–¡No puedo creer que sean venezolanos! Esos guardias, esos policías, ¡no pueden ser venezolanos! Están actuando con odio. Están actuando con sangre fría; con la misma que, supongo, se necesita para aniquilar al enemigo en el campo de batalla. No, me niego a creer que sean compatriotas. Tienen que ser sicarios y mercenarios contratados que, ocultos tras los uniformes de los cuerpos de seguridad venezolanos, cometen todos estos atropellos, asesinatos y violaciones. Que desconocen nuestra Constitución. Que no les duele nuestro país –como nos duele a nosotros– y mucho menos les duele la situación de miseria que estamos viviendo. Arremeten sin piedad, Mingo. Disfrutan cada patada, cada disparo, cada gota de sangre que ven derramada. Y si son venezolanos, deben ser los hombres nuevos que nos prometió esta Revolución: hombres cargados de resentimiento, maldad y odio. Ese es otro de los legados que tenemos que “agradecerle” al difunto.

Los vecinos de Los Verdes, en El Paraíso, son ahora el nuevo blanco de la ira y el ensañamiento del régimen. Hace poco fueron los habitantes de San Antonio de Los Altos quienes vivieron horas aciagas con los allanamientos e invasiones de las que fueron víctimas, sin que mediaran órdenes emanadas por las instancias correspondientes. Es su modus operandi: simplemente, la GNB, o la PNB, o el Sebin o el Conas llegan con la fiereza acumulada de un depredador sediento de sangre, a destruir propiedades privadas. Destrozan viviendas, desvalijan carros, destruyen ascensores y rejas con la furia, el arrojo y la valentía que deberían utilizar para acabar con el hampa y el crimen organizado que devasta y aterroriza a nuestro país.

Y es, a propósito de esta situación, que comparto con ustedes el comentario que me hiciera una persona muy allegada; pero que, sin duda, debe ser la misma inquietud de muchos otros venezolanos. Las mismas frases que podemos estar diciendo cualquiera de los que no entendemos en qué momento las fuerzas del orden público se transformaron en estos sicarios que reprimen, agreden, amenazan y destruyen, y que actúan más como bandas delictivas que como garantes de la seguridad y resguardo de nosotros, los ciudadanos de la Venezuela a la que se deben.

–¡No es normal como actúan! He llegado a creer que Iris Varela escogió a unos cuantos pranes y a un millar de balandros –los más recios, los más malos, los peores, a los que nada les duele porque la maldad y la cárcel los curtió– y los disfrazó de GNB y PNB. Y por eso, les resulta tan fácil robar, agredir y destruir con el odio con el que lo hacen. Desquitándose por cada uno de los años tras las rejas. ¡No, Mingo! Esos guardias nacionales robolivarianos, esos policías robolivarianos no son venezolanos… elucubra mi amiga, como para darle explicación al sin sentido en el que se ha transformado la represión de la protesta legítima que hemos emprendido un grueso, cada vez más numeroso, de ciudadanos.

¿Qué les prometió Reverol cuando les encomendó atrapar a los “terroristas”? ¿Cómo habrá sido esa orden? Me imagino que les dijo: “Vayan, entren en los apartamentos, atrapen a cualquier muchacho que tenga pinta de protestón. Si se resisten a la detención y tienen que golpearlos, les pueden dar con furia: ah, y sin importar si es un menor de edad, una mujer embarazada o una vieja. Y, como recompensa, pueden hacerse de cualquier vaina que les guste –o no– que se encuentren mal parada. Ese será su botín y su premio por haber cumplido con la Revolución”. Solo así podría entender lo que está pasando. Así, y justificándolo como mi amiga, que está convencida de que algún día a esos policías, que atracan y hieren, se les descubrirá de dónde vinieron porque “venezolanos, no son”.

El pasado miércoles, leí el más reciente artículo de Pedro Carmona Estanga –a quien, sin duda, todos recuerdan. En su escrito se preguntaba “¿en manos de quién estamos?”, y luego enumeraba los nefastos atributos de quienes mal conducen al país. Los califica de distintas maneras; pero, todas convergen en una sola cosa: son –y han sido– los responsables de la destrucción de Venezuela. A los calificativos de Carmona yo le agregaría marrulleros. Los venezolanos estamos en manos de marrulleros: unos astutos oportunistas que han sabido sacarle mucho provecho a sus 18 años de estadía en el poder. Una cuerdita de marrulleros que han ido rotando de ministerio en ministerio; para terminar de desangrar a nuestra nación. Unos camaradas marrulleros que, a pesar de las diferencias –y uno que otro desertor– aparentan cohesión. Sólo así podrán mantener el control. Solo así, podrán tener subyugado al país. Tienen que aparentar que defienden la Revolución, más por salvaguarda de sus fortunas mal habidas que por los beneficios que ésta le puede aportar a Venezuela. Por eso, el ensañamiento y la represión contra los manifestantes que, lejos de amilanarse, se reinventan. Por eso, la sobre marcha al cambio de la Constitución. Por eso, las decisiones del TSJ y las “amenazas” a una fiscal, que no está sola –aunque aún muy blandengue, a mí juicio– con someterla a la evaluación de un psiquiatra porque se (¿atrevió?) a contrariar los caprichos del neodictador… Por eso, los allanamientos y detenciones ilegales: para seguir desgobernando como hasta ahora y VTV continúe transmitiendo las imágenes de un país que sólo existe en la imaginación de los marrulleros y el espurio que ocupa el sillón.

@mingo_1


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