados por los milicos y los tartufos de la Sala Constitucional del TSJ, tienen abrochado el cierre. ¡De allí no los sacará nadie!… A menos que la rebelión civil ya iniciada proyecte los dispositivos para una intervención concertada cívico-militar y asumir el poder. Quizás con un enfrentamiento cruento (que parece ya indetenible) entre la mayoría de los venezolanos en contra de la minoría gubernamental. Pero que cuenta –eso lo sabemos todos– con un sector de milicos alzados en posiciones de comando contra la Constitución. Son quienes mangonean a la Fuerza Armada Nacional. Me temo que la trágica opción traerá un derramamiento de sangre similar –o levemente mayor– a la que se ha vertido en los últimos cincuenta días. Lo cierto es que el gobierno no cederá en su empeño continuista y totalitario. Contrariando las formas y los modos establecidos; tanto en la Constitución Nacional, como en el ordenamiento legal positivo (2). Tampoco ejercerá el respeto cabal de la CN y demás leyes de la república como producto de una negociación política. Con el Papa o sin él. Con los presidentes obsecuentes conocidos, o sin ellos. Harán “nones” a mediadores eventuales que de buena fe estén dispuestos al diálogo honesto sin sainete.

Establecidos los parámetros anteriores, se hace necesario adecuar las tácticas a emplear para lograr el restablecimiento de la carta magna conculcada. Ya resulta redundante machacar aquello del “golpe de Estado continuado”. También insistir en las violaciones del texto derivadas por las interpretaciones emanadas por la Sala Constitucional del TSJ mediante las recurrentes sentencias torticeras.

Las movilizaciones de masas deben continuar y culminar con el emprendimiento de huelgas o paros escalonados por áreas (industrias, prensa, banca, transporte, docentes, sanitarias etc.) con duración de tiempo establecida: Una primera fase de una hora. La segunda, de media jornada. Tercera, de un día. Cuarta, de tres días. Por último, el ¡paro o huelga general indefinida! Es decir, el paro general debe ser producto de una concatenación de voluntades. Hilvanadas con criterio político claro, preciso y decisorio entre el patrono y el obrero. Entre los empleadores y los empleados. Entre prestadores de servicios públicos con los usuarios de los mismos. Los profesores con los alumnos. Los médicos y demás profesionales de los servicios de salud en armonía con los pacientes. Es decir, todos los ejecutantes de trabajo manual e intelectual en general. Concluir con una fecha tope de implementación: antes de finalizar julio, plazo para la celebración de la espuria elección constituyente.

La dirigencia política y la ciudadanía en general debe abocarse de inmediato a establecer todo tipo de contactos, directos e indirectos; a viva voz, o sotto voce; verbales –con la tradicional “radio bemba”– o escritos; con la inmensidad de los integrantes de la Fuerza Armada Nacional (desde soldados a generales) para recordarles que el artículo 328 de la CN tiene vigencia a pesar de las distorsiones establecidas por la malhadada sala inconstitucional. Este artículo no requiere de interpretación alguna por ser diáfano: “…En el cumplimiento de sus funciones, está al servicio exclusivo de la nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna…”.

Notas:

1.- Canción popular a finales del siglo XIX contra el continuismo de Raimundo Andueza Palacio. Desempolvando y adecuando el estribillo a la actualidad: “Ya Venezuela no quiere guerra porque esta tierra se va a acabar. Los milicos maduristas; asesinos y ladrones, no nos dejan trabajar. Bandera tricolor que en Venezuela está… ¡Abajo el continuismo, que viva la libertad!…”.

2.- Cada día nos sorprenden las nuevas argucias delictivas propias de un régimen fallido y forajido; de facto y totalitario; inoculado con ideas fascistas. He leído con estupor la denuncia de que el INAC ha emitido la orden prohibitoria –arbitraria a todas luces e ilegal– de vender pasajes aéreos nacionales a nueve líderes opositores. Esto, con la anulación a granel de pasaportes a diversos conciudadanos, solo pretende que no podamos salir de Venezuela, ni visitar el interior. Violentando el artículo 50 constitucional… ¡Tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe!

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