La Venezuela de finales de la segunda década del tercer milenio no puede mostrar peores escenarios. Horrores creados por un “socialismo” endógeno, corrupto e inepto, y una dirigencia opositora carente de estrategias de tipo político, económico y social; más allá del simple lloriqueo frente a las perversidades del gobierno; evadiendo constituir las bases para la acción que le otorguen identidad, compromiso, como la mejor manera de recuperar la credibilidad necesaria para encauzar la voluntad nacional y mayoritaria.

Resulta que han renunciado hasta a reunirse públicamente. Desconociendo el efecto emocional que esos eventos producen y aportan a quienes, desde la oposición espontánea, pero activa, luchan animosamente contra el extremismo opositor abstencionista, ignorando que estos últimos, al final, resultan inconscientemente en el castro-chavismo-madurismo más recalcitrante.

No percibe nuestra dirigencia opositora que la “eliminación” de la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática, no es más que el miedo histérico del gobierno, a quienes nos les queda otra salida que arremeter contra todo aquello que le represente un verdadero peligro a su interés de perpetuarse en el poder. En razón de ello, debemos insistir en la UNIDAD. Solo la Unidad podría exorcizar al abstencionismo opositor, el arma más eficaz del gobierno. La cual, junto con el ministerio de asuntos electorales del gabinete de Maduro (CNE), es lo que explica sus “triunfos” en un país abrumadoramente resentido, encrespado y sin liderazgo personal o colectivo. Así lo percibe el mundo democrático planetario, y es la única vía para “despertar” al país de esta pesadilla colectiva, con gravísimos efectos sobre la nación.

No obstante, por razones humanitarias, el debate y las propuestas, deben trascender, o por lo menos ir en paralelo a lo político partidista, sobre participar o no en las elecciones. Resulta impostergable ofrecer respuestas a la gente. Darles soluciones a la hambruna, la carencia o el altísimo costo de alimentos y medicinas. Dejar de último a la ciudadanía se paga caro. Y no solo políticamente.

El gobierno agotó todas las excusas y el señalamiento de “culpables” distintos a ellos. Maduro tiene todo el poder: desde el Ejecutivo, pasando por el resto de los poderes del Estado, sumando además casi todas las gobernaciones y alcaldías. ¿Cuál es la excusa ahora? Lo tiene todo, entonces cómo y para cuándo se va a ocupar de los problemas de la gente… De igual manera, a los cuatro candidatos que ya han salido al ruedo les pregunto: ¿dónde están sus propuestas, sus ideas, su plan de gobierno? No es solo la lucha por el poder, pero además les hacemos un llamado a la sensatez, a que le den una lectura con madurez y desprendimiento a las encuestas. Es necesario tener un candidato que garantice el triunfo electoral, para exigir inmediatamente la implementación del canal humanitario, y cambiar el modelo de desarrollo económico y social en el que persevera la ineptitud corrupta, que pudiera ser reelegida por una minoría.

La crisis entrópica avanza caotizando hasta la vida familiar de los venezolanos. Y en la misma la dirigencia opositora tenemos una gran responsabilidad. ¿Tendremos el suficiente grado de madurez y sensatez para ponernos a trabajar ahora mismo?

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