Buen brollo se ha generado en torno a la juramentación de los recién electos gobernadores de la oposición, de AD, para más señas, ante la ilegal (ANC). Por cierto, de manera muy inoportuna. Lo que deja claro, y al desnudo, la falta de unidad y cohesión que tenía la patuleca y casi fenecida MUD. Y más grave aún, que ocurra en este momento, porque estas diferencias altisonantes de dimes y diretes las capitaliza el régimen para su beneficio, para aplastar y dividir a la oposición. Más ahora con las municipales a la vuelta de la esquina, y cuyos resultados, desde ya, son predecibles.

Lo que exige la realidad social y política actual, sin dilación, es un reacomodo de las fuerzas democráticas, sin perder el objetivo de sacar a los integrantes del régimen, buenos para nada; por la vía democrática, pacífica y electoral. Todos somos necesarios e imprescindibles. Nadie sobra. Debemos concebir una estrategia lo suficientemente idónea, sólida y capaz de surtir los efectos ya precisados. Ah, pero eso sí, con un CNE imparcial, digno y honorable. No como el actual, tramposo.

Cierto es que en una democracia el ejercicio del voto es la expresión genuina de la voluntad de la gente, pero conlleva el deber ineludible también y la obligación de quienes resulten electos de desempeñar sus funciones con posturas y actitudes absolutamente democráticas, y con estricto apego al Estado de Derecho, que no es precisamente el caso de Venezuela, y su régimen bandolero.

Pero el drama está en cómo votar con un CNE apertrechado de trampas, diseñador y planificador de obstáculos de la más variada calaña, y multiplicador providencial de votos para el PSUV. Eso es así. Y si bien es cierto que este tema de la unidad y la oposición tiene múltiples aristas y puntos de vista, muchos de ellos muy válidos, no menos cierto es el hecho de que hay un país sufriendo, como nunca antes, un drama humano de los más patéticos de que se tenga conocimiento, sobre todo si nos fijamos en el dineral que le ingresó al país por la renta petrolera y que estos malandros aventureros dilapidaron como suyo.

Son estos fariseos quienes dicen sin escrúpulo y le achacan todo el rosario de calamidades a la baja de los precios del petróleo y a las sanciones impuestas. Cínicos. Nada más lejos de la verdad. Todo esto se venía venir desde el nefasto y fallido golpista Hugo Chávez. Así, sin mucha vuelta. Pero al día de hoy, más allá de la MUD, está un país depauperado, arruinado, menesteroso; y tan grave como lo primero, un gobierno perdido en su laberinto económico y social, solo pendiente de ganar elecciones a punta de trampas.

Por eso es pertinente la pregunta: ¿la MUD es una parte de la oposición, o la oposición es toda la MUD? Es sencillo. La MUD debemos ser todos. Entonces, por qué el empeño de muchos venezolanos de cargarle, así, a la ligera, a unos cuantos (a los de la MUD) la responsabilidad que nos es propia a cada uno de nosotros; y además acusarlos de traidores, ladrones, negociantes. Con qué derecho y en razón de qué. ¿Qué hemos hecho en honor a la verdad cada uno de nosotros? Aparte de quejarnos y despotricar del régimen. Cierto es que algunos marcharon; otros, los más jóvenes, murieron en el intento, cosa que no debió pasar, y menos a manos del gobierno. Y el resto, el grueso ¿dónde está?

La MUD está en Venezuela, pero no es Venezuela. El país es mucho más que la MUD, e infinitamente más fuerte. El problema nuestro, aparte del régimen, que ya es bastante, no es la MUD, somos nosotros sus habitantes que siempre esperamos que alguien haga el trabajo por nosotros. Demostramos demasiada pasividad y sumisión, no paciencia. ¿O no es así?


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