“Hay tres cosas que no se pueden ocultar: el sol, la luna y la verdad”. Budda.

Si hay algo que jamás podrán ocultar los chavistas-maduristas es el súbito enriquecimiento que desde hace 19 años ha engordado el bolsillo de muchos de sus acólitos, algunos disfrazados de revolucionarios y devenidos en robolucionarios, cuyas fortunas servirían para aliviar la deuda externa que el régimen de Chávez primero y ahora de Maduro contrajeron con China, Rusia, Bielorrusia, e Irán. Claro está, esto ocurriría en un gobierno democrático que, ajustado a derecho y a la propia Constitución, ejerciera medidas contra estos “bolichicos” cuyos nombres engrosan la lista “top ten” de los más afamados bancos suizos, chinos, Andorra y las Islas Vírgenes.

El descomunal desfalco perpetrado por militantes y simpatizantes del oficialismo, horadando los dineros del Estado, ha sido encubierto por la impunidad de quienes no castigaron a estos depredadores del erario público, permitiendo al mismo tiempo que el país llegara a extremos inauditos con miseria, hambre, desempleo, con una crisis jamás imaginada y nunca vista desde el nacimiento de la república hace 200 años.

Cunde el temor de que se avecine un colapso total por la ineficiencia, incapacidad y negligencia de un régimen que desconoce la forma de enfrentar la crisis antes de que llegue a situaciones imprevisibles, al permitir entre otras cosas que el producto interno bruto (PIB) haya decrecido durante los dos trimestres consecutivos, situación en la que en estos actuales momentos se encuentra el país, con una inevitable recesión que está generando una alta inflación que ya está presente en los actuales momentos, avizorando al mismo tiempo una estanflación, uno de los peores escenarios económicos posibles, ya que la corrección de este fenómeno y su manejo es muy difícil, según eruditos y versados economistas, todo lo cual permitirá el aumento del desempleo y un total estancamiento económico.

A este hecho se suman los recientes acontecimientos ocurridos en el alto (¿?) gobierno madurista, con el enfrentamiento de los sectores que hacen vida en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), tan pronto Nicolás Maduro anunció su postulación para la reelección presidencial el venidero año 2018. Se deduce que una de las maneras para hacer viable esta posibilidad y aspiración del todavía inquilino de Miraflores, con preaviso de desalojo, sería la de denunciar la corrupción en los estratos gubernamentales para de esta manera aparentar una total y absoluta posición contra este flagelo generado por ellos mismos y, claro está, lavarse la cara ante los ojos del mundo como un candidato pulcro en el manejo de los asuntos de Estado. Difícil el empeño del aspirante a repetir en Miraflores, por su talante autoritario, agresivo, insultador, colérico, irrespetuoso, violento, alevoso, demagogo, sin valores y déspota. Difícil además por pretender revivir una revolución obsoleta mediante una planificación autoritaria en medio de la corrupción, desempleo, delincuencia e inseguridad, además del tráfico de drogas y la diáspora de millones de venezolanos hacia otras latitudes.

El extinto general Müller Rojas, el 8 de julio del 2007, en una entrevista para El Universal cuando le dijo a la periodista Sara Carolina Díaz: “Le aconsejo a Chávez que vaya al llano y que reflexione bajo las estrellas de las noches barinenses, pero que tenga cuidado cuando se siente y no se vaya a sentar allá sobre un nido de alacranes, porque los alacranes pican y a veces matan. Estimo yo que el presidente Chávez está sentado en un nido de alacranes”. Los dos abandonaron su vida terrenal. Lo cierto es que Müller le ganó la partida a su jefe el hijo de… Sabaneta; en tanto que a Chávez le quedaba aún un buen trecho por andar y, según sus anticipatorias y lapidarias palabras, le picaron esos alacranes que a veces matan.

Han transcurrido diez años desde que el fallecido general Muller pronuncio la frase que fue viral en las redes sociales y en algunos medios impresos del país, y hoy Maduro, por las circunstancias que están ocurriendo en estos días, amén de la incruenta situación económica, política y social que vive el país por su culpa, está sentado en un nido de alacranes, con las serias consecuencias que pueden devenir indefectiblemente en cualquier momento, dada la recurrencia de los hechos de corrupción cometidos por sus más cercanos colaboradores, a quienes nombró en altos cargos de responsabilidad en el Estado. Nos referimos a la directiva de Pdvsa, y filiales de la estatal petrolera, otrora la quinta más grande y mejor del mundo, hoy en virtual quiebra económica y de producción.

Pese a que los poderes del Estado, a excepción de la Asamblea Nacional, sumisos a las órdenes que les imparte Maduro hacen esfuerzos por ocultar los estropicios que algunos de sus conspicuas figuras del partido oficialista PSUV vienen perpetrando desde hace tiempo, el país nacional conoce todas las trapacerías de los enchufados en el poder. La destitución de Rafael Ramírez, representante de Venezuela en la ONU hasta hace algunos días, y la detención de Eulogio Del Pino y Nelson Martínez, ex titulares del Ministerio de Petróleo y de la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa), por presunta corrupción, todas ordenadas por el propio Maduro, encendió las llamas de la discordia entre los rojos rojitos, cuyo enfrentamiento salió a la luz pública. Maduro en desesperada intención por salvar su pellejo habría ordenado las medidas contra sus “camaradas”, a quienes se les acusa de corrupción y malversación. Esto apenas sería el comienzo de un lavado de imagen del régimen que durante 19 años permitió a gansters de cuello rojo despacharse a su antojo con las fortunas que durante ese tiempo amasaron, en tanto que “los verdaderos mafiosos siguen en el poder”, como lo afirmó Eva Gollinger, chavista hasta la médula y defensora a ultranza de la revolución socialista del siglo XXI.

Ignorar el descontento dentro de las filas del PSUV es negar una realidad. Julio Escalona, uno de sus militantes, veterano dirigente comunista y ex guerrillero afirmó: “El candidato que salga a hacer campaña debe ser alguien que de verdad sienta amor, angustia, dolor, por los problemas que está sufriendo la gente y sea capaz de tener y trasmitir esperanzas. No un demagogo, no un buscavotos que manipula con jingles, con cancioncitas, con simples consignas, con la manipulación mediática y psicológica. Y los militantes, activistas no pueden ser utilizados simplemente como cazadores de votos, sino como activos soldados en la formación de conciencia”. El mensaje tiene destinatario.

Maduro hace énfasis en sus diarias diatribas discursivas en una democracia real y participativa, cuando en la práctica es todo lo contrario, pues la represión, el hostigamiento y la detención de opositores políticos nos muestra un régimen que vulnera todos los derechos ciudadanos. Esto último nos permite intuir que el diálogo con la oposición no prosperará en ningún momento, y solo servirá de pretexto para demorar su estrategia de permanencia en el poder.

No cabe la menor duda de que las bases populares de la mentada revolución socialista, marxista y mal llamada bolivariana está llegando a su etapa final, mientras que por otra parte la crisis institucional está llegando a un punto álgido, y la incertidumbre se esparce sobre el país manteniendo a los venezolanos en vilo, pero con la fe y esperanza de un inminente cambio.

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