Rafael Correa, cuya soberbia –infinita pero no ciega– no le impidió ver lo que se le venía, huyó a tiempo. Por ahora, por lo menos. Lenín Moreno, su “heredero” y hoy presidente del Ecuador, se enfrenta al maldito dilema que implica la transición: por un lado, salvar la economía del país y evitar la crisis total; y al mismo tiempo acabar con las medidas demagógicas e irresponsables del populismo progresista, sin perder el apoyo de la gente. La solución pasa por quitar subsidios, poner fin al reparto y repartija del “asistencialismo” –tan común a todos ellos– y asumir  políticas complacientes para la inversión, el capital financiero, las grandes empresas o empresarios. Hay que atraerlos; si no, no vienen. Están afuera. Los que están desde antes, están condenados a permanecer por un tiempo más largo. Quizás en la cárcel. Me refiero a aquellos empresarios “amigos” que hicieron grandes fortunas, que pagaban las “coimas”, los infames sobornos, o simplemente eran testaferros del mandamás o las mandamases de turno.

Es agraviante hasta el extremo comprobar cómo se desperdició un largo ciclo de mucho viento a favor y cómo ello fue utilizado para la puesta en marcha de uno de los más siniestros  populismos.

Al presidente argentino Mauricio Macri le pasa lo mismo que a Moreno. Tiene que ponerle fin a los subsidios, a los déficits y atraer inversiones: en los hechos, castigar a la clase media, a los asalariados y “premiar” al capital, como camino transitorio pero inesquivable para salir del pozo. Su problema es que el pozo, aunque inmensamente profundo, no lo era tanto. Muchos lo ven ahora con el diario del lunes, pero ya muchos lo habían alertado antes: a Macri no le convenía ganarle a Cristina Kirchner, o su candidato. No era el tiempo. Debían hundirse más y que la gente se diera cuenta. No ocurrió así y hoy, en el marco de los mayores escándalos y casos de corrupción que involucran a la ex presidente, esta tiene más apoyo que el presidente. Es lo que dicen las encuestas: si hoy fueran las elecciones Cristina Kirchner le ganaría a Mauricio Macri. Increíble, pero explicable. Ella, enancada en el despilfarro, llegó hasta el borde del precipicio y ahí fue que se hizo cargo Macri.

Hay  momentos en que no conviene ganar. Es lo que también muchos piensan respecto a Uruguay y se preguntan qué es lo mejor para la oposición: si ganar y asumir el gobierno del país a destiempo, o dejar que el Frente Amplio continúe por un período más y se haga cargo. En la misma coalición de izquierda algunos, quizás mas lúcidos, se preguntan si no es el momento de “dejarles ganar”.

 Los “macristas” dicen que Argentina iba camino a ser la segunda Venezuela. O la tercera: hay que darle espacio a Daniel Ortega que aparentemente va camino a ello en Nicaragua.

Es triste, es terrible que esa sea la salida: que para poder pensar en la reconstrucción es preciso “llegar” a lo de Venezuela, la que perecería que aún no ha tocado fondo. Estamos hablando de un país en que 80% de la población está en condición de pobreza y en el que la inflación, anualizada la del úlitmo mes, llega casi a 1.700.000%.

Según Ricardo Hausmann, profesor de Economía en Harvard, ex ministro de Planificación de Venezuela (1992-1993) y ex economista jefe del BID, quien manejó esas cifras en declaraciones al diario El País de Montevideo,  para el “rescate“ de Venezuela se necesitarán más de 80.000 millones de dólares. 20.000 millones debería ser en donaciones, más un financiamiento internacional (liderado por el FMI) de 60.000 millones de dólares en los 3 primeros años. Y además, moratoria y una buena y generosa renegociación de la deuda externa, “con grandes quitas”. De acuerdo con el experto, todo ello es preciso para poder volver al nivel de 2012, con suerte.

¿Hay que llegar a tanto para que quienes hablan de “medidas impopulares” se callen la boca y que la gente no se sienta “traicionada” y luego les dé nostalgia?

En un artículo anterior recogíamos una reflexión de un venezolano, también ex ministro –del presidente Rafael Caldera en el caso–, quien al hablar del exilio venezolano (ya se ha ido más de 10% de la población) sostenía que esos venezolanos van a volver y que estarán al frente de la reconstrucción porque sus propias experiencias le servirán como alivio ante los esfuerzos y sacrificios que reclama el rescate de la nación.

Es un alto costo. En donde aún es posible, debería evitarse.


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