La propuesta de constituyente sin consultar al pueblo no es solo un agravio contra la oposición y el resto de la sociedad, sino también contra el legado de Hugo Chávez Frías. Aunque, sin duda alguna, este fue el responsable de toda la catástrofe que sufre Venezuela y, en consecuencia, se le debe hacer responsable de sus falencias y recordar como el autor de todos esos desatinos. Sin embargo, esas críticas al ex presidente no pueden ocultar el hecho de que jamás abordó el tema constituyente sin consultarle al pueblo y este siempre lo acompañó, hasta que pretendió cambiar la Constitución a su antojo y ese mismo pueblo se lo impidió.

Cuando derrotamos a Chávez, en su pretensa reforma a la carta magna, fue cuando esta se convirtió en la Constitución de todo el pueblo venezolano (Gerardo Blyde dixit, con toda razón). A partir de allí, quedó convertida en un lazo de unión y creíamos, por ello, que estaba blindada hasta que llegó Maduro y ordenó el parricidio. Obviamente, no me refiero al asesinato físico, sino al crimen que se pretende cometer con las ideas del de cujus, quien dejó claramente establecido, en la exposición de motivos de la carta magna vigente, su criterio apegado a la consulta popular.

En efecto, Chávez afirma en ese texto de su autoría: “El protagonismo del pueblo en la conducción de su destino debe quedar explícitamente consagrado con especial énfasis en este punto de la reforma constitucional. Un pueblo deseoso de ejercer la soberanía no debe tener que pasar por toda clase de vicisitudes y superar un cúmulo de obstáculos para lograr los cambios que las estructuras jurídicas requieren. Es principio consustancial con este texto constitucional la facilitación de los procesos en los cuales el pueblo se manifiesta para solicitar la modificación de normas constitucionales. En este contexto se debe entender que el ejercicio de la soberanía por parte del pueblo, lejos de afectar el proceso de refundación de la república y de lograr el objetivo de profundización democrática, se convierte en herramienta indispensable del protagonismo popular, desterrando el sistema de cónclaves que decidían los destinos del país a espaldas de la sociedad”.

Maduro no quiere consultarle al pueblo, contra la doctrina fijada por Chávez, porque teme la respuesta del electorado y sabe será negativa a la pretendida derogatoria de la actual Constitución. La primera cosa objetable, a lo dicho por Maduro, es cuando afirma que solo le van a hacer algunos “retoques”, pues se trata de una mentira descarada. Para hacerle solo modificaciones a la Constitución el procedimiento está previsto en su mismo cuerpo normativo: son la enmienda o la reforma y ambas deben serle consultadas al pueblo, pero previamente deben ser conocidas por la Asamblea Nacional y a esa instancia también le teme el primer magistrado.

La asamblea constituyente, en consecuencia, conforme al referido artículo 347 de la Constitución, no puede tener otro objeto que “transformar el Estado y crear una nuevo ordenamiento jurídico y constitucional”, es decir, darnos una nueva Constitución, lo que entraña la derogatoria de la carta magna actual, cuyo proponente fallecido la consideraba la mejor del mundo y que, según su criterio, su vigencia debería perdurar por más de cien años.

Como decían los viejos valencianos: “Por donde la mires Catalina es tuerta”. Por donde se observe la pretensa reforma madurista se le encuentra un error, un desaguisado, una inconstitucionalidad y todo porque Maduro pretende, con su alergia, no consultarle al pueblo. Eso es imposible, porque sería acabar con la soberanía popular que fue conquistada en 1946, después de años de luchas del pueblo, contra las dictaduras del siglo XIX y sus herederas, ab intestato, del siglo XX. Los derechos del pueblo son progresivos no regresivos, y punto.

Derogar nuestra carta magna sin seguir el procedimiento por ella pautado, significa que Maduro coloca a todo su régimen en la mira del golpismo o de la insurrección legítima del pueblo. Solo a efecto ilustrativo, transcribo el contenido del artículo 333 constitucional: “Esta Constitución no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o porque fuere derogada por cualquier otro medio distinto al previsto en ella. En tal eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia”.

Así, presidente, que usted no debería tenerle miedo a la consulta, sino a los golpistas que le rodean y cada día lo empujan a desconocer la Constitución y a cometer parricidio para justificar la felonía que preparan. Rectifique, para que pueda torcer el camino que lo conduce, inexorablemente, a pasar a las páginas de la historia como el mandatario que se cayó… por haberle tenido alergia al pueblo.

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