Según Nietzsche y Heidegger, a partir de Sócrates alguna cosa cambió para que los filósofos presocráticos constituyan la verdadera tradición filosófica perdida hoy día. Uno de esos filósofos fue Heráclito, quien en la armazón de su sistema establecía “que los opuestos forman unidad porque estos son correlativos. Y se refirió, en el fragmento 23 (Fragmente der Vorsokratiquer de Hermann Diels) que “el nombre de justicia no lo conocerían los hombres si no existiera la injusticia. La enfermedad que hizo agradable y buena a la salud, el hambre a la saciedad, el cansancio al descanso”.

En otras palabras, para abordar el problema de las injusticias que imperan en Venezuela como producto de un desgobierno, una dictadura, empeñado en hacer de la política la progenitora del mal, conviene preguntarse por qué surge el problema de la justicia. En efecto, aparece tan pronto como tienen lugar las relaciones sociales, ya sea entre pocos seres humanos, ya en sociedades más amplias, siendo la justicia uno de los principios que facilita la vida en comunidad, lo cual implica que también la injusticia, es decir, en la vida social se registran conductas justas e injustas dependiendo de las motivaciones conductuales de los integrantes de la sociedad, las cuales motivaciones emergen de la naturaleza humana en la que podría imperar circunstancial o permanentemente comportamientos indeseables socialmente que podrían arriesgar y dificultar la convivencia y los fines de la comunidad, mejor dicho, se descarta la injusticia, se organiza buscando la justicia, porque aquella obstaculiza la consecución de la vida buena y el logro de esta, en parte, mediante el progreso como motor de la historia.

El hombre se sobrepone mediante la racionalidad a ciertas tendencias constitutivas negativas, para buscar una organización social tendiente a lo justo, para que impere aquella maravillosa parte del alma humana y se concrete su realización (desde épocas muy antiguas y en todas las civilizaciones, casi todos los filósofos, pensadores, científicos, han plasmado en sus escritos “la preeminencia de la maldad en la naturaleza humana de muchos hombres”, como lo estableció Kant en su Projet de Paix Perpetuelle).

Si gran parte de las vicisitudes del ser humano se originan en los innumerables conflictos ocasionados por las injusticias durante toda su historia, no sería aventurado sugerir que esta es la verdadera fuente de la tragedia humana, contrariamente a lo sugerido por Nietzsche en El origen de la tragedia, quiero decir, la lucha entre la barbarie y la civilización, que es casi lo mismo que decir entre la justicia y la injusticia, tema acariciado universalmente por Rómulo Gallegos. Es de tal carácter esta tragedia, de múltiples dimensiones, sobre todo éticas, que el hombre se ha atrevido a cuestionar su existencia mediante la fabricación de bombas atómicas que muestran su capacidad de maldad al torcer la finalidad progresista de la investigación científica para lograr objetivos cuestionables: dominación, expansionismo, todo lo cual está impregnado de profundas injusticias.

El susodicho fragmento de Heráclito es de tan profundo significado que ahora, después de 2.500 años, tiene vigencia impresionante, apocalíptica, pues tan solo observar y sufrir los impactos negativos de la gestión pública chavista, y de Maduro en particular, hace desear la democracia. las libertades, la justicia, elecciones libres, sin electores cautivos, sin presionar votantes, el abastecimiento de alimentos, medicinas, puesto que estas carencias vividas y soportadas hacen brotar añoranzas de mejores tiempos pasados, esto es, porque existe una dictadura se desea mayoritariamente la democracia que ya vivimos, a pesar de sus defectos perfectibles, y así.

Injusticias es lo que emana por doquier de la dolorosa administración de Maduro, como, entre otras: ciudadanos presos, muchos sin juicio y sin el debido proceso, con expedientes forjados por jueces venales; ciudadanos inhabilitados para participar como candidatos en elecciones; miles de venezolanos tronchados de sus derechos políticos, convertidos en eunucos políticos; partidos inhabilitados por el oficialista CNE; manipulación y uso doloso de fondos y bienes públicos por la parcialidad política PSUV, así como del sistema judicial para cercenar derechos, anular instituciones; cobertura de asesinos a sueldo con dineros públicos que jamás son enjuiciados por sus tropelías; organización de piltrafas humanas, sin direcciones, sin señas personales, para cometer a la sombra del escondite crímenes de la más variada categoría, mejor dicho, desde asesinatos hasta desprestigio consuetudinario en medios oficiales, exponiendo al escarnio público honorables venezolanos, salvo los cómplices capitostes de MUD, intolerancia de la libertad de pensamiento en medios de comunicación oficiales y oficiosos.

Socialmente, entre otras: despido injustificado, caprichoso, de empleados y obreros de la administración pública con negación o retardos intolerables del pago de las prestaciones sociales, sobre todo en el gremio de los educadores, médicos, etc.; despidos mediante pitos por televisión de reputados profesionales de la industria petrolera, en su afán desacreditador de la meritocracia y de eliminar oposición técnica competente a la destrucción de Pdvsa; marginación y luego cese de actividades de empleados que no comparten la línea oficial en dependencias oficiales; jubilaciones veleidosas con cálculo injusto de la antigüedad, siempre menos, desconocimiento por ignaros de prestaciones de servicios en otras ramas del poder nacional, como el antiguo Congreso Nacional; exclusión de los que disienten en los aumentos y beneficios decretados en la administración pública, como también de ayudas para gastos médicos que cubran tratamientos de enfermedades graves ante seguros cada vez insuficientes por impactos de la hiperinflación, que es, en parte, el origen de las injusticias económicas.

Como las siderales diferencias en la distribución del ingreso, los paupérrimos salarios reales, el misérrimo nivel de vida, el costo social en términos de horas-hombre empleadas en colas para buscar alimentos y medicinas, el dislocamiento de la actividades productivas por controles insensatos de precios y desestimular la inversión con desconfianza e incertidumbre, inseguridad jurídica, dificultades para el cálculo económico, el insoportable endeudamiento público cuyo servicio se financia, en gran parte, con nuevos endeudamientos, la hemorragia de la creación monetaria en el BCV para financiar el déficit fiscal, la corrupción galopante en práctica con el tipo de cambio, las comisiones triangulares con Cuba en las importaciones, omisión de estadísticas del funcionamiento económico, cuyo estudio requiere una lamparita que alumbre el reino de la opacidad y la distorsión de cifras, el gasto parasitario de los ingresos petroleros. En fin de cuentas, es un hecho político que Maduro gana medalla de oro porque crea y cunden injusticias, exclusiones intolerables, que desencajan la sociedad venezolana a causa de la instrumentación de una ideología arcaica, el comunismo, y de una idea hedonista del poder, para disfrutarlo y gozarlo, al par que asalta y traspasa los linderos de la destrucción nacional.

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