Este pasado 22 de abril, mientras en el país la oposición venezolana protestaba a nivel nacional, se llevaba a cabo fuera de las fronteras en más de quinientas ciudades del mundo y en cincuenta países, la Marcha por la Ciencia, March for Science. Se trata de una acción popular que terminó siendo una manifestación en nombre del valor de la ciencia y la investigación en el desarrollo social y económico y en el fortalecimiento de los valores democráticos de justicia, igualdad e inclusión. Fue una marcha que logró posicionarse en los medios de comunicación internacional por encima de la opinión pública que ese día hacía tributo al Día de la Tierra. La Marcha por la Ciencia resultó ser una gran protesta de masas, una protesta política pero no partidista que ahora mismo está generando un debate en los más altos niveles de gobierno de los países. Fue la Marcha por la Ciencia una expresión de manifestación plural que logró incluir a maestros, educadores, estudiantes, académicos, investigadores y sociedad civil en general.

La Marcha por la Ciencia fue fundamentalmente el resultado de la actitud tomada por el presidente Trump antes y después de haber sido elegido presidente de Estados Unidos, de restarle valor al conocimiento científico frente al cambio climático y de haber reducido de forma importante el financiamiento federal en las actividades científicas y tecnológicas de ese país. Ha sido la Marcha por la Ciencia una agenda inicialmente organizada en suelo estadounidense que logró ser ampliada de forma rasante y espontánea en muchas otras naciones. Decenas de miles de ciudadanos estadounidenses colmaron plazas, avenidas y calles en ciudades como Boston, Washington D. C., Cleveland y San Francisco. En casi todas las ciudades europeas se realizaron importantes manifestaciones para exigir a los gobiernos más apoyo al financiamiento de las ciencias básicas, el desarrollo tecnológico y la innovación. En veinte ciudades, tanto en Alemania como en Francia, fue organizada la Marcha por la Ciencia.

La marcha desarrollada en la ciudad de Berlín fue una de las más concurridas en Europa y no precisamente fue así por el descuido y el poco apoyo del Estado para financiar la ciencia en ese país. Muy por el contrario, ocurrió así, porque en la sociedad alemana, así como en muchos otros países, la ciencia y la investigación son imperativos y el resultado de su actual desarrollo, y paralelamente la sociedad civil ha podido construir una cultura política sobre la ciencia que ha permeado de forma determinante en el conjunto de sus valores democráticos. La ciencia y la investigación determinan en esos países el estado de cosas del presente y la visión de convivencia democrática del futuro.

Hasta en Uganda se llevó a cabo la Marcha por la Ciencia, lo cual no es menos cosa y es un ejemplo de cómo sociedades pobres y subdesarrolladas también se manifiestan –aun de forma tímida– para cambiar la visión política sobre la ciencia y la investigación y colocarlas en las agendas prioritarias de las políticas del Estado. La Marcha por la Ciencia también ocurrió en Bogotá, Santiago de Chile y en varias ciudades de México.

En Venezuela, en medio de la situación política y la crisis económica que se vive, mal podría uno pedirles a los venezolanos que legítimamente marchan y manifiestan su descontento ante el gobierno y que reclaman vivir en plena democracia, que marchen por la ciencia y por el papel de ella en la construcción de un país diferente al que se ha tenido. Pero queda claro que, mientras en Venezuela se marcha por el descontento y por la pretensión de relevar democráticamente el fracaso del socialismo bolivariano por un proyecto democrático alternativo, en otros países las marchas tienen otros nombres, otros mensajes y hasta otros rostros. Son marchas para garantizar el bienestar del presente y del futuro; y para fortalecer la democracia y transformar las políticas y la institucionalidad a través de la ciencia y la investigación.

Venezuela requiere de forma inmediata debatir sobre la otra democracia para evitar el mesianismo.


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