Desde noviembre de 2017 hasta el 6 de diciembre de 2018 he estado sin Internet; me he sentido como un enfermo recién amputado, presto a actuar y a sentir con el órgano ya extirpado. Recurriendo a alternativas de la tecnología, y a la solidaridad activa y tangible de algún amigo, hoy reanudo mi cruzada comunicacional en esta página web, pidiendo a Dios haber conservado alguna frescura y buen juicio para seguir abordando el kaleidoscopio de angustias que nos persigue a los venezolanos en los inicios de este calamitoso estado de cosas con las cuales debutó el siglo XXI.

En la degradada Venezuela del chavomadurismo, 24 horas son una eternidad, mensurable no solo en inflación, desgracias y sangre. Mensurable en algo infinitamente más grave que el dinero o los bienes, calculable en sangre, en dolor, en angustias, en deshechas esperanzas.

La crisis sanitaria es espantosa; han regresado enfermedades que habían sido controladas exitosamente hace 40 o 50 años, como la malaria o el chagas, la tuberculosis, la sarna humana, los piojos, las pulgas que juegan polo en la cabeza de los niños. Todas las calamidades, todas las enfermedades y las virosis más agresivas escaparon de la Caja de Pandora de la “revolución bonita” como gustaba llamarla Chávez.

No suelo asumir expectativas panglosianas, mantengo un escepticismo esperanzado, perdónenme la paradoja, pero estoy convencido de que vamos a salir de esto y será pronto, el “sufridor de Pajarote”, como lo solía llamar Andrés Eloy Blanco, ya no da más, no solo lo han exprimido, vejado, humillado hasta el cansancio, le han envenenado el alma, el ciudadano de hoy tiene el alma enferma, ahíta de amarguras y de ira.

No he sido nunca un sembrador de odios, pero ante lo que nos han hecho recuerdo el verbo viril de una gran mujer y gran poeta, Ida Gramcko, en su impecable María Lionza:

“Odio a los parias y odio a los vendidos/ también el odio puede ser fecundo…

Froilan/ si la patria está triste/ triste ha de estar el hijo que la bese/ y alegre solo cuando la conquiste/ que antes ni le es fiel ni la merece /…” *

Lo mejor del país está de pie: la juventud, las Iglesias, la Academia, los gremios profesionales y laborales, las mujeres, los ancianos, los niños, los enfermos que aún sobreviven, la diáspora y los que nos mantenemos presente o de cuerpo presente en este valle de lágrimas, otrora amable y vital: Santiago de León/ Caracas / toromaima / pájaro que canta, como la invocó un entrañable amigo en el Discurso de Orden, del primer centenario del Distrito Federal, el dirigente socialcristiano, Dr. Eduardo Tamayo Gáscue.

La causa de la libertad y la democracia nunca había recibido tan sólido y numeroso respaldo internacional; el mundo está consciente de la tragedia que vivimos, solo nuestras propias vacilaciones y contradicciones, han demorado y dificultado una salida, no ya solo necesaria sino existencial. El país se nos muere, no es drama, es la dolorosa realidad.

*  Me excuso con los lectores en la euforia por recuperar este instrumento de expresión, no tuve la paciencia de contrastar a mi memoria con los textos originales, así en las citas de la María Lionza de Ida Gramcko, las vertí de pura memoria. Espero no haya alterado nada sustantivo.


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