De José Félix Ribas se comenta mucho en la historia patria por su triunfo extraordinario el 12 de febrero de 1814, una batalla en la cual adolescentes estudiantes de Caracas, convocados y liderados por él, derrotaron a las feroces tropas, con cinco veces más soldados que los colegiales de Ribas, dirigidas por el brutal José Tomás Boves y el implacable general, después mariscal, Francisco Tomás Morales, quienes habían derrotado a los patriotas en numerosas batallas en ese año que fue fatídico para la causa independentista.

Lo importante es el significado de la batalla ese día. La convocatoria que hizo Ribas –quien para el momento tenía 39 años– fue un acto atrevido, audaz y desesperado, pues no había tropas suficientes para enfrentar a los realistas triunfantes y feroces. Los ejércitos patriotas, lo que quedaba de ellos, estaban desperdigados y gravemente disminuidos por la guerra. Ribas llamó a lo único que quedaba en Caracas, la juventud estudiante sin edad suficiente para ser reclutada. Adolescentes, algunos casi niños, universitarios y seminaristas sin entrenamiento militar alguno.

Lo increíble, inesperado e importante es que aquellos moceríos acudieron en masa a jugarse la vida, a enfrentarse a los dos jefes realistas que se habían hecho famosos no solo por sus triunfos sobre el ejército libertador, sino especialmente por su crueldad, degolladores de vencidos, que afilaban sus espadas y lanzas con sangre venezolana.

No fue simple casualidad, Venezuela fue siempre, y ha seguido siendo a lo largo de su historia, tierra de liderazgos y activismo juveniles. Con pocas excepciones, los creadores del movimiento independentista fueron jóvenes, y muchos de los héroes históricos venezolanos tuvieron vidas fulgurantes que lograron hazañas militares, culturales, económicas y políticas a muy temprana edad.

En el siglo XX fueron juventudes universitarias las que plantaron cara a la férrea tiranía de Gómez en 1928, los partidos modernos que surgieron por esos tiempos fueron concebidos, organizados e impulsados por estudiantes universitarios y trabajadores entre los cuales los de 30 años eran los “viejos”. Jóvenes que fueron cumpliendo años en la lucha por el establecimiento de la democracia y la libertad, llegando finalmente al poder cabalgando en la misma fuerza y pensamiento con los cuales se lanzaron a las calles cuando eran adolescentes.

El abyecto de actos despreciables y viles llamado Benemérito, Juan Vicente Gómez, derrotó y erradicó del país a los caudillos, autoproclamados generales y coroneles en diversas regiones del país, y después los jóvenes derrotaron a las tiranías. Cuando diseñaron y acordaron el pacto de unión por la democracia que después se llamó “de Puntofijo”, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Rafael Caldera apenas estaban entrando en la cincuentena después de décadas de lucha y exilio.

En estos tiempos estamos presenciando y participando en el mismo fenómeno de la juventud a la cabeza de la rebelión contra la tiranía. Hugo Chávez y sus acompañantes eran muy jóvenes cuando se rebelaron contra un sistema que ellos afirmaban estaba desgastado –y en eso no les faltaba razón–, enamoraron a una población que creyó –casi ciega y luego se comprobaría lo terriblemente equivocada– en la palabra y promesas de los jóvenes. A diferencia de la juventud de 1928, los jóvenes de 1992 dejaron de lado sus principios para caer en la distorsión perversa del castrismo, deformación mucho más grave que el desgaste de cuarenta años de gobiernos con problemas, pero con aún más virtudes, que se propusieron derrocar, y a los cuales culparon de fallas mucho menos vergonzosas que las que ellos mismos han cometido, durante la mitad del tiempo, para hundir a Venezuela a muchas más profundidades que los denostados partidos y años, que llamaron despectivamente “la cuarta república”, solo para poder excluir esas cuatro décadas de una democracia, imperfecta pero plenamente democrática, calificando su naciente tiranía militar de “quinta república”.

Hoy vuelve la juventud –¿será la sexta república?– a la rebelión en defensa de la democracia y sus derechos, Juan Guaidó asciende con su juventud, estilo poco partidista y tradicional entre la emoción venezolana, que con él ha renacido, logrando por ello la admiración y respeto de la gran mayoría de la comunidad internacional. Sería un gravísimo error traicionarla.

Es la juventud venezolana del siglo XXI la que está haciendo realidad el rescate de Venezuela del entusiasmado castrismo que nació de jóvenes rebeldes que cruzaron el mar para pelear en las calles y selvas cubanas, para luego degradarse en el poder haciendo de la esclavizada Cuba actual una tiranía perversa de octogenarios corroídos en su propio caldo venenoso del comunismo y la opresión.

Este 12 de febrero de 2019 volvimos a ver las calles venezolanas atiborradas de mujeres y hombres convocados por la juventud. ¡Vamos Venezuela, que hemos recuperado el espíritu de aquellos jóvenes que fueron nuestros padres libertadores!

@ArmandoMartini


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