La decimoctava jornada de manifestaciones de los chalecos amarillos comenzó poco antes de las 11:00 de esta mañana de sábado, con estallidos de violencia en las inmediaciones del Arco del Triunfo y los Campos Elíseos. La convocatoria se anunciaba como la marcha del siglo, tres meses de protestas contra el presidente francés Emmanuel Macron y sus políticas. 

Macron es también copríncipe de Andorra y gran maestre de la Legión de Honor.  Posiblemente lleno de buenas intenciones como en su momento las tuvo Carlos Andrés Pérez, pero con una implementación y una comunicación a sus coterráneos muy deficiente, como analizamos en este artículo.

Un estudio del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales publicado en octubre de 2018 muestra que en todos los sectores clave –energía, transporte, edificios, agricultura– Francia se está alejando de sus objetivos de emisión de gases de efecto invernadero al superarlos en 7% de sus techos, con una tendencia opuesta al objetivo fijado.  ¿Por qué?  La respuesta, mi hipótesis es la gran dependencia del petróleo y sus productos refinados para el transporte de personas y mercancías y por ende para el comercio mundial, pese a que Francia es líder mundial en energía nuclear.

En París, la marcha del siglo, 16-M, de miles de habitantes se reunió en la plaza de l’Étoile para descender por la célebre avenida de los Campos Elíseos, antes de cruzar los puentes sobre el Sena y proseguir la manifestación en otras grandes avenidas parisinas.

La concentración, fuertemente vigilada por las fuerzas del orden, se desarrollaba en un ambiente tranquilo, a pesar de algunos silbidos, bengalas de humo y cánticos hostiles contra la policía y el presidente francés (“¡Emmanuel Macron, venimos a buscarte a tu casa!”).

Según La Prensa, hacia las 2:00 pm, alrededor de 10.200 “chalecos amarillos” participaban de las manifestaciones en distintos puntos de Francia, entre ellos 3.000 en París, según las cifras del Ministerio del Interior. Estos números son inferiores a aquellos del sábado pasado cuando a la misma hora las autoridades contabilizaron 12.100 manifestantes en el país, de los cuales 4.000 en la ciudad de París.

El Movimiento de los Chalecos Amarillos (Mouvement des Gilets Jaunes en francés, Yellow Vest Movement en inglés) es un movimiento social de protesta que se formó en Francia a partir del mes de octubre de 2018. El movimiento se extendió, en menor medida, a otros países vecinos, principalmente Bélgica, Países Bajos, Alemania, Reino Unido, Grecia Italia y España.

Entre los líderes del movimiento: Laëtitia Dewalle, Éric Drouet,​ Ingrid Levavasseur, Priscillia Ludosky, Jacline Mouraud, Maxime Nicolle, Hayk Shahinyan y Mathieu Blavier.​ Aquí aplica, «en río revuelto ganancia de pescadores».  Desde el inicio de las manifestaciones y hasta el 10 de enero de 2019, 6.400 manifestantes han sido detenidos por la policía.

«2.100 manifestantes han resultado heridos, indican los datos del Ministerio del Interior. Según un exhaustivo recopilatorio realizado por el diario Mediapart, se han producido más de 500 casos de evidentes abusos policiales. Entre ellos, hay 22 manifestantes que han perdido un ojo, 5 que se han quedado sin una mano, 210 que sufrieron heridas en la cabeza».

La diferencia de un país del primer mundo como Francia y mi país de nacimiento es que en la Venezuela de hoy el tirano y usurpador (“¡Maduro, coño de tu madre!” grita toda Venezuela) tiene en jaque a 30 millones de venezolanos, a quienes mata de hambre, sin agua, sin luz, sin dinero, sin información, en medio de una cleptocracia.  Esto lamentablemente sucede bajo la indiferencia de la comunidad internacional, ya que tan solo una minoría de 60 países apoya al presidente encargado Juan Guaidó, la gran mayoría de la Unión Europea y Costa Rica de una forma muy tibia.

En Francia las reivindicativos no se centran únicamente en el precio de los carburantes. Según Frédéric Dabi, quien es el director general del instituto de sondeo y de opinión pública IFOP, «el Movimiento de los Chalecos Amarillos es la cristalización de un disgusto masivo de los ciudadanos franceses por la pérdida del poder adquisitivo y el elemento que revela este disgusto enorme es el carburante».

Una vez más queda demostrado que vivimos en una petrosociedad, que rige la petroeconomía, de países productores y consumidores de petróleo, es decir, de todos los países.  Las protestas y disturbios en París no se diferencian mucho de las que hubo en Caracas contra el presidente Carlos Andrés Pérez en 1989, desde el 27 de febrero hasta el 8 de marzo, con el Caracazo. 

Una diferencia notable es que no existían las redes sociales en 1989, debido a lo cual no hubo tanta documentación de las causas y las consecuencias del Caracazo, y además pudo «controlarse» en un tiempo más corto que los disturbios de los chalecos amarillos, que cumplen tres meses. 

Durante el Caracazo, yo completaba en la Universidad Simón Bolívar y el IESA un programa de maestría en ingeniería empresarial con énfasis en finanzas públicas y trabajaba para Shell Química de Venezuela, en la Superintendencia de Operaciones del Departamento de Petroquímicos, a cargo de Mohamed Defrawi, en el Cubo Negro, al lado de la 4ta etapa del CCCT y del aeropuerto de La Carlota. En esa oportunidad la empresa inglesa-holandesa nos donó a los colaboradores latas de atún para asegurar algunos alimentos no perecederos durante la explosión social.

Algunas personas opinan que la crisis de la Venezuela del siglo XXI se gestó mucho antes y en eso coincido que no es exclusividad de la mano peluda de Diosdado Cabello. Nicolás Maduro (“¡Maduro, coño de tu madre! ”), los hermanos Rodríguez, Hugo Chávez, militares y cuerpos de represión, ni de los cubanos, gringos, chinos, rusos, terroristas, cada político y cada venezolano tuvimos una cuota de responsabilidad, para bien o para mal.

En 2002-2003, durante la huelga general de Venezuela promovida por Fedecámaras, Pdvsa y todo el país, yo había pasado de la nómina de Shell Química a la de Pdvsa y orgullosamente fui uno de los 24.000 trabajadores despedidos injusta e ilegalmente, organizados en Unapetrol y Gente del Petróleo, hechos descritos en 2010 con todo lujo de detalles en el libro La indoblegable sociedad venezolana, historia de un petrolero de Eddy Ramírez.

Por mi experiencia como analista petrolero, historiador y asesor financiero independiente, este tipo de protestas seguirán por muchos años; después de todo, el petróleo, el carbón y el gas son recursos no renovables, pero aun así, debido a las cuantiosas reservas probadas y no exploradas,  el petróleo seguirá siendo la fuente principal no por varias décadas sino siglos para el transporte masivo de personas y mercancías por tierra, aire y agua, y en algunos casos la principal fuente para generación de electricidad.  La mayoría de los países conocen perfectamente esta realidad y se están preparando, como la Francia de Emmanuel Macron, la China de Xi Jinping (mayor consumidor de combustibles), los Estados Unidos (mayor productor de petróleo) de Barack Obama, Donald Trump y de quien lo sustituya.

Muchos otros sabios países no tan ricos como los mencionados, como Colombia, Canadá, México y los países del Oriente Medio, Rusia, Turquía, así como otros pequeños como Panamá, han aprovechado el conocimiento de una red de expertos petroleros venezolanos despedidos de Pdvsa y sus filiales, 24.000 personas con un promedio de 15-20 años de experiencia, iniciadores de la diáspora venezolana en 2002-2003.

Otros países bananeros y más o menos corruptos, como Costa Rica, Guatemala, Honduras o Nicaragua, sus gobiernos, partidos políticos y universidades practican el populismo energético y emocional, como bien describiera el doctor Roberto Dobles Mora, columnista en La República.net.  Los políticos, los rectores y rectoras de las universidades públicas de Conare, los empresarios, los intelectuales, los investigadores, salvo muy contadas excepciones como el Tecnológico de Cartago, tienen engañada a su población, por lo que en unos años se les pasará factura, cuando aterricen en la cruda realidad energética y entonces podría surgir la versión costarricense del Caracazo de 1989, disturbios de Nicaragua de 2018-2019  y los chalecos amarillos 2018-2019.

Ojalá no haya una diáspora en la otrora Suiza centroamericana, como la que han vivido sus hermanas repúblicas centroamericanas en el siglo XX y siglo XXI o incluso peor, como la de Venezuela hoy, con 5 millones de desplazados estimados en 2019 y cientos de miles de fallecidos.  Aquí aplica: «En guerra avisada no se mata soldado, si lo mata es por descuidado».

Costa Rica tiene cada minuto más pistas clandestinas de aterrizaje usadas por los contrabandistas y el narcotráfico, un Poder Judicial muy poco efectivo ante las aspiraciones de empresarios y habitantes,  Defensoría de los Habitantes que no defiende.  Se siguen inaugurando en el Gran Área Metropolitana y en Guanacaste, con dinero de origen desconocido en la mayoría de los casos y en medio de cada vez más frecuentes escándalos de corrupción y deficiente administración, como la trocha, el régimen de IVM de la CCSS, el Cementazo (caso del cemento chino), propiedades de Yanber, impago del Grupo Aldesa, etc., unos ultramodernos centros comerciales, marinas para lujosos yates, campos de golf, hoteles cinco estrellas, fincas y casas para megaricos, cadenas de supermercados, que no están acordes ni con las necesidades ni con el presupuesto de los costarricenses, cada día más seriamente afectados por la falta de empleo, falta de competitividad del país, la inseguridad jurídica menor poder adquisitivo del ciudadano de a pie, el incremento de la pobreza y la injusticia social.

Los derechos de los gays, las lesbianas, los transexuales y otras minorías, que fueron la bandera de las últimas elecciones presidenciales de Costa Rica, seguramente serán sustituidos por el tipo de bus o vehículo a hidrógeno que deba tener el sistema público de transporte en 2030, una nueva extensión a la moratoria de exploración petrolera de 2050 a 2100, si las universidades públicas deben seguir gastando en infraestructuras o en tecnología, si tal o cual servicio público es esencial o no para determinar el derecho a huelga de los funcionarios, si continuamos con los monopolios del Grupo ICE, Recope, Japdeva, o quien sabe que otro cisne negro que se invente para ganar las elecciones con la ayuda de las fake news y las redes sociales.

«La pérdida en la capacidad de producción y de refinación de Venezuela los últimos 20 años del nefasto laboratorio cubano-venezolano del socialismo del siglo XXI son un fundamento para que los precios de los combustibles, y de todos los productos y servicios encadenados, en algún momento vuelvan a subir, y en ese momento los países consumidores que no se hayan preparado y sus habitantes se vean muy afectados, pudiendo surgir nuevas versiones del movimiento de chalecos amarillos de París«.  San José, sábado 16 de marzo de 2019


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