La muerte consecutiva de cuatro niños en el hospital J. M. de los Ríos que esperaban por trasplantes de médulas óseas no solamente enciende las alarmas en el mundo sobre la grave crisis que atraviesa Venezuela en el plano de la salud. El hecho de que hayan perdido la vida por la negligencia del madurismo condena a toda su cúpula como seres insensibles, malignos y criminales.

Por ello, son infelices y llenas de bazofia las palabras que han emitido individuos como Delcy Rodríguez, Jorge Arreaza y Diosdado Cabello ante lo sucedido, no solo porque en sus desgraciadas afirmaciones niegan la responsabilidad de ellos como únicos culpables en la pérdida de la vida de esos niños, sino porque su nivel de insensibilidad llega al paroxismo, cuando ni siquiera pueden derramar lágrimas hipócritas por la muerte de esos pequeños, como sí hemos visto llorar a las enfermeras y médicos de ese centro porque llevan a esos niños en lo más profundo de sus corazones, y vocaciones profesionales.

Ni Delcy Rodríguez, ni Jorge Arreaza y menos Diosdado Cabello tienen un mínimo de vergüenza ante sus condenables palabras, no solo porque no han visitado el hospital J. M. de los Ríos para comprobar el estado de abandono asistencial y de penurias que atraviesan nuestros niños y sus familias en dicho centro de salud infantil, sino que lo más grave de esta situación es que ha salido a la luz pública el grado de putrefacción moral y ética de Nicolás Maduro como usurpador de Miraflores, cuando él junto con su cúpula madurista de integrantes avernales, dicen que están bloqueados por Estados Unidos para obtener dinero que les permita pagar alrededor de 9 millones de euros que estarían adeudando a un centro hospitalario en Italia, que sería el lugar donde estos niños debieron haber sido intervenidos quirúrgicamente, pero contradictoriamente aparecen casi 60 millones de euros para comprar uniformes militares y armas de guerra, los cuales para nada resultan objeto de bloqueo imperial, y menos precisamente para salvar vidas, sino para precisamente matar seres humanos.

En otras palabras, si algo faltaba al madurismo para terminar de evaluar el excremento pensativo y de deseos contra un país, tal acción de desquiciamiento político es la más clara y contundente prueba de que estamos gobernados por individuos que deberían ser clasificados como seres inhumanos, porque el término de humano, en estos casos, nunca podrían ser aplicados en quienes además utilizan la muerte de esos niños buscando obtener dividendos políticos, al decir que las sanciones impuestas por Estados Unidos serían las únicas responsables de la carencia de recursos económicos y asistenciales, sanciones que jamás afectan los presupuestos de guerra y armas.

Igualmente, si son ciertas las afirmaciones del madurismo al decir que el gobierno de Trump es el causante en la quiebra de la salud pública del país, pues más cómplices serían los aliados rusos y chinos del madurismo. Los primeros al haber sustituido a Venezuela como exportadores de petróleo a Estados Unidos en aproximadamente 3 millones de barriles diarios de crudo, la cantidad que exportaba Venezuela a ese país hace apenas unos años y antes de la llegada de Maduro al poder, y los segundos porque a pesar de estar envueltos en una auténtica guerra económica con Trump, en especial por el caso de la gigante tecnológica Huawei, para nada refuerzan a Maduro en decir que Estados Unidos sería el asesino de niños en Venezuela. Peor aún ¿por qué si el madurismo dice que Estados Unidos lo bloquea, esos niños no fueron llevados a tales países para realizar sus respectivos trasplantes, si como viven restregándonos los maduristas en sus declaraciones esos países tendrían la medicina más “avanzada del planeta”?

Para seres humanos con auténticos sentimientos, máxime si son madres o padres, o tienen que dedicar sus vidas al trabajo con los niños, resulta imposible no llorar por la muerte de estos cuatro niños, así como cualquier otra que haya sido responsabilidad de un régimen inhumano, criminal y déspota, que llega al extremo de mentir, y tildar de fake news a las madres o padres de los niños que murieron. Una acción de esta naturaleza no solo la condenamos, sino que estamos obligados a acudir ante las instancias respectivas para solicitar que los culpables sean investigados, enjuiciados y terminen pagando por estos crímenes de negligencia de Estado.

Ante esta realidad emplazamos a Juan Guaidó para que desde Citgo, con la anuencia de la Asamblea Nacional, se apruebe de inmediato una línea financiera que supere los 10 millones de dólares, y con la ayuda de la Comisión de Salud del Parlamento se realice un censo que determine la cantidad de niños que esperan por un trasplante de médula, con la finalidad de que sean llevados de forma urgente a Italia, país según entendemos es donde se realizan tales intervenciones. Los niños con este tipo de afectación no pueden seguir esperando la muerte.

Me perdonan lo que voy a decir, pero ¡coño! estas lágrimas que estamos derramando por la muerte de estos niños no sé si están cargadas de indignación, arrechera o frustración. Lo que si estoy seguro es de que llevan una inmensa carga de dolor, porque como padre, docente y ciudadano no podemos seguir admitiendo que quienes aún controlan el poder sean tan mezquinos con estas muertes de inocentes, y mientras jamás vemos a algunos de los miembros de la prole madurista ser atendidos en cualquier hospital público del país, nuestros niños al igual que los adultos parecieran estar condenados a morir ante cualquier enfermedad que amerite hospitalización.

Por ahora, la única verdad es que el madurismo ha convertido el hospital J. M. de los Ríos y el resto del sistema público de salud en un cementerio, solo que en este caso para mayor condena del régimen. El principal hospital infantil del país es la prueba más contundente de quién es el único y verdadero asesino de nuestros niños.


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