Ignoro si la mayoría de los maduristas, aquellos que aún en el medio de la senectud o por mantener sus privilegios, van a seguir defendiendo un gobierno criminal, sacrificando sus vidas y las de sus familiares por seguir manteniendo a una cúpula que ha generado pobreza, miseria y muerte, que ha desembocado en una gran incertidumbre económica y social que solo nos lleva hasta la más profunda sima, sin posibilidad de retorno histórico.

En tal sentido, resulta plausible el poder ver que salgan voces maduristas que de manera muy crítica –por no decir, implorando– exigen cambios en la manera de conducir al país, y otros, incluso, ya piden la salida del poder de quienes nos han hundido en esta catástrofe humanitaria.

Nicolás Maduro y sus congéneres que le acompañan en el poder solo han generado una permanente abulia ante las desgracias de los venezolanos. Es más, él y su cúpula perversa han empleado demagógicamente en su contexto discursivo que “el pueblo es quien tiene el poder en este gobierno”, cuando la praxis solo revela una permanente acracia desde ese pueblo que dicen “representar”, porque al final, hemos comprobado que ni la palabra de quienes han sido ministros o hasta ejercen funciones de “constituyentes” sirven para algo, al punto que quienes integran un mal llamado órgano “plenipotenciario”, “supraconstitucional” y “todopoderoso” se autocalifican de “inútiles”, cuando ni siquiera ellos son capaces de obtener sus propios medicamentos por el bienestar de su salud, o en su defecto, que se imponga el imperio de la ley ante evidentes invasiones de inmuebles.

Venezuela, para poder recuperar la alicaída producción de Petróleos de Venezuela, así como intentar solucionar los graves problemas de servicios básicos, como electricidad, agua y transporte público, aunado a la destrucción de la educación y el sistema asistencial del país, requiere miles de millones de dólares, y eso no es posible, en el medio de un contexto de profunda contracción económica, que además se motoriza en forma negativa con una hiperinflación que según el Fondo Monetario Internacional pudiera llegar al 1.000.000% para finales de 2018¹, lo cual nos ha equiparado con la desastrosa Alemania de 1923. Verbigracia, no sería exagerado establecer como analogía que hemos retrocedido casi 100 años en materia económica mundial, sin que Venezuela haya sufrido en su territorio una guerra de proporciones geopolíticas continentales.

Sabemos que Nicolás Maduro ha ofrecido la venta simulada de Pdvsa a rusos y chinos², pero no han aceptado porque, además de la inmensa deuda que mantiene este gobierno para con tales países, Rusia y China han sido claros que solamente se convertirían en parte del negocio con una proporción accionaria superior a 51% de nuestra petrolera estatal, pero, además, que tal “inversión” sea realizada a partir de lo que nosotros debemos como nación a esas potencias, y por ende, serían ellos con nueva junta directiva quienes tendrían el total control sobre Pdvsa, y esa ha sido la piedra de tranca que la cúpula madurista aún no se ha atrevido a jugar, pero que al paso de quiebra acelerada por la que se encamina nuestra destruida empresa petrolera, más temprano que tarde no quedará otra alternativa, máxime cuando se incrementen las obligaciones internacionales por concepto de deuda externa con distintos actores internacionales, y Pdvsa solo vea cómo se desmoronan diariamente sus niveles de producción.

Arreglar un país en las condiciones en que está Venezuela sería como ver el techo de mi casa totalmente agrietado, el cual destruye la parte interior de la vivienda aunque haya sol o lluvia. Para solucionar ese problema necesitaría dinero. O bien para reparar el techo, o en defecto sustituirlo por otro nuevo. En consecuencia, si mis ingresos son deficitarios para realizar una acción de ese tipo, indefectiblemente tendría que recurrir al financiamiento para encontrar el dinero necesario que me permita enmendar un problema prioritario en mi vivienda, el cual, si no logro hacerlo, pues el resto del inmueble colapsará, y los muebles y electrodomésticos que están dentro de este, terminarán (auto)destruidos o seguramente robados o desvalijados por terceros.

Eso es lo que simplemente está ocurriendo con Venezuela. Nicolás Maduro al destruir la producción petrolera de nuestra máxima industria, generó una situación de envenenamiento económico y social para el resto del país, porque al no haber suficientes divisas para el resto de las otras empresas y necesidades del Estado y la población, Maduro pensó que sin inversión en Pdvsa, esta lograría por sí sola mantener sus niveles de competitividad, y simplemente como en cualquier empresa también comenzó a verse afectada, terminando en la calamitosa situación que al parecer llevará a Pdvsa de ser una de las industrias más poderosas del mundo, a convertirse en una estructura marginal de hidrocarburos, que solo tendrá chatarra como activos.

Ni Rusia, ni China, ni Turquía, ni ningún otro país van a prestar dinero a la cúpula madurista, salvo que esta decida terminar de venderles Pdvsa en los términos que ellos exijan. De hecho, no es casualidad que los cubanos, quienes vivieron a costa nuestra y de Pdvsa durante las dos últimas décadas, ahora decidan de “golpe y porrazo” en sus discusiones políticas, eliminar la palabra “comunismo”³ de su próxima Constitución, pero además, comenzar a generar vínculos con la empresa privada diciendo que es «una necesidad y un elemento importante del desarrollo», después de más de medio siglo manteniendo una anacrónica propiedad estatal, y contradictoriamente cuando los máximos voceros maduristas nos hablan de “Estado comunal” como principal propuesta de lo que llaman el “plan de la patria”⁴.

En otras palabras, mientras en Venezuela vamos hacia una acción a se, originada por una ideología arcaica, pueril y retrógrada, los cubanos, probablemente tomando el ejemplo de China en una acción ab alio, se adelantan y, parafraseando a Gabriel García Márquez, en la Crónica de una quiebra anunciada de la cual Pdvsa no podrá salvarse, prefieren comenzar a tejer sus propias estructuras autosustentables.

No existe manera de que con Maduro la realidad política, económica y social de Venezuela pueda cambiar. Al contrario, mientras Nicolás Maduro siga en el poder, la crisis se va a profundizar en términos de una hambruna brutal, con destrucción total del país. Y en semejante realidad, lo único “revolucionario” será poder llegar a tener dos o tres horas diarias de electricidad, o que una vez al año llegue agua por las tuberías, o que podamos ver circulando un autobús, después de horas y horas de espera, aunque sea propiedad de “Drácula”, o que simplemente observemos cualquier mañana o tarde aunque sea un vagón del Metro, mientras el bolívar dejará de existir como medio de pago para poder comer lo más elemental, porque la hiperinflación será medida en millones y millones de puntos porcentuales.

Venezuela está condenada a morir con Maduro en el poder, y al parecer algunos maduristas comienzan a comprender que esa realidad también les espera ante la incapacidad del actual gobernante. Es simple, Maduro se encuentra entre la renuncia y el exilio.

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¹ https://www.aporrea.org/economia/n328619.html

² https://www.aporrea.org/energia/a265677.html

³https://www.dw.com/es/cuba-elimina-la-palabra-comunismo-en-el-borrador-de-su-nueva-constituci%C3%B3n/a-44774793

http://www.correodelorinoco.gob.ve/consolidacion-del-estado-comunal-es-la-principal-propuesta-para-el-plan-de-la-patria-ii/


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