Los “peros” a los que me refiero son del siguiente tipo: hay que salir de Maduro, “pero” democráticamente (queriendo significar que solo a través de unas “elecciones” o las horcas caudinas del CNE); es necesario un cambio, “pero” a través del diálogo y del voto; hay que encontrar una salida, “pero” por la vía electoral y democrática; y así hasta el infinito. Todo lo cual supone que los nombrados “peros” son la excusa para que la hegemonía roja continúe en el poder. La conjunción adversativa en verdad es adversativa de la causa democrática de los venezolanos.

Al respecto hay una confusión y un disimulo. La confusión es que una cosa es la llamada ruta electoral –bloqueada por la hegemonía roja hace años, y bloqueada, además, de manera pública, notoria y comunicacional–, y otra es la salida constitucional, y por lo tanto democrática, porque si la salida se enmarca dentro de la Constitución, entonces, necesariamente se conforma con sus principios democráticos. Por lo demás, la Constitución de 1999, cuyas fallas son de variada índole, establece claramente distintos mecanismos para estimular e incluso exigir un cambio que restablezca el orden democrático. Abogar por esos mecanismos, en el caso de que no sean electorales, es plenamente constitucional, o sea, plenamente democrático. No debería haber una confusión en la referida cuestión.

Por eso también hay, necesariamente, un disimulo. Digamos que el disimulo del “pero”. Ello consiste en que de la boca para fuera trato de aparentar una postura de oposición, pero del bolsillo para dentro, coloco el inefable “pero” en medio del planteamiento para hacer imposible, en la práctica, un cambio de fondo. Nada de esto ocurre por ingenuidad o por un déficit de conocimiento de la situación política de Venezuela. La explicación es metálica y efectiva, lamentablemente. No tengo problemas en reconocer que no me gusta decir lo que estoy diciendo. Pero me gusta menos quedarme callado. La verdad muchas veces es dura y conflictiva, y desde luego que hay que tener cuidado porque no se puede generalizar, so pena de incurrir en graves injusticias. Pero de que el disimulo del “pero” es una realidad, lo es.

Hace ya un tiempo considerable que se viene aplicando. En ocasiones con una habilidad que sorprende y hasta atemoriza, por la falta de escrúpulos. En otras oportunidades, más por la libre, más abierta, más indiferente a las críticas que suscita el doble juego. Y mientras todo eso acontece en los vericuetos de la política, el conjunto de la nación venezolana padece con mayor intensidad una catástrofe humanitaria que ya casi no se puede explicar cabalmente, por lo avasallante y destructiva. Un buen amigo que tiene a su familia en Cumaná, acaba de ir por allá y al volver contó que había visto carretas de chivos para transportar a la gente. ¡Y estamos a mediados de 2018! El “funcionario” encargado de lo que queda del sector eléctrico nacional, por ejemplo, admite que hay una crisis en el estado Zulia, aunque advierte que la culpa es de otros… Dos muestras de la tragedia venezolana. Un símbolo de la misma, y su causa esencial es la hegemonía despótica y depredadora.

No más “peros”. No es mucho pedir. Al contrario, es poco en comparación con el esfuerzo titánico que significará impedir que Venezuela sea destruida sin remedio.

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