La situación de caos que embarga al país nos coloca ante el aprieto de cerrarnos o acercarnos más. Las mejores oportunidades, paradójicamente, se dan cuando llegamos al punto de que todo está perdido. Cuando es demasiado para nosotros las cosas que han ido de forma descomunal muy lejos, como secuela de las derrotas de las elecciones de gobernadores y alcaldes.

El fracaso de las negociaciones en República Dominicana es otro elemento que se suma a la pesada carga de decepciones para el pueblo democrático; aunque haya significado un triunfo para la integridad y la honestidad de los dirigentes que allí nos representaron; pero en lo político, lastimosamente, significó otra cosa. De entonces en adelante, las aguas turbulentas se potenciaron. Como contraposición la inercia, la apatía, el desgano tomó unos espacios importantes para que el régimen se fortaleciera en sus predios de corrupción, de narcotráfico; para que se le abrieran caminos hacia una permanencia ilimitada.

Así se encuentra el escenario del lado de los demócratas. Difícil, como lo acabamos de señalar arriba, pero ese hecho concreto no implica que las fuerzas y las perspectivas del oficialismo estén en óptimas condiciones. No, ellos, aunque no lo parezca, están en espacios patéticos, tanto dentro como fuera de nuestro territorio. También en lo íntimo, me refiero a las hondas diferencias entre los mismos compañeros del movimiento Somos Venezuela y el viejo Partido Socialista Unido de Venezuela. Este nuevo partido no es más que un fraccionamiento encubierto de lo que hasta hace poco se presentaba como una fuerza cohesionada en torno al pensamiento de Hugo Chávez.

Las fuerzas democráticas, en estas lidias contra la dictadura de Maduro, tienen que despabilarse hasta obtener la victoria para restablecer la democracia. A los políticos les corresponde tomar la iniciativa; todo bien calculado, sin mirar el reloj. Por otra parte, la Mesa de la Unidad Democrática ofreció colocar unas sillas más, no tiene otra opción, pero iniciativa plausible para que se sienten la Conferencia Episcopal, universidades, academias, Fedecámaras, trabajadores, ONG. Estas organizaciones sociales entrarán por la puerta grande por la natural razón de que no es lo mismo ingresar empujando la puerta o implorando un lugar de trabajo, que cuando son solicitadas para integrar un grupo que requiere de oxígeno y rostros sin magulladuras.

Finalmente, como Venezuela no es solamente la ciudad de Santiago de León, sino que está compuesta, además, por veintitrés estados, hay que contemplar del mismo modo que las direcciones políticas de estas regiones están abatidas, alicaídas. No se siente su presencia ni se hacen presentes cuando las circunstancias lo requieren. Para graficar este planteamiento, en la ciudad de Valencia, por ejemplo, trabajadores de sesenta empresas salieron en manifestación para solicitarle al gobernador que intercediera para evitar perder sus trabajos. Como es normal en las dictaduras, la policía y la GNB arremetieron contra ellos y un grupo fue encarcelado. Hasta la fecha la dirigencia política opositora no ha escrito ni un tweet siquiera en rechazo a esta injusticia. En contraposición, el gobernador Lacava intervino y fue sacado en hombros por los mismos obreros que fueron golpeados y hechos presos. A estos disparates conlleva el desamparo…

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