Son varias decenas de diarios los que el régimen social-comunista venezolano ha asfixiado utilizando el procedimiento de no suministrarles papel. Por cierto, viví muy de cerca ese acontecimiento cuando le tocó el turno a El Carabobeño. Allí está dando una digna pelea la jefe de redacción Carolina González y los periodistas que la acompañan, quienes retiran día a día los aerolitos que los forajidos les ponen en el camino.

Ahora, hace una semana el diario El Nacional dejó de circular en físico. Mejor dicho, en impreso. La corporación gubernamental Alfredo Maneiro, la única autorizada para la venta de papel periódico en el país, dejó, sencillamente, de venderle a este medio democrático e imparcial.

No voy a borronear sobre lo dicho con mucha propiedad por algunos interlocutores que se me han adelantado sobre el cese de este medio de comunicación. Para utilizar un lugar común, El Nacional nos pertenece a todos. Nos afecta a todos más allá de ser propiedad privada de la familia Otero.

Su presidente editor, Miguel Henrique Otero, aclaró “que la medida es temporal”. Esa transitoriedad, supongo, es coincidente con el deseo de 90% de nuestros compatriotas. Propósito que anhela con furor la reducción del régimen de Nicolás Maduro. No se corresponde, entonces, con la circunstancia de lo finito como una máxima. Es, también, que la base de sustentación del gobierno es endeble. Arriesgadamente enclenque. El gobierno es acosado por un nutrido grupo que lo sigue de cerca sin dejarse ver. Que escudriñan las prosaicas huellas del tirano. Jamás lo han dejado ni lo dejarán en paz.

A pesar de los aciertos y desaciertos de los dirigentes democráticos, estos, como una jauría de sabuesos, rastrean su presa. De manera que la Mancheta de cierre del viernes pasado: “Hola Nicolás, nos vemos en la web” es un reto al cojitranco mandatario, a quien a partir del 10 de enero se le complicarán bastante más sus marchas descompasadas.

Retornando al punto de inicio, en el Manual de Estilo de El Nacional publicado en el año 98 se reedita el discurso de Miguel Otero Silva (MOS) con ocasión de la conmemoración de los 17 años de vida de este diario. Traigo a colación unos fragmentos para que los iletrados ocupantes de Miraflores, los que yacen en las tinieblas de la ignorancia, se enteren de las razones por las que este periódico es los que es y seguirá siéndolo por encima de los asesinos en masa. Decía MOS: “Un periódico no se construye con dinero, ni con rotativas, ni con relaciones comerciales que garanticen la afluencia de avisos, ni con protección gubernamental. Un periódico se construye con hombres. Todas las ventajas y privilegios quedan reducidos a ceniza si no está presente un puñado de periodistas con capacidad profesional, calidad humana y amor a su oficio, que sepan interpretar los sentimientos populares, que defiendan tercamente el estilo y la estética del diario, que peleen con bravura para hacer de su periódico el mejor informado y el de miras más altas”. Un poco más adelante refiriéndose a José Moradell, quien para entonces tenía tres años de fallecido, MOS le hablaba como si no lo estuviera: “¿Recuerda usted las duras circunstancias que rodearon la de El Nacional? Nos metimos de rondón en un oscuro barrancón de dos pisos que había sido casa de vecindad o algo más turbio. Aquel enredo de rotativa daba lástima, aquellos linotipos oxidados eran artefactos de desechos”.

Este diario seguirá presente, continuará siendo protagonista en la porfía por la liberación que aumentará a partir de tres fechas sobresalientes el próximo mes de enero: 1.- La toma de posesión del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, el día primero. 2.- La toma de posesión de la nueva junta directiva de la Asamblea Nacional que, de acuerdo con el convenio político de los partidos de oposición, le corresponde presidirla a Voluntad Popular, el 5 de enero. 3.- La toma de posesión de Nicolás Maduro el día 10, considerada ilegítima por los venezolanos y por un elevado número de países extranjeros, resultado de unas elecciones a todas luces inconstitucionales.

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