En la historia del pensamiento político universal se tiene a Max Stirner como uno de los pensadores más connotados de las ideas ácratas alemanas de la primera mitad del siglo XIX. Su nombre verdadero fue Johann Kaspar Schmidt y nació en la ciudad de Bayreuth (Alemania).

Estudió en la Universidad de Berlín y asistió como oyente a los seminarios de Hegel y Schleiermacher. Durante su juventud estuvo vinculado al círculo de los jóvenes hegelianos de izquierda autodenominado “los libres” (Freien en alemán). Durante un buen tiempo se relacionó con escritores de alto vuelo filosófico como Bruno Bauer y Ludwig Febuerbach, a la vez que ejerció como profesor en un colegio para jóvenes de clase media en su ciudad natal (Cappelletti, Ángel, La ideología anarquista, Ediciones Espíritu Libertario, Santiago, Chile, 2001, pp. 75-77).

“Yo he basado mi causa en nada”, rezaba el credo stirneriano; lo cual colocaba al pensador germano a la altura de un digno antecedente histórico: ese otro sin igual portento filosófico llamado Friedrich Nietzsche y su furibundo e irreductible nihilismo espiritual.

Un siglo más tarde, por los lados del orbe terráqueo de Hispanoamérica, el gran argentino universal Jorge Luis Borges, dijo para la posteridad: “Lego la nada a nadie”. Irremplazable manera de emparentarse con la visión moral del mundo que proclamaba su par Max Stirner.

¿En qué consiste la diferencia entre la moral, por ejemplo, anarquista, y la moral nihilista, a la luz de las proclamas stirnerianas? A saber, para los anarquistas, la individualidad, y no solo el individualismo, se funda y tiene su asidero en la libertad del prójimo; Stirner, no obstante, al suscribir la tesis arriba anunciada, va más lejos políticamente hablando y dice que la individualidad del ser se funda en sí misma o mejor dicho en nada. De allí la pertinencia axiológica del credo stirneriano: “He fundado mi causa en nada”, lo cual quiere decir que por encima del individuo no puede ni debe concebirse ninguna otra autoridad que no sea proveniente de la autonomía epistemológica y axiológica del sujeto político. De donde se colige que el anarquismo individualista de Stirner está situado en las antípodas filosóficas del egoísmo solipsista.

Dice Stirner: “Yo basaré, pues, mi causa en mí; soy como Dios, la negación de todo lo demás, soy para mí todo, soy el único”. Y remata con esto: “No admito nada por encima de mí”.

En la perspectiva febuerbachiana, el irreductible antropologismo o antropocentrismo ateológico coincide sustancialmente con la cosmovisión ético-política stirneriana que dice casi con Protágoras de Gorgias que “el hombre es la medida de todas las cosas y nada de lo humano le es ajeno”.


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